(Artículo de Julius Evola, Roma, 1 de mayo de 1956.)
Un historiador francés ha observado que mientras hoy se reconoce ya
que las enfermedades del organismo humano no nacen solas, sino que se
deben a agentes invisibles, a microbios y a bacterias, en lo referente a
las enfermedades de esos más grandes organismos que son las sociedades y
los Estados, enfermedades correspondientes a las grandes crisis
históricas y a las revoluciones, se piensa que allí en cambio las cosas
sucedan de otra manera, es decir que se trataría de fenómenos
espontáneos o debidos a simples circunstancias exteriores, mientras que
en las mismas pueden haber actuado con gran vigor un conjunto de fuerzas
invisibles similares a los microbios en las enfermedades humanas.
Se ha escrito mucho respecto de la Revolución Francesa y sobre la
causa que la originó; habitualmente suele reconocerse el papel que, por
lo menos como preparación intelectual, han tenido ciertas sociedades
secretas y especialmente la de los denominados Iluminados.
Una tesis
específica y más avanzada es aquella que a tal respecto sostiene que la
Revolución Francesa haya representado una venganza de los Templarios. Ya
en un período sumamente cercano a aquella revolución se había asomado
una idea semejante. Seguidamente De Guaita habría de retomarla y
profundizarla.
La
destrucción de la Orden de los Caballeros Templarios fue uno de los
acontecimientos más trágicos y misteriosos de la Edad Media.
Los
Templarios eran una Orden cruzada de carácter sea ascético como
guerrero, fundada hacia el 1118 por Hugues de Payns. Exaltada por San
Bernardo en su Laude de la nueva Milicia, habría de convertirse
rápidamente en una de las Órdenes caballerescas más ricas y poderosas.
Improvisamente en 1307, la misma fue acusada por la Inquisición.
La
iniciativa partió esencialmente de una figura siniestra de soberano, por
parte de Felipe el Hermoso de Francia, quien impuso su voluntad al
débil Papa Clemente V, apuntando así a quedarse con las grandes riquezas
de la Orden. Se reprochaba a los Templarios de profesar sólo en
apariencias la fe cristiana, de tener un culto secreto y una iniciación
ajena al cristianismo y más aun anticristiana. Cómo hayan sido las cosas
verdaderamente es algo que no se ha podido nunca saber con exactitud. De cualquier forma el proceso concluyó con una condena: la Orden fue
disuelta, la mayor parte de los Templarios fue masacrada y terminó en la
hoguera. Fue quemado también el Gran Maestro, Jacques de Molay. Éste
justamente en la hoguera señaló los días de la muerte de los
responsables de la destrucción de la orden, del rey y del pontífice.
Felipe el Hermoso y Clemente V habrían de morir exactamente dentro de
los términos profetizados por el Gran Maestro templario para presentarse
delante del tribunal divino.
Se dice que algunos Templarios que se salvaron de la masacre se
refugiaron en la corte de Robert Bruce, rey de Escocia, y que se
integraron a ciertas sociedades secretas preexistentes. De cualquier
modo, de acuerdo a la tesis mencionada al comienzo, ciertas derivaciones
de los Templarios habrían continuado de manera subterránea hasta el
mismo período de la Revolución Francesa y habrían preparado, como una
verdadera venganza, la caída de la casa de Francia.
Que algunas
sociedades secretas se hubiesen organizado para fines revolucionarios,
ello es algo develado por la investigación histórica. Una mera
casualidad – el hecho de que un correo de las mismas fuese abatido por
un rayo- permitió descubrir documentos de los Iluminados que llevaba
consigo y que contenían planes revolucionarios. Más importante aun fue
la reunión secreta que se realizó en Frankfurt en 1780. Fue descripta de
manera novelesca por Alejandro Dumas en su famoso libro José Bálsamo,
en donde se sirviera seguramente de los apuntes, publicados en Italia en
1790 y en Francia en 1791, del proceso realizado por el Santo Oficio a
este misterioso personaje conocido bajo el nombre de Cagliostro. En su
exposición Cagliostro habla de aquella reunión, hace mención a los
Templarios, dice que los convocados se habían comprometido a tumbar a la
casa de Francia; que luego de la caída de esta monarquía su acción
habría debido dirigirse hacia Italia teniendo en mira
particularmente Roma, sede del Papado.
A todo esto deben agregarse las revelaciones hechas en 1796 por parte
de Gassicourt en un libro sumamente raro, Le tombeau de Jacques Molay.
En el mismo se sostiene que “los hechos de la Revolución Francesa tienen un signo templario”.
Según el autor el mismo nombre de los Jacobinos -es decir quienes
fueron los principales promotores de la Revolución- vendría de el del
Gran Maesto templario, Jacques Molay, y no, como generalmente se cree,
de la iglesia de religiosos jacobinos, lugar de reunión que la
organización secreta habría elegido por una mera casualidad en el
nombre. Y la consigna de la secta, la que debía ser mantenida aun
sucesivamente en algunos altos grados de asociaciones similares, se
componía de las iniciales del nombre completo del Gran Maestro
templario.
Otra circunstancia extraña y significativa está representada por la
elección del lugar en donde fue mantenido prisionero el último rey de
Francia, Luis XVI; lugar que sólo abandonaría en el momento de subir al
patíbulo. Mientras que la Asamblea Nacional le había asignado como
cárcel un local del Palacio de Luxemburgo, él en vez fue encerrado en el
Templo, es decir en la antigua sede de los Templarios de París: casi
como un símbolo de la venganza que golpeaba, en la persona de su último
descendiente, a la dinastía culpable de la destrucción de la Orden, en
el lugar mismo que la misma había ocupado.
Son además aducidos otros elementos como sostén de tal tesis.
Naturalmente, una investigación que, como ésta, vierte sobre lo que se
ha desarrollado en las sombras, detrás de los bastidores de la historia
conocida, encuentra particulares dificultades. En el caso específico,
aun admitiendo todos los indicios, quedaría por verificar si existió una
continuidad entre los agentes revolucionarios alrededor del ’89 y los
verdaderos Templarios medievales, pudiendo también ser que los primeros
hayan tomado de los segundos tan sólo el nombre, mientras que en cambio
han obedecido a fuerzas oscuras de un tipo muy distinto. De cualquier
modo la hipótesis aquí señalada es conocida por parte de aquellos que
llevan la mirada sobre lo que bien podría ser denominado como la
dimensión en profundidad de la historia.
fuente/levantateyanda.wordpress.com
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