martes, 24 de diciembre de 2013

¿Qué les preocupa a las personas más inteligentes del mundo?

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Cada año el sitio Edge.org, considerado por muchos una de las publicaciones de mayor calidad intelectual en el mundo, reúne a cientos de los artistas, científicos y pensadores más renombrados del mundo y les hace la misma pregunta, creando una especie de think thank itinerante que busca dialogar y anticipar las grandes cuestiones que enfrenta la humanidad o en ocasiones sólo celebrar el conocimiento. 

Este año la pregunta fue: “¿qué es lo que nos debería preocupar?”, bajo el argumento de que “nos preocupamos porque somos capaces de anticipar el futuro. Nada puede hacer que nos dejemos de preocupar, pero la ciencia nos puede enseñar cómo preocuparnos mejor, y cuándo dejar de preocuparnos”.

Algunas de las respuestas compiladas por Edge.org son notables ensayos sobre las problemáticas más apremiantes de la civilización moderna (el ejercicio anual acaba siendo un libro); otras son simplemente irónicas (predomina por supuesto el pensamiento racional y el elogio a la ciencia). Vale la pena darse una vuelta por este panorma de la actualidad, aunque evidentemente esta visión del mundo no es demasiado incluyente y por lo tanto tampoco concluyente. Les compartimos aquí una selección de los temas más interesantes que preocupan a la intelligentsia occidental.

El biólogo Craig Venter, quien encabeza el desarrollo científico de la vida artificial o sintética, escribe desafiante: “Como científico, optimista y macho alfa no me preocupo. Como científico exploro y busco entender el mundo que me rodea. Como optimista me despierto cada mañana y vuelvo a iniciar todas mis tareas con esperanza y excitación. Como ateo sé que tengo sólo el tiempo entre mi nacimiento y mi muerte para lograr algo significativo. Como macho alfa creo que puedo y trabajo para resolver problemas y cambiar el mundo”. Dicho esto, Venter se muestra un poco consternado por la persistencia de personas “no vacunadas” que pueden ser caldos de cultivo para virus y bacterias e infiltrarse a la sociedad (un poco de paranoia a la William Burroughs, aunque suponemos que “científica”).

Brian Eno se preocupa de que “la mayoría de las personas inteligentes no quieren tener nada que ver con la política. La evitamos como la plaga (como Edge la evita, de hecho). ¿Es porque la política no es un lugar donde ocurre lo significativo? ¿O es porque estamos demasiado involucrados haciendo lo que hacemos, sea esto física cuántica, estadística genómica o música generativa? ¿O somos demasiado amables para involucrarnos en airadas discusiones? [...] ¿O confiamos en que la Mano Invisible o la Tecnósfera lo arregle todo misteriosamente?”

El físico e informático W. Daniel Hills se preocupa de que “los motores de búsqueda llevan tiempo siendo los jueces de lo que es importante; ahora empiezan a ser árbitros de la verdad”. “En el pasado el significado sólo existía en las mentes humanas. Ahora existe también en las mentes de las herramientas que nos traen la información. Desde ahora en adelante estos motores de búsqueda tendrán un punto de vista editorial, y los resultados de búsqueda reflejarán ese punto de vista. No podemos seguir ignorando las asunciones detrás de los resultados”.

Kevin Kelly, ex editor de Wired, se preocupa por “la bomba de la subpoblación”, sugiriendo que más peligrosa que la amenazante sobrepoblación, es la subpoblación, un decrecimiento en el deseo de llenar el mundo y una humanidad en la que predominarán personas de más de 60 años de edad. Esta inversión de términos en lo que consideramos deseable nos colocaría en una situación en la que aún no sabemos cómo actuar (y es que para casi todo tenemos modelos).

El director de cine Terry Gilliam, ex Monty Python: “Ya dejé de hacer preguntas. Sólo floto en un tsunami de aceptación de lo que sea que la vida me arroje… y me maravillo como estúpido”. (Esa fue su respuesta completa)

Fiel a sus críticas de la tecnología y el Internet como ejes enajenantes, Evgeny Morozov señala: “Me preocupa que conforme el poder para resolver problemas de nuestras tecnologías aumenta, nuestra habilidad para distinguir entre problemas importantes, triviales o incluso inexistentes, se deteriora”.

El editor alemán Andrian Kreye tiene una interesante perspectiva sobre las cuitas históricas, las cuales tienden a imaginar escapes como la singularidad, el milenarismo, el apocalipsis, la iluminación, etc… “No existen momentos catárticos en la historia. Hay muchos en la fe y en la ideología”. El problema es que “la catarsis permanece como una promesa vacía”, pero no “hay paraíso, no hay salvación o última victoria”. Y sin embargo la catarsis, con su falsa promesa, es parte de nuestras improntas cerebrales, de lo que nos hace seguir viviendo. “La simulación de la catarsis es justo la forma en la que disfrutamos el arte, la música, las historias e incluso los deportes”.

Tim O’Reilly hace referencia a una preocupación, que se reitera en varias de las respuestas y tiene que ver con la globalización y la homogenización de nuestra cultura, lo que algunos argumentan es un cauce hacia la falta de diferencia y la poca producción de modos alternos de existencia. Embebidos en esta monocultura hay un peligro nuevo. “Las civilizaciones fallan. Nunca hemos visto una que no lo haya hecho. La diferencia yace en que esa antorcha de progreso siempre se había pasado de una región del mundo a otra. Pero por primera vez tenemos una única civilización global. Si falla, todos fallamos”.

Douglas Rushkoff, el analista de medios y filósofo de la comunicación, dice: “Debemos preocuparnos de la caída del sistema nervioso humano. Deberíamos de preocuparnos de que algo, probablemente ambiental, pero posiblemente más sutil que eso, está afectando nuestra capacidad de procrear nuevos seres humanos con aparatos perceptuales que funcionen coherentemente. Deberíamos de preocuparnos de lo que esto significa para el futuro económico de nuestra sociedad, deberíamos de preocuparnos de lo que esto significa para el futuro de la cognición colectiva y la conciencia de nuestra especie”.

fuente/Tendencias21

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