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sábado, 12 de diciembre de 2015

RUAH y las palabras Divinas.

La palabra ruah significa "espíritu vivificador". Da a entender el soplo de vida, el aliento de Dios. El noción de espíritu es vital para entender la relación entre el ser humano y su Creador.

Nuevo Testamento. Hechos 2:37-39. Al oír esto, todos sintieron un profundo remordimiento en su corazón, y les dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: «Hermanos, ¿qué debemos hacer?» Pedro les dijo: Arrepiéntanse, y bautícense todos ustedes en el nombre de Jesucristo, para que sus pecados les sean perdonados. Entonces recibirán el don del Espíritu Santo. Porque la promesa es para ustedes y para sus hijos, para todos los que están lejos, y para todos aquellos a quienes el Señor nuestro Dios llame.

El Espíritu Santo

Dios es Padre, es hijo, y también es Espíritu

En los Evangelios se puede apreciar como Jesús, durante toda ya vida, comunica la promesa del Espíritu que, como una fuerza transformadora, se revela como la vida y la salvación. Desde el punto de vista cristiano, Dios da su Espíritu para fortalecer la fe de los que confían en Él, y para que continúen la misión de Jesús en el mundo.

Pentecostés

Una de las fiestas más importantes del judaísmo es la fiesta de Pentecostés, que se celebra cincuenta días después de la Pascua. Después de la muerte y resurrección de Jesús, durante esta fiesta, sus amigos, familiares y seguidores, estaban reunidos cuando de repente sintieron el Espíritu de Jesús en su interior.

El Libro de los Hechos de los Apóstoles narra este episodio. Del miedo inicial tras muerte de Cristo pasan a experimentar la fuerza de la llama del Espíritu de Dios. El don de lenguas que reciben en este momento los hace personas libres y capaces de transmitir la Buena Nueva. Es entonces cuando los apóstoles comprenden su misión. Pedro, en en su discurso a todos los que se habían reunido allí, les explica que deben convertirse, bautizarse y quererse los unos a los otros, y también formar comunidades para vivir conjuntamente el mensaje que Dios les ha enviado a través de Jesús, su Hijo, y del Espíritu que los fortalece.

Los frutos y dones del Espíritu Santo

El Espíritu de Dios ayuda los cristianos en su conversión interior y les da luz para entender cómo tienen que vivir el mensaje de Jesús. Mueve y ayuda a las personas a seguir a Jesús y ser testigos de su Evangelio. Los cristianos, al vivir ya su vida en el Espíritu, se les reconoce por los frutos.

La tradición del Iglesia enumera doce frutos del Espíritu Santo:

Caridad
Alegría
Paz
Paciencia
Generosidad
Bondad
benignidad
Mansedumbre
Fidelidad
Modestia
continencia
Castidad

El Espíritu de Dios otorga dones especiales que ayudan a los creyentes a ser fieles a Dios y su plan de salvación. San Pablo habla de los dones del Espíritu Santo en algunas de sus Cartas. Según la tradición de la Iglesia, los siete dones del Espíritu Santo son:

Sabiduría
Inteligencia
Consejo
Temor de Dios
Ciencia
Piedad
Fortaleza

El Espíritu de Dios desea, fundamentalmente, que las personas sean felices y colaboren en la construcción del Reino de Dios. Santo Tomás de Aquino, importante teólogo y filósofo del siglo XIII, decía que el destino del hombre es su propia felicidad, ya que todo ser humano no deja de buscarla y anhela encontrarla. La propuesta de felicidad de los Evangelios se encuentra en las Bienaventuranzas. (fuente/elgrancielo.blogspot.com)




¿Cómo ha encontrado la biblia las palabras que le permiten evocar las realidades divinas, invisibles e inefables? La revelación del ser y de la acción del Espíritu Santo no es más que un ejemplo entre otros de la manera con que los autores bíblicos han expresado la presencia de Dios en su creación a partir de una, palabras muy simples Como todo lenguaje, es a partir de la experiencia cotidiana y luego de la experiencia histórica como estas palabras se vieron cargadas de una experiencia muy distinta en donde se manifestaba el don del creador a su criatura. Cuando se acaba la biblia con el testimonio de los escritos joánicos, está ya constituido un lenguaje teológico al que la Iglesia se referirá siempre para expresar la acción de Dios de la que vive.

EL ESPÍRITU Y EL SOPLO

¿Qué es lo que significa en el cuarto evangelio el término del Espíritu Santo (pneuma hagion) que también emplean, aunque con menor frecuencia, Pablo y los Hechos? EnJn 3, 6-8, en la conversación de Jesús con Nicodemo, nos pone él mismo sobre la pista «Lo que ha nacido del Espíritu (pneuma) es espíritu. El viento (pneuma) sopla por donde quiere, oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a donde va. Así ocurre con todo el que ha nacido del pneuma» El evangelista utiliza adrede la misma palabra para el viento que sopla y para el Espíritu.

De aquí se ha deducido con frecuencia que el soplo era la imagen material por la que la biblia habla del Espíritu Santo. Realmente, en los Hechos, pentecostés comienza con «un ruido como el de un viento violento» (Hch 2, 2). Pero luego ya no se habla de él, y por otra parte no se trata de un soplo, sino de un ruido. Por tanto, la biblia ha recurrido a más de una imagen para hablar del Espíritu Santo. Este Juego de imágenes, escogidas siempre con precisión, es el que hemos de seguir si queremos abrirnos a la doctrina bíblica del Espírítu Santo.

Se sabe que el Nuevo Testamento ha sacado su vocabulario teológico de la traducción griega del Antiguo, los Setenta. Allí es donde leemos la expresión «Espíritu Santo» (to pneuma to hagion), en el salmo 51 (50), 13, «Miserere», así como en Is 63, 10-11.

SOPLO O ATMÓSFERA

Este pneuma griego traduce la palabra hebrea ruah. Pues bien, este término quiere decir algo más que «soplo». Los especialistas en lenguas semíticas han buscado para esta palabra una raíz que significa «soplar», no han podido encontrar este sentido más que en algunas raras formas verbales, en árabe o en etiópico, pero que dependen precisamente de la biblia. De hecho, la raíz del termino ruah significa el espacio, la distancia (Gn 32, 17), incluso el vacío. De esta raíz proceden dos nombres uno que es el espacio perfumado, el olor, el reah, el otro es el espacio neutro, invisible, impalpable, la atmósfera exterior al hombre, o la ruah. El soplo, la respiración por la que el hombre participa de ese espacio vital, no es la ruah, sino la nefesh (por la garganta) o la neshama (por la nariz, más cerebral Gn 2, 7). En el Sal 104, 30, el salmista le dice a Dios «Tú envías tu ruah, ellos son creados y tú renuevas la faz de la tierra». Ya en un texto de Ugarit del Siglo XIV a C (la leyenda de Aqhat) se decía del héroe muerto que «su nefesh había salido de él como la ruah». Los hombres y los animales son «soplos de vida» necesitan de la ruah para respirar y vivir. El Señor la puede quitar (Gn 6, 3, Sal 104, 29), y entonces el hombre muere.

Pero esta atmósfera es un elemento muy extraño en varios aspectos Puede ser tranquila, ligera o violenta, azulada o sombría y envuelta en nubarrones. Los babilonios distinguían así entre el viento violento y terrible (sharu) y la brisa ligera y refrescante del norte (zaqiqu). Las personalizaban y a veces las divinizaban, ya que toda fuerza de vida era un dios. Los Israelitas distinguieron entre la ruah silenciosa, que roza la piel (Job 4, 15), y la ruah violenta que «parte las montañas y destroza las rocas» (1 Re 19, 11). La ruah ligera será a veces un «espíritu», como el zaqiqu. El viento puede ser un viento del este que agosta los campos y trae los saltamontes del desierto (Ex 10, 13), o el viento fresco del oeste que viene del mar y los expulsa (Ex 10,19). De aquí vendrán las Imágenes bíblicas de la ruah como soplo o viento.

ESPACIO VITAL Y VIDA HUMANA

Pero la ruah sigue siendo ese espacio vital que Dios posee (Gn 6, 3) y del que participa el hombre mientras vive. En relación con este elemento vital es también como se expresa su modo de vida, su temperamento. Cuando le falta espacio vital, el hombre es «corto de ruah», es decir, impaciente e irascible (Prov 14, 29), del mismo modo, el orgulloso es «alto de ruah», mientras que el humilde es «bajo de ruah» (Prov 29, 33) El que tiene tiempo por delante es «largo de ruah» (Ec! 7, 8), mientras que el angustiado es «estrecho de ruah» (Job 7, 11). Uno es «duro de ruah» cuando no le impresionan las palabras que oye (1 Sm 1, 15, Dt 2,30), «amargo de ruah» cuando el ambiente familiar le resulta ingrato (Gn 25, 35), «frío de ruah» cuando no participa de una excitación colectiva (Prov 17, 27). Finalmente, uno puede verse «apagado, roto, pulverizado de ruah» en caso de depresión, o bien «lleno de ruah», en caso contrario (Miq 3, 8, Dt 34, 9). La mayor parte de estas expresiones son difíciles de explicar si la ruah no es más que un soplo, pero se explican bien si se trata de un ambiente de vida, de una atmósfera y de la manera con que se participa de ella.

Este ambiente vital, fuerza de una vida muy especial, podía ser divinizada en el politeísmo. Entre los cananeos de Ugarit, pertenecía a Baal, en la biblia, le pertenece al Señor Dios, tanto cuando juzga (Gn 3, 8) como cuando hace vivir o morir (Gn 6, 3). Dispone de ella y puede dársela a los demás. En algunos textos antiguos se dice de ciertos Jueces, como Sansón, el hombre de fuerza sobrehumana (Jue 14,6.19 ), y de algunos reyes como Saúl (1 Sm 10,6,11,6) y David (1 Sm 16, 13) que, cuando fueron ungidos, la ruah «penetro sobre» ellos, entonces, lo mismo que el aceite que robustece al cuerpo. Pero la biblia prefiere de ordinario otros verbos o expresiones que marcan mejor el carácter exterior de la ruah. «Reviste» a Gedeón (Jue 6, 34). Más comúnmente se dice, con pudor, que la ruah «esta sobre» aquel que el Señor impregna de su fuerza para salvar y gobernar al pueblo Otoniel (Jue 3, 10), Jefté (Jue 11,29) o «el vástago de Jese» (Is 11, 1). La imagen más material, en un texto que por otra parte es muy «espiritual», es la que habla de que Dios toma de la ruah que había «sobre» Moisés para ponerla «sobre» los 70 ancianos, llamados a compartir con él la carga del pueblo de Dios (Nm 11, 25). En este pasaje de tipo profético podemos ya traducir ruah por «espíritu»

DIFERENTES SENTIDOS DE LA PALABRA

Vemos pues cómo, aunque conserva la misma palabra para designar la fuerza vital de que depende el hombre, la biblia le da diversos sentidos

Es la fuerza vital excepcional que el Dios nacional le da al jefe que ha escogido para salvar a su pueblo, y especialmente al «ungido del Señor», al vástago de Jesé, nuevo David, no solamente «reposa sobre él» el espíritu, como don permanente y no transitorio como para Saúl (1 Sm 16, 14), sino que «hace respirar» en torno a él ese espíritu que inspira el temor de Dios (Is 11, 1-3)
La palabra toma un sentido psicológico, sobre todo bajo la influencia de la corriente sapiencial. Hemos visto varios ejemplos. A menudo la ruah del hombre no es más que su modo de participar en el ambiente vital que le rodea. Pero se hablará también de la ruah propia del hombre. Cuando se le da a Saul el espíritu de Dios, en 1 Sm 10, se dice solamente que se convierte en «otro» hombre, con «otro» corazón (v. 6 y 9). Mientras que en Ez 36, 26s, cuando Dios pone su ruah, su Espíritu en el hombre, éste adquiere un corazón nuevo y una nueva ruah (cf también Ez 11, 19, 18,31). Dios es el «Dios de los espíritus de toda carne» (Nm 16, 22)
A partir del sentido de atmósfera, el término toma un sentido muy físico para designar el viento brisa, el vendaval que destruye o el aire ardiente del desierto (Job 1, 19, Jr 4, 11-13). El Sal 104, después de evocar de forma más o menos mítica a Dios cabalgando «sobre las alas del viento», indica a continuación (pasando del singular al plural) que los vientos son mensajeros, ángeles de Dios (Sal 104, 3-4)
El término toma incluso un sentido cósmico cuando se habla de las cuatro ruah del mundo, que son los cuatro puntos cardinales (Ez 37, 9, I Cr 9,24) expresión de origen babilonio.
5 Finalmente, se precisa un sentido teológico. Si hay un Espíritu del Señor, hay además otros espíritus en el mundo. Pertenecen a la corte divina (1 Re 22, 21) y pueden dañar al hombre, así, el satanás del prólogo de Job o el espíritu malo que viene sobre Saúl después de habérsele dado a David el Espíritu del Señor (1 Sm 16, 14)

EZEQUIEL Y LA TEOLOGÍA DEL ESPÍRITU.

Ezequiel juega con todos estos sentidos. El será el gran profeta del Espíritu. Antes de él, los profetas eran los hombres de la palabra, y ninguna vocación de profeta había tenido lugar bajo el movimiento del Espíritu. Miqueas, que fue el profeta del rey Ezequías y participó en su reforma (Jr 26, 28), participó también de su espíritu de justicia y de aliento, para anunciar a Israel sus fechorías (Miq 3, 8). Después de la desaparicilón de la realeza, Ezequiel será el profeta del Espíritu, que «cae» sobre él, «viene» a él, lo «lleva», lo «transporta». En nombre del Dios de Israel, ordenará al Espíritu (ruah) , venido de los cuatro puntos cardinales (ruhot, plural de ruah) , que restaure al pueblo haciendo revivir los huesos secos (37). No lo llama todavía Espíritu Santo, como tampoco llama santo al nuevo pueblo de Dios (Ez 40-48). Pero así es como lo llamará el Salmo 51, que le debe mucho a Ezequiel. Más todavía vemos esto en los c 56-66 del libro de Isaías, cuando comienzan a regresar los repatriados (Is 56, 8). El ángel que acompañaba al pueblo hebreo por el desierto (Ex 23, 20, 32, 34, 33, 2) es llamado Espíritu Santo en Is 63, 10s. El quiso conducir al pueblo a su descanso (v 14). El Espíritu es llamado santo, como Dios es santo (Is 6, 1) y como debe ser santo el pueblo (Dt 7, 6, cf Lv 17-26).

Pero, en Ezequiel, ese Espíritu sigue siendo el que anima al universo en todos sus rincones. En su célebre visión del cap. 1, describe las ruedas o esferas cósmicas que van y vienen en sentido recto ante ellas, por las cuatro direcciones del Cielo. No son pura materia, ya que están animadas por la ruah (1, 20s). Llevan encima una bóveda resplandeciente, el «firmamento », donde se asienta el trono del Señor «en forma de hombre», mientras que las ruedas cósmicas estaban asociadas a figuras animales

EL ESPÍRITU DE DIOS EN LA CREACIÓN

Teniendo en cuenta esta lenta maduración de la revelación bíblica, es como podemos comprender el lugar que ocupa el Espíritu de Dios en la gran historia de la salvación de la tradición sacerdotal que comienza en Gn I. Esta tradición describe las instituciones del pueblo de Dios (la alianza con Abrahán en Gn 17) en medio de los demás pueblos (alianza con Noé en Gn 9). El pueblo no será consagrado más que cuando llegue al Sinaí (Ex 19, 6), cuando sea renovada la alianza hecha con Abrahán, y esto mediante el don de un santuario (Ex 25-30,35-40), con un clero consagrado. Pero el Espíritu no está en Aarón, el antepasado de los sacerdotes, sino «en Josué», que «está lleno del Espíritu de Sabiduría» (Dt 34, 9), ya que le ha impuesto las manos Moisés (Nm27, 18). Lo mismo que el Espíritu había salvado a la humanidad en Noé, haciendo bajar las aguas del diluvio (Gn 8,1), está también presente en su santuario gracias al «espíritu de sabiduría» que se le dio a Bezaleel, arquitecto (Ex 31,2), y en el país gracias a Josué, el conquistador. Pero, como en Ezequiel, nunca se le llama a este Espíritu el Espíritu Santo.


Cuando se abre la gran obra de Dios, creadora y redentora, Gn 1,2 nos da ya una panorámica de lo que es el Espíritu en la revelación bíblica. Este versículo es la traducción de una larga historia. Sigue estando cargado de lo que evocaba la atmósfera antes de que comenzara esta revelación «La tierra estaba desierta y vacía, las tinieblas cubrían el abismo y el Espíritu de Dios planeaba por encima de las aguas», lo mismo que planea un pájaro, inmóvil, antes de echarse sobre su presa (cf los textos de Ugarit). 

Sobre todo no hay que traducir «una ruah de Dios» por un «viento violento», ya que un viento violento no planea nunca. Sobre esta tierra vacía, sobre este abismo de agua, informe y tenebroso, el Espíritu de Dios no ha comenzado todavía su obra de Vida. Será preciso que, lo mismo que Shu, el dios de la atmósfera en Egipto, venga a interponerse entre el Cielo y la tierra, entre las aguas de arriba (las que se desbordarán en el diluvio) y las aguas de abajo, para que aparezca la atmósfera, para que los hombres y los animales puedan respirar y convertirse en «soplos de Vida». 

Por la voluntad del Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Espíritu comenzará su obra, antes de ser enviado más tarde a «renovar la faz de la tierra» (Sal 104, 30)



Fuente: Henri CAZELLES. Cuadernos bíblicos nº 52
fuente/rsanzcarrera2.wordpress.com