Es la noticia del día. Extrañamente, un tema “científico” está ocupando la primera plana en los periòdicos y los horarios de “prime time” noticiosos. El descubrimiento –anunciado oficialmente por la NASA- de agua en estado líquido sobre la superficie marciana parece haber abierto las puertas de un reverdecido entusiasmo global por la exploraciòn del planeta rojo y su eventual, futura colonización. Así, de pronto nos enteramos que es un argentino el ganador de un concurso generado desde la agencia espacial norteamericana para diseñar los módulos habitacionales que ocupará esa futura colonia, y ya son más de ochenta mil los terráqueos dispuestos a ser los pioneros de ese ¿nuevo mundo?.
La algarabía por el descubrimiento (que no, no se trata que las cámaras de la sonda MRO hayan captado un prístino mar oceánico y ni siquiera una turbia laguna; sino estrías que cambian de coloraciòn en algunos cráteres del hemisferio sur atribuibles a “agua que aflora en períodos estivales”) ha llevado incluso a que comenzara a especularse seriamente respecto de la fecha de la primera misiòn tripulada a nuestro vecino planetario: programada originalmente para el año 2030, ya se habla firmemente de adelantarla al 2025 y, quizás, al 2022. Y, hasta aquí, no estamos diciendo nada que el lector avisado no haya leído ya en portales de Internet o en el diario matutino con el que acompaña su café.
De modo que en lo que quiero detenerme es en lo que parece estar escapándosele a unos cuantos. Y es que la noticia del descubrimiento del líquido elemento en Marte no es la noticia. La noticia es que sea noticia la noticia. Y preguntarnos si esto es casual.
Todos sabemos –pero, por la misma razòn que explicaré, parecemos olvidar prontamente- que nada hay más frágil, más lábil, más fugaz que la memoria popular. Si así no fuera, no podrían (tanto desde el ámbito científico como social, político, etc.) volver a presentarnos cada tanto las mismas “novedades” como si fuera la primera vez que se anuncia. ¿Quieren un inevitable ejemplo bien “argento”?: el pretendido “primer satélite argentino”, el ARSAT 1, lanzado con bombos y platillos en 2014: como los periodistas –primeros que nadie en tener el deber de informarse correctamente deberían haber hecho antes de, simplemente, repetir lo que leen por ahí- deberían haber sabido, el primer satélite argentino fue el Lusat I, en tiempos tan tempranos como 1990, un proyecto de radioaficionados. Después de 20 años en órbita, con la batería ya agotada, continuó funcionando. En 1996 siguieron los satélites profesionales, en agosto el MU-SAT, conocido también como «Víctor I» y en noviembre la comisión estatal CONAE inició, con el SAC B (Satélites de Aplicaciones Científicas), su serie de satélites científicos como parte de un Plan Espacial Nacional, Argentina en el Espacio, implementado por la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE). También existe un satélite, el Pehuensat-1, diseñado y elaborado por la Universidad Nacional del Comahue y lanzado en enero de 2007, desde la India.
Esto –que tal vez sirva de lecciòn, cuando menos, a los colegas que lean este artículo- sirve para ratificar el concepto arriba expresado. Algo es noticia hoy; en unos meses es apenas un vago recuerdo. Y en unos pocos años, podemos “relanzarla” nuevamente con la casi certeza que todos creerán que es una novedad.
Y con Marte pasa exactamente eso. Ya se había anunciado el descubrimiento de agua, al menos, siete veces. En 1971, la sonda Mariner 9 fotografió evidencia de la misma en cauces secos de ríos y restos de deltas. Las Viking, de 1976, detectaron agua congelada en el polo norte marciano. En 2002 la NASA anunció que la Mars Odissey había encontrado agua en forma de hielo en el subsuelo marciano, en volumen como “para llenar dos veces el lago Michigan, y eso es posiblemente sólo la punta del iceberg”. Lo mismo hizo el Opportunity en 2004. El New York Times publica en 2006 que la Mars Global Surveyor había encontrado más evidencias de agua subterránea, bajo el título de “Pruebas sólidas de existencia de vida fuera de la Tierra”. En 2008, el mismo periódico anuncia que la sonda Phoenix ratificaba las pruebas del 2006. Y en 2013 la “Curiosity” demostraba cómo ciertos compuestos químicos reaccionaban en esa superficie como ante la presencia de agua. Siete veces. Pero ayer la NASA anuncia su “descubrimiento” y todos repiten como pericos.
¿Qué oculta esta maniobra?
Si descubrimientos “oficiales” de esta magnitud se olvidan con tanta facilidad, qué no pasará con descubrimientos “extraoficiales”, esto es, hallazgos sobre la superficie marciana (o en sus cercanbías) que se filtran al rígido control de la NASA. Hagamos un recuento:
– La “cara marciana” fotografiada por las Viking: gigantesco rostro vuelto hacia el cielo en la planicie de Cydonia.
– Las “ruinas mayas” (por su aspecto) fotografiadas por las sondas rusas Phobos 1 y 2.
– La “sombra” con aspecto de habano que se proyectaba sobre la regiòn de Arsia Mons, proveniente al aparecer de algún gigantesco objeto volador, en 1990.
– Las extrañas luces sobre el asteroide “Ceres”, cercano a Marte.
– El “haz luminoso” ciertos atardeceres el ya mencionado Curiosity ha fotografiado, elevándose al cielo
Y sin duda podríamos enlistar muchos más.
Aquí es donde comienza a aparecer otro “fenómeno social” interesante: los “trolls”. El término, en el mundo cibernáutico, se aplica a individuos que por simple aburrimiento o intereses creados se dedican a crear perfiles y cuentas falsas en redes sociales e internet para “embarrar la cancha”., atacando con insultos o, más sutilmente, divulgando “fakes” o “mercadería podrida”. Algunos se han tomado el tiempo de revisar los archivos de fotos que la NASA pone disponible al público (centenares de miles; hay que tener tiempo libre, realmente…) para revisarlas una por una y ver cuál, acentuando sus contornos, aumentando su tamaño o pixelándola puede difundirse en la Web para descalificar a quienes buscan evidencia de vida inteligente marciana: así aparece imágenes que serían jocosas de no esconder aviesos intereses un ataúd, un casco militar nazi, un celular… Así que para cuando un investigador, en búsqueda paciente, pone en exposición alguna foto que merecería un estudio más profundo, los “trolls” comienzan a subir fotos ridículas –supuestamente de la misma fuente- con lo que el enigmas planteado por el primero cae en el descrédito público.
Pero regresemos al tan cacareado “descubrimiento”. Si no es la primera vez que fehacientemente se descubre agua en Marte, ¿porqué la NASA –o las fuerzas políticas, militares, sociales de las que es tributaria- montan todo este “show”?.
Primera posibilidad: se nos está preparando para un anuncio aún más trascendente. Que en Marte hay, o ha habido, vida avanzada. Y que quizás hay –o ha habido- una verdadera civilización. Ya desaparecida. O no. De acuerdo a esta teoría, anunciarlo de manera imprevista sería traumática en términos culturales y sociales, por lo que hay que ir realizando un “condicionamiento” durante años de manera que el ideario colectivo digiera de mejor manera semejante noticia.
Pero hay una segunda posibilidad, si se quiere, más inquietante: que dentro de pocas semanas aparezcan los científicos de la NASA desmintiendo esta información, informando que se ha confundido un fenómeno natural con otro cualquiera. ¿Y esto, para qué?. Para provocar lo que en Psicología Conductista se llama un “refuerzo de Skinner” inverso: un aviso, la negaciòn del aviso, otro aviso, la nueva negaciòn del mismo, crea en la mentalidad –individual y colectiva- un hastío, indiferencia y hasta escepticismo defensivo. Así,. Si ocurriera “algo” imprevisto –actividad inteligente no humana sobre la superficie marciana, por caso- y se filtrara por ámbitos no oficiales resultaría muy sencillo “debunkearla” acudiendo al recuerdo residual de las pasadas “negaciones”.
Ahora bien, el lector puede preguntarse: “Pero…¿porqué tanto esfuerzo en ocultar, entonces, la realidad de la vida inteligente extraterrestre?”. En lo personal no puedo menos que sonreír con cierta ternura cuando gente pretendidamente inteligente me miran con cierto grado de azoramiento al plantear cómo ciertas agencias gubernamentales o para gubernamentales están tan interesadas en ocultar la realidad extraterrestre. Porque, desde su percepción de la realidad, el saber a ciencia cierta que no estamos solos en el universo –y que, más aún, posiblemente nos visitan o han visitado- es algo que pasa “allá afuera y lejos” y en nada puede afectar la mundana y cotidiana vida nuestra sobre la Tierra.
¿Qué no?.
Déjenme citar algunas situaciones:
– La certeza de la presencia extraterrestre visitando nuestro planeta desnudaría la ineficiencia e inutilidad de nuestros aparatos militares, de defensa espacial y aérea, en la misiòn de controlar una hipotética incursión belicosa de otra raza. Estoy seguro que eso no ocurrirá (de haberlo deseado, ya lo habrían hecho): pero vayan a convencer a millones de personas que, descubierta así nuestra indefensiòn como especie, liberarían los aspectos más brutales, perversos o psicóticos de sus propios miedos.
– Al mismo tiempo, las enormes cantidades de energía necesarias para las visitas cósmicas implican tecnologías que –si llegaran a estar a disposición de la especie humana- implicarían el quiebre inmediato de las multinacionales del petróleo y otras formas de energías no renovables. Las verdaderas “dueñas del mundo”, después de todo.
– Pero tras la caída de tantas empresas poderosas, habría una avalancha de desastres políticos y financieros: multimillonarios jeques que sin poder económico deberían acudir a alimentar los tribalismos más exacerbados para no perder posición, millones de medianas y pequeñas empresas que dependen directa o indirectamente de esas grandes multinacionales (imaginen sólo el caos y el tiempo que llevaría convertir a todos los vehículos –o ser reemplazados- en el mundo para aprovechar estas nuevas energías) y significaría, instantáneamente, decenas de millones de desocupados que ningún sistema de inclusión o seguro social podría corresponder.
– Finalmente, las grandes religiones, basadas en un antropocentrismo que considera al Hombre pináculo de la creación, hijo dilecto de la misma y centro del Universo pondrían en entredicho sus aseveraciones milenarias sobre las cuales, se supone, construyeron sus fortalezas. ¿Cómo explicar, por ejemplo, a un Mesías que se supone naciò una única vez como mortal?. ¿Los pueblos de otros planetas no habrían conocido la “salvaciòn”? (con lo cual nos pondríamos en situación similar a la del clero de la Conquista americana dispuestos a llevar la salvaciòn a los aborígenes…. Y ya sabemos lo que significó). ¿O ese Mesías ya habría encarnado en infinitos planetas, y entonces el Dogma no es tal?.
Incidentalmente, quiero señalar que hay otro campo de noticias mundiales que es tratado con el mismo “refuerzo de Skinner inverso” que la “vida en Marte”: el fenómeno OVNI. Efectivamente, periódica, cíclicamente, las agencias de noticias difunden los mismos “comunicados oficiales” donde se anuncia la creación de “comisiones de investigación de ovnis”. Periódica, cíclicamente también, se anuncia que las “conclusiones” de esas investigaciones ponen de manifiesto, o bien que “los ovnis no existen” o que “no entrañan riesgo alguno para nuestros pueblos”. Siempre, todas y cada vez, anunciado como “la primera vez”…
Sea cuales fueren las respuestas correctas, no puedo dejar de detenerme en la fascinación que Marte arroja sobre el espíritu humano. Desde siempre se mira su rojo fulgor en el cielo nocturno con una mezcla de aprensiòn y melancolía. Antes, mucho antes, siglos antes de “La Guerra de los Mundos”, de Wells, se suponía a Marte habitado por civilizaciones avanzadas. Ni Venus, pese a su papel protagónico en tantas cosmogonías, incitó para las mentes calenturientas mucho más que el eco de un nebuloso Parque Jurásico extraterrestre. Ya, en el 400 A.C, Petrodoro de Quíos suponía en él la existencia de un pueblo de filósofos. Claro, el filósofo era a esos tiempos lo que el experto en informática a los de hoy: el paradigma de la actualizaciòn científica. Y me pregunto si esas especulaciones y esa fascinación no responderá a cierta memoria genética, ancestral, en la que recordamos que ya fuimos visitados de allí. O, quién sabe, si no es nuestra cuna original.
fuente/institutoplanificador.wordpress.com
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