jueves, 27 de diciembre de 2012

Expertos explican cómo evitar las “guerras del agua”.


El cambio climático exige que se pongan en marcha medidas políticas que garanticen la seguridad de la población

Recientemente, se ha reunido un equipo internacional de investigadores procedentes de catorce institutos para debatir los resultados de un estudio sobre el agua, los conflictos y la seguridad en el Mediterráneo, Oriente Próximo y la región del Sahel. Se prevé que los efectos del cambio climático sobre el agua se intensifiquen y que esta situación amenace la seguridad de la población. La solución: una mejor distribución de la riqueza, mayor protección social, acceso universal a la justicia y mayores niveles de democracia para que defectos prexistentes no agraven los problemas derivados del cambio climático.

Un equipo internacional de investigadores procedentes de catorce institutos se ha reunido recientemente para presentar y debatir los resultados de un estudio de tres años de duración sobre el agua, los conflictos y la seguridad en el Mediterráneo, Oriente Próximo y la región del Sahel, en África.

El debate forma parte del proyecto CLICO, que ha reunido por vez primera a varios de los mejores investigadores dedicados a los recursos hídricos, la vulnerabilidad, la paz y la seguridad.

El proyecto explora las dimensiones sociales del cambio climático y los conflictos relacionados con el agua y la influencia que estos ejercen sobre la seguridad nacional y de los ciudadanos.

La coordinación del proyecto recayó sobre el Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales (ICTA) de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y recibió fondos conforme al área temática “Ciencias socioeconómicas y humanidades” (SSH) del Séptimo Programa Marco (7PM) de la Unión Europea.

Se prevé que los efectos del cambio climático sobre el agua se intensifiquen en el Mediterráneo y sus regiones vecinas en los próximos años, situación que podría amenazar aún más la seguridad de la población, sobre todo la de aquellos ubicados en las zonas más vulnerables a las sequías o a las inundaciones.

En este sentido, algunos políticos han alertado sobre los peligros de las “guerras del agua” y el cambio climático como amenazas a la seguridad nacional.

Sin embargo, los resultados del proyecto CLICO indican que este discurso simplifica enormemente una realidad más compleja y que los cambios relacionados con el clima y los recursos hídricos son importantes, pero desempeñan una función secundaria como causantes de conflictos e inseguridad humana en comparación con otros factores políticos, económicos y sociales.

En los países con instituciones competentes y sistemas de protección social y seguridad civil, los conflictos violentos tienen menos probabilidades de producirse y las poblaciones sufrirán mucho menos por los desastres climáticos, se señala en la investigación.
Mejorar la seguridad de la población

Los resultados del proyecto se presentaron en el congreso de clausura de CLICO, celebrado en Chipre en paralelo al congreso EWACC 2012 (Energy, Water and Climate Change).

Éste sirvió para establecer recomendaciones políticas que mejoren la seguridad de las poblaciones y proponer nuevas ideas sobre las políticas públicas y los acuerdos institucionales necesarios para promover la paz y la seguridad bajo condiciones hídricas y climáticas cambiantes.

Entre otros aspectos se debatió la relación entre la sequía, las inundaciones y el aumento del nivel de mar y los conflictos sociales, el papel de las instituciones, los acuerdos entre países y las políticas de adaptación para paliar sus efectos.

Los estudios realizados indican que la vulnerabilidad de las poblaciones responde en gran medida a causas preexistentes a los desastres naturales, como la pobreza, la falta de acceso a la educación o la corrupción en instituciones políticas y administrativas.

Los investigadores de CLICO han comprobado también que el desarrollo reduce los conflictos nacionales violentos por el agua y que en algunos casos frena la expansión de la agricultura extensiva, lo cual puede dar lugar a tensiones y conflictos sociales.

Por ello, los investigadores hacen un llamamiento a que los mensajes políticos no reiteren modelos simplistas que vinculen el cambio climático directamente con el conflicto social y la inseguridad: una mejor distribución de la riqueza, mayor protección social, acceso universal a la justicia y mayores niveles de democracia pueden mejorar en gran medida ambas cuestiones.

fuente/ tendencias21




La "Guerra del agua" comienza: El primer paso lo dan las grandes empresas.

Desde hace años, cada cierto tiempo, surge tímidamente una voz que pretende avisarnos que en un futuro cercano las cruentas guerras originadas por el petroleo quedarán olvidadas en el pasado; y sin embargo no será porque se haya solucionado el problema energético del planeta, sino porque otro problema aun mayor nos amenazará.

Este nuevo problema no amenazará con hacernos retroceder 50 años en el tiempo si no somos capaces atajarlo a tiempo, no nos devolverá a la era pre-tecnológica, este problema de escasez amenazará nuestra propia existencia.

El agua, un bien muy escaso en el planeta y poco apreciado en el llamado primer mundo, empezará a escasear, los distintos pueblos, las grandes empresas y los gobiernos comenzarán a situarse en uno de los dos únicos bandos que se crearán; los que tienen el agua y luchan por preservarla y comercializar a precio de oro su excedente, y frente a ellos, los gobiernos que carecen del suficiente agua para mantener a su pueblo y están dispuestos a conseguirla a cualquier precio.

Las estimaciones hechas por los científicos nos dicen que para el año 2025 (apenas 15 años) la demanda de este elemento tan necesario para la vida humana será un 56% superior que el suministro... y quienes posean agua podrían ser blanco de un saqueo forzado. Se calcula que para los 6.250 millones de habitantes a los que hemos llegado, se necesitaría ya un 20% más de agua. La pugna es entre quienes creen que el agua debe ser considerado un bien comerciable (como actualmente lo son bienes básicos como el trigo, el arroz...) y quienes expresan que es un bien social relacionado con el derecho a la vida. Los alcances de la soberanía nacional y las herramientas legales son también parte de este combate.

Solo el 3 % del agua del planeta es agua dulce, y de ese porcentaje, solo el 0.4 % es agua superficial o atmosférica, o lo que es lo mismo, accesible, y por si fuera poco, la mitad de los grandes ríos del planeta ven año a año disminuido su caudal o bien presentan grandes signos de contaminación . De hecho, a día de hoy, 1500 millones de personas no tienen acceso al agua potable... pero por suerte para la paz mundial, esos 1500 millones de personas vienen a ser las mismas que tampoco tienen un acceso directo al restos de bienes básicos para garantizar la propia existencia como son, por ejemplo, el trigo y el arroz antes mencionados.



Son el tercer mundo, no tienen armas, no tienen fuerza política, no tienen voz, no importan.

Sin embargo esta es una situación que irremediablemente tendrá que cambiar, y lo hará cuando los países que sí importan empiecen a pugnar entre ellos por el agua.

A solo 15 años de que esas cifras se materialicen, ya se pueden apreciar los cambios y los movimientos perezosos de los distintos países para poco a poco prepararse.

En el año 2000, en la Haya, Holanda, 160 gobiernos acordaron que el agua sería una necesidad humana y no un derecho del hombre; cuidado con la semántica, esta diferenciación no es casual, se puede hacer negocios a costa de las necesidades humanas, pero no a costa de los derechos humanos.

Y como no, tampoco pierden tiempo las distintas empresas que ven en este futuro, no un reto para la humanidad, sino una oportunidad.

En los últimos años, por ejemplo, hemos visto a grandes corporaciones posicionándose en este mercado.

Las francesas Vivendi y Suez (clasificadas en los puestos 51 y 99 respectivamente en el Global Fortune 500 de 2001). La alemana RWE (en el puesto 53), que adquirió dos importantes empresas de agua, Thames Water en el Reino Unido y American Water Works, en Estados Unidos de Norteamérica.

Hemos visto también, grupos de inversión de riesgo adquiriendo los derechos de explotación de distintos glaciares.

Pero uno de de esos ejemplos, el que pone el titulo a esta entrada y se lleva la palma, lo podemos observar en Argentina, particularmente en el río Paraná.

La empresa estadounidense Makhena SA con sede en Miami y sucursal en Buenos Aires es la propietaria de la marca de agua embotellada Gold Spring.

Lo particular de este caso es sin duda el método de extracción de este agua.

Cualquier buque, para navegar y mantener su flotabilidad y equilibrio necesita ser lastrado con agua.

Esta empresa actúa de la siguiente manera; aprovecha su presencia en la zona para importar a Argentina todo tipo de productos a través del rió Paraná, pero su negocio no está solo en en transporte de esos productos. Una vez depositados en puerto los productos, sus buques son lastrados a su máxima capacidad con agua directamente obtenida del río Paraná, un agua que una vez sacada del país es transportada, potabilizada y vendida en los mercados de Medio Oriente, África y Europa.



El negocio es redondo, obtienen el agua de manera totalmente gratuita y la venden al mejor precio y con las mejores referencias de origen posibles. Un buque cargado de agua dulce con capacidad para 70 mil toneladas, puede vender ese mismo agua por 2 millones de dolares en el desabastecido Oriente Medio, sin siquiera necesitar embotellarla.

Y todo esto lo hacen ante la mirada atónita y el conocimiento de lo que ocurre de las propias autoridades portuarias que no tienen medios jurídicos para actuar contra este trafico alegal de agua.

La fatalista predicción de que comenzaríamos a robarnos unos a otros algo tan básico como el agua ha comenzado a hacerse realidad.



vía/ nforo.net

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