Stanislav Petrov, teniente coronel soviético retirado, ha recibido este domingo en Alemania el Premio de Dresde de la Paz. Fue galardonado por haber prevenido una guerra nuclear en 1983.
"Solo la prensa occidental me considera un héroe. Pero yo no pienso así. No hice nada especial, simplemente cumplí con mi trabajo, fue difícil, pero lo hice bien", comentó Petrov tras recibir el premio de 25.000 euros. El galardón es el cuarto que el ex militar recibe en el extranjero: en 2004 recibió un premio especial de la Asociación de Ciudadanos del Mundo, en 2006 fue homenajeado por la ONU y recibió el segundo premio de la misma asociación, en 2012 recibió el premio de la Prensa Alemana.
El 26 de septiembre de 1983, en plena guerra fría, Petrov estaba de guardia en el búnker Serpujov-15, el centro de mando de la inteligencia militar soviética a unos 90 kilómetros de Moscú, desde donde se coordinaba la defensa aeroespacial rusa. A las 00:15 (hora de Moscú) un satélite soviético dio la alarma: cinco misiles balísticos intercontinentales habían sido lanzados desde la base de Malmstrom (Montana, EE.UU.) y en 20 minutos alcanzarían la URSS.
Sucedió tres semanas después de que el entonces presidente estadounidense Ronald Reagan bautizara a la Unión Soviética como 'El Imperio del Mal', tras haber abatido la URSS un avión comercial surcoreano que se había desviado de su ruta programada y había penetrado en el espacio aéreo soviético.
La instrucción prescribía que, en caso de una señal del sistema de alarma, el oficial encargado debía contactar de inmediato con sus comandantes para que ellos, a su vez, se comunicaran con los líderes del país para que decidieran cómo responder al ataque. Petrov, en cambio, bajo su responsabilidad personal, no avisó a nadie. "Empecé a analizar los datos. Sabía que si cometía un error, podía empezar la Tercera Guerra Mundial. Me acordé del efecto: si un gallo empieza a cantar los demás le siguen, por más lejos que esté todavía el amanecer", comenta el militar.
"La gente no empieza una guerra nuclear con solo cinco misiles. No tuve otro remedio que esperar hasta que los radares los detectaran cuando penetraran en nuestro espacio aéreo. El primer misil tardaría unos 18 minutos en aparecer. Esos minutos de espera fueron los más terribles que he experimentado en toda mi vida. Llegó la hora, pero los radares no mostraron nada. Me quité un enorme peso de encima", cuenta.
El episodio que colocó al planeta a escasos segundos de la Tercera Guerra Mundial recibió el nombre de 'Incidente del Equinoccio de Otoño'. Medio año después se supo que habían sido los rayos del sol los que provocaron la alarma.
fuente del texto/RT
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