albert einstein 

Por razones que no siempre es fácil rastrear, hay descubrimientos científicos notablemente complejos o sofisticados que se cuelan hacia el conocimiento colectivo. En décadas pasadas ese fue el caso, por ejemplo, de la física cuántica, o al menos de algunas de sus nociones, que suscitaron la fascinación y la curiosidad de personas ajenas al ámbito científico que, entusiastas, las divulgaron, con lo cual ahora mucha gente (o más de la que se podría esperar para un conocimiento tan especializado) tenga nociones elementales sobre el principio de incertidumbre de Heisenberg, o la manera en que se comportan los fotones o los paquetes de energía a nivel subatómico.
En cierta medida esto fue posible gracias a los medios masivos de comunicación pero, sobre todo, a la dinámica y los mecanismos propios del mass media, a los gustos a los cuales obedece y también a los que genera (o impone).

Desde esta hipótesis se puede pensar que Albert Einstein lo tenía todo para convertirse en una figura de época, en emblema de un discurso específico: judío exiliado de su país por un régimen totalitario, genio excéntrico, científico brillante, inteligencia destacada. Para la modernidad occidental, para el liberalismo, incluso para la ideología capitalista, Einstein admitía ser utilizado como prueba palpable del éxito del sistema.

Quizá por ello (o por razones que nada tienen que ver con estas), su imagen nos seduce tanto. Nos impresiona su rostro triste y melancólico de una ocasión en que discutía asuntos de política internacional con Cord Meyer Jr., presidente de una organización que buscaba comprometer a los gobiernos nacionales para evitar guerras atómicas en el futuro. Nos impresiona, en otro sentido, su desenfado en pantuflos y en la playa, o la diversión pueril de verlo montado en una bicicleta. 

einstein_terapeuta

bici

Slippers

playa

Pero en un terreno más serio, y retomando lo planteado inicialmente, resulta interesante rescatar esta que, según se dice, es la única fotografía conocida del descubrimiento más emblemático de Einstein, la célebre fórmula e=mc2 que de algún modo condensa su teoría de la relatividad y, en el desarrollo de la física, planteó un punto de quiebre con respecto a todo lo que entonces comenzó a diferenciarse como física newtoniana. Hasta Einstein, la masa y la energía se consideraban propiedades más o menos separadas de la materia, pero según esta fórmula ambas poseen una relación de igualdad por mediación de una constante, c, la velocidad de la luz.

emc2

En cuanto a la imagen, esta proviene de una conferencia que el físico ofreció en la Universidad de Pittsburgh en 1934 a un centenar de estudiantes, para quienes derivó la famosa fórmula. Sin embargo, pese a su significancia histórica, la fotografía permaneció ignorada hasta 2007, cuando David Topper y Dwight Vincent (del Departamento de Historia y Física de la Universidad de Winnipeg, respectivamente) la redescubrieron en un viejo periódico de la época.

Como se ve, la calidad no es la mejor que se esperaría, pero aun así es posible distinguir el e=mc2 en la esquina inferior izquierda del pizarrón donde escribe el genio, con los signos ΔE0=Δm y E0=m. Esto último se debe, según Topper y Vincent, a que desde el inicio Einstein redujo la constante c a la unidad, con lo cual se explica la igualdad planteada.

pizarron

Los investigadores, por cierto, se tomaron el trabajo de manipular la imagen para aclarar lo que se encuentra escrito en las pizarras:

einsteinblackboard1
einsteinblackboard2

Este, en suma, es el único momento capturado en que Einstein se encuentra junto al desarrollo científico que lo llevaría tanto a los libros de historia como a ese álbum fotográfico colectivo, más o menos caprichoso, que muchos llevamos con nosotros.

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