lunes, 18 de agosto de 2014

Magia y Neurociencia: una combinación perfecta

Breve idea sobre la psicología en la Magia

Magia y ciencia suelen percibirse como conceptos bastante lejanos. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Cuando estamos inmersos en un espectáculo de magia pareciese como si los magos tuviesen poderes sobrenaturales, aunque lo que sucede, más bien, es que disponen de un conocimiento intuitivo extenso sobre los procesos sensoriales, perceptivos y atencionales de sus boquiabiertos espectadores y los manipulan a su antojo con resultados sorprendentes. Tanto es su saber en estos campos que recientemente se ha planteado la posibilidad de que los neurocientíficos puedan aprovecharse de ello en el laboratorio y viceversa.

En este sentido encontramos varias publicaciones verdaderamente interesantes y algunos videos reveladores de los equipos de Stephen L. Macknik, director del Laboratorio de Neurofisiología Comportamental,  y de la española Susana Martínez-Conde, directora del Laboratorio de Neurociencia Visual, ambos integrados en el  Barrow Neurological Institute de Phoenix (Arizona).  Entre otros temas, muestran interés en las bases neurales de la conciencia visual y sensorial, y de la percepción y, en este sentido, la magia parece ser un campo de cultivo muy provechoso.

Según Macknik y sus colaboradores (2008) los magos utilizan diversas estrategias, algunas de las cuales resultan ser útiles y aprovechables en el entorno de la investigación en laboratorio. Entre las más interesantes desde el punto de vista neurocientífico encontramos las ilusiones visuales y las cognitivas:

1. Las ilusiones visuales: dependerían del cerebro, en el sentido de que nuestros circuitos neurales procesan la información de una forma que hace que la percepción subjetiva que tenemos de lo que vemos no encaje con la realidad física lo que vemos. A los científicos del cerebro les sirve para distinguir la actividad cerebral que coincide con la percepción de un estímulo  de aquella que encaja con la realidad física de los estímulos. El truco de doblar una cuchara, por ejemplo, tiene su base neural en la actividad de las neuronas ‘end-stopped’ (localizadas en el área visual primaria y el área visual temporomedial conocida como V5) y ‘non-end-stopped’. Otros trucos se basan en el fenómeno perceptivo de las post-imágenes debidas a los cambios en el color de la iluminación.

2. Ilusiones cognitivas: un ejemplo ya conocido es la ‘ceguera por inatención’ ¿Quién no ha visto alguna vez el truco de Simons y Chabris? (si no lo conoces, te recomiendo visitar el link antes de seguir leyendo). En este caso lo que se manipula son procesos cognitivos de un nivel mayor, como la atención. Los magos, cuentan Macknik y su equipo, utilizan lo que se ha llamado‘redirección mágica’ (del inglés ‘misdirection), o lo que es lo mismo, una forma de engaño en que la atención del público se centra en una cosa con el fin de distraerlos de otra acción. ¡Y es que a veces las cosas no se ven a pesar de estar mirándolas! Este es el truco que se usa también cuando hacen desaparecer una moneda frente a nuestras narices.

La redirección ‘mágica’, considerada el secreto central de la magia, modifica la saliencia de los objetos (cómo de relevantes o llamativos son). Y lo hace manipulando la atención de los espectadores a través de los procesos de control bottom-up y top-down. Cuando un objeto es muy llamativo, por ejemplo su color, tamaño, movimiento o sonido, capta nuestra atención en una forma de abajo a arriba (bottom-up, o del estímulo al cerebro) y esto se refleja en la actividad de áreas del hipocampo, la corteza prefrontal y zonas de los lóbulos temporal y parietal. Cuando desde el principio dirigimos intencionadamente nuestra atención a un estímulo concreto, como en la tarea de Simons y Chabris, y eso hace que éste se vuelva tan saliente que, de hecho, llegamos a ignorar todo lo demás, hablamos de un control de la atención de arriba abajo (top-down o del cerebro al estímulo).

3. Otras: las ilusiones ópticas son un tipo de estrategia que depende, según los autores, más de la manipulación de las propiedades físicas del estímulo que del cerebro. Un ejemplo sería el uso del humo en los escenarios. Uso de efectos especiales, como explosiones. Y por supuesto están los trucos secretos de cada profesional que no deben ser nunca revelados como manda el código del mago.
Según los investigadores, algunos de los conocimientos de los magos podrían ser útiles a los neurocientíficos en la investigación de los procesos mentales. Por ejemplo, las técnicas de persuasión y la ilusión de confianzapueden utilizarse para estudiar la neuroanatomía subyacente a los sentimientos de confianza y desconfianza, y fenómenos como la correlación ilusoriaservirían para estudiar la base neural de los procesos de causalidad y efecto.

Útiles no sólo para los científicos…
Según explican algunos autores, la redirección a través de los procesos top-down sería un proceso utilizado por loscarteristas para realizar hurtos. Engañan al sistema somatosensorial basándose en un principio: ‘un movimiento grande encubre uno pequeño’, ya que, cuando hay un contacto físico amplio, los receptores de la piel quedarían menos sensibles  a los toques más suaves, facilitándoles la tarea ilícita. De esta forma, la invasión del espacio físico personal, el contacto corporal y el visual serían formas de redirección social de la atención utilizadas frecuentemente por los carteristas.

Para leer en detalle...
Macknik SL, King M, Randi J, Robbins A, Teller, Thompson J & Martinez-Conde S (2008) Attention and awareness in stage magic: turning tricks into research. Nature reviews. Neuroscience, 9(11), 871-879.
Rieiro H, Martinez-Conde S  & Macknik SL (2013). Perceptual elements in Penn & Teller’s “Cups and Balls” magic trick. PeerJ, 1, e19.

Magia y neurociencia, manual para “engañar” al cerebro
Magia y neurociencia, manual para “engañar” al cerebro
Magia y neurociencia, manual para “engañar” al cerebro

Los ojos están fijos en la moneda, los dedos se mueven durante un instante y la moneda no aparece en el lugar en el que todos esperaban. Cuando el mago abre la mano, una docena de espectadores aplauden alborozados alrededor de la mesa. 

El público de esta noche es muy especial, la mitad de ellos son magos y la otra mitad neurocientíficos que llevan años estudiando los secretos del cerebro y la percepción. Aún así, no dejan de asombrarse con cada nuevo truco. Son las tantas de la madrugada y estamos en la isla de San Simón, en mitad de la ría de Vigo. 

Los invitados han sido cuidadosamente seleccionados para participar en Neuromagic 2011, la primera reunión de magos y neurocientíficos del mundo para estudiar cómo funcionan estos “engaños” en nuestra mente. Los testigos del juego de la moneda saben que en algún momento del proceso su cerebro ha creído ver lo que no estaba allí y ha reconstruido parte de la escena. Estos pequeños fallos son los que los magos llevan siglos explotando para dejarnos con la boca abierta y para los que la neurociencia está encontrando ahora una explicación. “Los magos toman ventaja de que tenemos una capacidad mental limitada”, explica Susana Martínez-Conde, quien ha coordinado el congreso con Stephen Macknik después de años trabajando junto a muchos de estos ilusionistas de forma individual. “Nuestro cerebro tiene un tamaño y unos recursos limitados”, explica, “y debe tomar decisiones y atajos”. 

Es por esta economía de los recursos que nuestra mente completa los huecos y ve continuidad donde quizá no la hay, o hace interpretaciones que tal vez no sean del todo correctas pero que nos sirven para ir tirando. “Vivimos rodeados de ilusiones”, asegura el profesor Peter Tse, uno de los mayores expertos del mundo en esta materia. 

En su opinión, estas ilusiones visuales son el fallo que demuestra que todo lo que vemos es una construcción del cerebro. Dispuesto a demostrarlo, Tse proyecta una imagen ante el auditorio que expone durante largos segundos. “¿Alguien ha notado algún cambio?”, pregunta. Nadie ha apreciado nada, a pesar de que es un público “entrenado”. Un minuto después, cuando lo explica, vemos que una de las ventanas del dibujo se ha esfumado de nuestra vista, pero a una velocidad tan lenta que nuestro cerebro no ha sido capaz de registrar el cambio a nivel consciente. El cerebro rellena huecos, se pierde los detalles porque todo lo que queda en la periferia está borroso y se distrae con una canción, un ruido o una emoción. 

Cuando el mago nos hace reír, por ejemplo, nuestra atención baja momentáneamente y nos deja más expuestos al engaño durante unos segundos. También construye una falsa continuidad entre unos eventos y otros, aunque los cambios salten a la vista. Entre otras muchas cosas, Luis Martínez Otero estudia en su laboratorio del Instituto de Neurociencias de Alicante la continuidad de nuestra percepción cuando realizamos determinadas tareas. “La memoria visual a corto plazo es muy importante para mantener la ilusión de continuidad visual”, asegura. “Estamos continuamente moviendo los ojos, percibimos el mundo de forma discontinua, pero en cambio nos parece continuo”. Hay muy buenos ejemplos en las películas, como la famosa escena de la batalla de “Braveheart”, en la que Mel Gibson lleva un arma diferente en cada plano y nadie lo percibe, o la película de Chaplin en la que cambia de habitación cuatro o cinco veces y reaparece con sombrero y sin sombrero. 

Un fenómeno muy relacionado con esto es la ceguera por desatención y se suele explicar con el famoso vídeo del gorila y los pases del baloncesto o el encuestador que se intercambia con otro sin que la víctima note el cambiazo. Cuando centramos nuestra atención en un foco determinado, el resto del mundo desaparece para nuestro cerebro. Los magos utilizan esta estrategia y otras muchas durante sus actuaciones, tratan de que miremos donde ellos quieren e incluso borran de nuestra memoria lo que acaba de suceder con preguntas que nublan nuestro razonamiento y cambiarán lo que luego recordemos. “La colaboración entre magia y neurociencia funciona en ambos sentidos”, explica Martínez-Conde. “También los magos están muy interesados en saber cómo funciona la percepción y cómo mejorar sus trucos”. 

Los científicos no solo están usando los trucos para comprender cómo funciona la percepción, sino para poner a prueba nuestras habilidades cognitivas. Peter Johansson y Lars Hall, por ejemplo, utilizaron un pequeño juego de manos para cambiar la elección de sus sujetos entre dos opciones. Los participantes elegían entre dos fotografías y explicaban los motivos por los que habían escogido una de ellas sin saber que el investigador les había dado la opción descartada. Sus trabajos han servido para profundizar en un fenómeno conocido como ceguera a la elección y demostrar que nuestras opiniones son mucho más maleables de lo que pensamos. 

 Anthony Barnhart es el único ponente que tiene los pies en los dos lados del campo de juego. “Empecé como mago”, nos explica, “antes de ser psicólogo”. “A medida que desarrollas tu interés por la magia y aprendes cómo engañar a la gente”, confiesa, “te das cuenta de cómo fallan nuestras percepciones”. Sus conclusiones son bastante inquietantes, porque indican que nuestro cerebro verá una y otra vez la misma ilusión o se fijará en los mismos focos por muy inteligentes que nos creamos. "De hecho", nos revela alguien lejos de la cámara, "hay quien cree que el mejor público para engañar es el que se cree más listo”. Durante cuatro noches seguidas, magos y neurocientíficos han intercambiado secretos para mejorar lo que sabemos de ambas disciplinas. En un lado de la mesa, el gran James Randi saca una flor del pelo de unas invitadas. 

En el otro, Eric Mead recuerda la noche en que un tigre se escapó de una jaula en Las Vegas y dejó la marca de sus garras sobre el capó de un coche y Max Maven habla del tipo que hacía creer que tenía unos dados dentro del puño haciendo sonar los huesos fracturados de sus nudillos. “Esto que acabo de ver, ¿ha pasado?”. 

La pregunta del mago Luis Piedrahita resume perfectamente la sensación con la que nos quedamos después de un truco de magia. Algo que es aparentemente imposible se ha convertido en posible durante un instante, el niño dentro de nosotros quiere creer que es verdad, jugar a deslizarse por la pendiente del asombro. La respuesta está a unos centímetros de distancia, en esas conexiones neuronales evolucionadas para percibir formas, colores y movimientos de determinada manera. Los científicos empiezan a comprender cómo se generan las ilusiones y a meter la cabeza entre estas misteriosas bambalinas, ese lugar donde nuestras percepciones se convierten en palomas y un montón de conejos asoman de una chistera.


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