Si
alguien te pregunta qué molécula piensas que es más necesaria para la
vida, probablemente respondas que el ADN. Es normal: el ADN es una
molécula maravillosa, su funcionamiento y función son auténticas obras
de ingeniería natural (si no lo has visto en marcha, puedes descubrirlo
en “Cómo se ven realmente el ADN y sus procesos a través del microscopio“),
y además está bastante “de moda” por los continuos y útiles
descubrimientos que se hacen en torno a él. No obstante, si eres
curioso, probablemente hayas caído en la cuenta de que el ADN, para hacer su asombrosa labor, necesita algún tipo de energía.
Por así decirlo, el ADN es una molécula genial para basar la vida
debido a su capacidad de “almacenar la información de la vida”,
replicarla e incluso, debido a su imperfección, modificarla; pero,
¿de dónde obtiene energía la célula para realizar todos su trabajo de
célula, entre ellos el que protagoniza el ADN? ¿Qué alimenta cada una de
las células que te forman? Vamos a averiguarlo.
Adenosín trifosfato (ATP): ¿Qué es y para qué sirve?
Para funcionar, cada máquina necesita un conjunto de partes como engranajes, tornillos, clavos, palancas, etc. Del mismo modo, las máquinas biológicas cuentan con partes sofisticadas para funcionar. Algunos ejemplos son esos componentes llamados órganos, como el hígado, los riñones o el corazón. Estas complejas “unidades de la vida”, a su vez, están hechas con piezas más pequeñas llamadas células, que a su vez están constituídas por máquinas más pequeñas llamadas orgánulos. Los orgánulos celulares son la mitocondria, el aparato de Golgi, los microtúbulos y los centriolos. Incluso bajo este nivel existen partes tan pequeñas que son clasificadas formalmente como macromoléculas (moléculas grandes).
Una macromolécula críticamente importante (tanto como para ser la “siguiente en importancia tras el ADN”) es la ATP. ATP, adenosín trifosfato, es una compleja nanomáquina que sirve como fuente primaria de energía en la célula.
Cuando se dice que es fuente primaria de energía en la célula se alude a todas las células del planeta, es decir, el
adenosín trifosfato es la molécula que dota de energía a los procesos
celulares de todas las formas de vida de este planeta y se supone que
lleva con nosotros desde el momento mismo en que surgió la vida.
Podría decirse que el adenosín trifosfato, ATP, es uno de los pilares
fundamentales de la vida, junto al ADN y al ARN entre otros elementos, y
una de las causas principales de que aquel primer ser vivo fuese vivo.
Llegado este punto quizás te preguntes para qué comemos o respiramos
si el ATP es la fuente final de energía. Pues bien, comiendo y
respirando creamos en nuestro interior, por así decirlo, el equilibrio
correcto (en términos iónicos) para que nuestras células tengan el
material con el que formar las moléculas de ATP que sirven para
alimentar todos los procesos. Podemos imaginarlo como un proceso
“matrioshka” o “muñeca rusa”: tú comes y respiras para que tus células
“coman y respiren” los elementos que necesitan para crear el combustible
que las mantiene vivas y que, por ende, te mantienen vivo a ti.
Un ejemplo del uso de adenosín trifosfato que hace tu cuerpo lo
encontramos en las neuronas. Sabemos que las neuronas necesitan que
exista un cierto equilibrio iónico dentro y fuera de sus membranas para
que la transmisión de los impulsos nerviosos sea posible. Para
procurarse este equilibrio, existen unas proteínas engarzadas en la
membrana que actúan como “bombas” que fuerzan la circulación de iones
cuando las fuerzas “normales” (la electrostática y la de difusión) no
serían capaces de hacerlo sin ayuda o a la velocidad adecuada. Estas bombas, cómo no, reciben la energía que necesitan para realizar su labor de las moléculas de adenosín trifosfato.
Si estas bombas iónicas de tus neuronas dejasen de funcionar,
tendrías serios problemas para transmitir impulsos nerviosos, con lo
cual tendrías serios problemas para hacer latir tu corazón y para que
tus pulmones se hinchasen y deshinchasen, con lo cual tendrías serios
problemas para mantenerte vivo. Una minúscula molécula que marca una enorme diferencia.
¿Cómo “da energía” a mis células una molécula de adenosín trifosfato?
Para resolver esta pregunta debemos aludir a la estructura de la
molécula tan bien indicada por su nombre. El adenosín trifosfato es una
molécula compuesta por adenosina (una sustancia a la que ya nos hemos referido en “¿Por qué dormimos?“) y por tres fosfatos.
En estos tres fosfatos reside la clave energética del adenosín
trifosfato. En la adenosina parece que reside la clave señaléctica de la
molécula, es decir, es la parte de la molécula que permite que otras
moléculas la “capten” para sus procesos.
Estos tres grupos de fosfatos están “atados” los unos a los otros por lazos químicos energéticamente potentes,
lazos que en determinadas circunstancias van a “romperse” y liberar una
gran cantidad de energía (hablando en proporciones de célula). El proceso típicamente energético que sucede en la célula es la ruptura del lazo que ata el último fosfato,
esto es, la conversión del adenosín trifosfato en adenosín difosfato.
Este proceso de paso de trifosfato a difosfato está ocurriendo
continuamente en tu interior.
También ocurre en sentido inverso: el adenosín difosfato se recicla y
reconvierte en trifosfato. Para poder llevar a cabo este proceso, se
requiere energía y oxígeno: la energía que consigues con la comida y el
oxígeno que consigues respirando. Como ves, comes para que tus células
coman.
Un proceso “divino”
El hecho de que la molécula de adenosín trifosfato se postule como
presente desde el mismo momento del origen de la vida (esto es, que se
postula como una condición necesaria para la vida) ha hecho que ciertos creacionistas (es decir, aquellos que creen en una divinidad creadora y rechazan la evolución de las especies) hablen del ATP como una muestra de la existencia de una inteligencia creadora. De hecho, el texto citado de arriba, aunque no lo parezca, pertenece a un texto colgado en True Origin (web
sobre el creacionismo) en cuyo abstract el autor asegura que el
adenosín trifosfato es una “de las millones de intrincadas nanomáquinas
que tienen que haber sido diseñadas para que la vida exista en la
Tierra”.
Y
no es para culparles, porque mirar al interior celular es mirar a la
complejidad misma del universo. Y no solo al interior celular, sino
también a su alrededor: otros hechos relacionados con el adenosín
trifosfato parecen fruto de una inteligencia creadora debido a su
precisión. Por ejemplo: el hecho de que las plantas sean capaces de
generar sus moléculas de adenosín trifosfato “al revés” de como la
hacemos los animales. Mientras nuestras células emplean el oxígeno para
conseguir la unión de un tercer grupo de fosfatos a un adenosín
difosfato y reciclarlo gracias al oxígeno, generando durante el proceso
dióxido de carbono como desecho, las plantas, para el mismo proceso,
emplean dióxido de carbono y desechan oxígeno, permitiéndonos a todos
vivir juntos en el mismo planeta. Cuestión de equilibrio.
A pesar de ello, a pesar de que la complejidad de la vida sea
sorprendente, debemos ser firmes y confiar en las verdades que nos
descubre el método científico.
Conoce más en “ATP: Adenosin Triphosphate (vídeo)” y en “How cells obtain energy“
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