lunes, 9 de septiembre de 2013

Cuando yo narro una historia y tú escuchas, nuestros cerebros se sincronizan.

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Tal vez habrás reflexionado ya sobre la neuro-empatía que se genera en las mentes de dos interlocutores. Llevado a un plano íntimo, lo anterior queda en evidencia cuando leemos, y sentimos una particular conexión con esa ‘entidad’, aparentemente distante, que nos está narrando algo –o incluso, más allá del autor, con el propio protagonista de la narración, el personaje.

En el caso de la lectura, Aeolus Kephas, en su inolvidable ensayo “Escritores en el cielo de Hades”, advierte:

Una combinación entre buena escritura con buena (atenta) lectura crea en nosotros un estado de trance que involucra un empalme entre nuestro estado mental y aquél del autor al momento de escribir… contenida dentro de las propias palabras, existe una carga de información oculta que sobrevive a cualquier número de traducciones o reimpresiones y permanece invisible e indetectable en el texto mismo. Lo que hace a Dostoievski un gran escritor… es que su frecuencia cerebral se sintonizaba con la de los personajes imaginados, lo que provocaba que hubiese una mínima distancia entre el creador y su creación.

También, probablemente, habrás notado que cuando conversas con alguien, la transmisión de información va mucho más allá de la simple comprensión de las palabras que se están empleando. Existe una danza de emociones compartidas, de flujos sinergéticos –del caos al orden, y de regreso–, que sumergen a los participantes en una comunión meta-lingüística.

Un estudio reciente, publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, expuso a once personas a la grabación de una historia. Los investigadores Greg Stephens y Uri Hasson comprobaron que la actividad cerebral de la narradora y la de los escuchas, era la misma –exactamente las mismas regiones del cerebro que se activaban, al mismo tiempo, en ambos casos.

Si bien en este estudio las activaciones eran simultáneas, también se ha registrado que, en otros casos, la activación cerebral del narrador ocurre segundos antes que en los escuchas o, incluso, situaciones donde estos últimos parecen anticipar la continuación de la historia y experimentan la actividad neuronal antes que el propio narrador.

Un eslabón importante dentro de esta dinámica son las neuronas espejo, células del cerebro que son activadas cuando hacemos algo, pero también cuando observamos a otra persona hacer la misma acción –como una especie de eco memético que genera una eufórica interconexión entre tú y todos aquellos con quienes interactúas. Las neuronas espejo reflejan al interior de una persona, lo que está sucediendo en a su alrededor, como si el observador fuese (y creo que en verdad lo es), el protagonista.

Por ahora hay que reconocer que, a pesar de la emoción que nos genera la aventura neurocientífica, esta aún se encuentra alboreando. Los investigadores desconocen en buena medida el papel de las regiones activadas mediante narraciones, y las deducciones en torno a la sincronización cerebral entre narrador y escucha aún mantiene múltiples enigmas –como un afortunado jardín secreto. Pero, como suele suceder en estos casos, no deja de resultar delicioso, al menos para la región convencional de nuestra psique, confirmar que muchos (y eventualmente quizá todos) esos pequeños y apasionantes fenómenos, como sincronicidades, pinceladas telepáticas, o algoritmos emocionales, a fin de cuentas si están impresos también en este plano, que son medibles, y comprobables.

*Gracias por leer este breve texto, espero que también hayas disfrutado la sintonización de nuestros cerebros –como un masaje compartido o un plexo binaural.

Twitter del autor: @ParadoxeParadis
fuente/ Pijamasurf

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