“Hemos estado mal influenciados por la religión, pensando que estábamos en la cúspide de la evolución. No lo estamos. Estamos al mismo nivel que el resto de los animales”, asegura Cristian Cañestro a ‘El País’.
Según explica este científico, hasta ahora se creía que “al evolucionar ganábamos en complejidad, ganando genes”, pero en realidad que no es así. “La mayoría de nuestros genes está también en las medusas. Nuestro ancestro común los tenía. No es que nosotros hayamos ganado genes, es que los han perdido ellos. La complejidad génica es ancestral”, detalla Cañestro.
Albalat y Cañestro hipotetizan también que la pérdida de genes puede ser importante para descubrir el origen de la especie humana y que para ello “habría que buscar las diferencias en los genes que se han perdido de manera diferente durante la evolución de los humanos y el resto de primates”.
Albalat y Cañestro, profesores del Departamento de Genética, Microbiología y Estadística y del Instituto de Investigación de la Biodiversidad (IRBio) de la Universidad de Barcelona (España), estudian la pérdida de genes utilizando como modelo el organismo planctónico ‘Oikopleura dioica’: un animal marino muy proclive a perder genes que mide tan solo tres milímetros y tiene un ciclo de vida muy corto, pero que tiene boca, ano, corazón y cerebro.
Desde hace unos 500 millones de años, cuando vivió el último ancestro que unía al ser humano y el Oikopleura, éste ha perdido el 30% de nuestros genes comunes, pero no solo ha logrado sobrevivir, sino que está en auge, llegando su densidad a los 20.000 organismos por metro cúbico de agua en ciertos
Además, debido a las similitudes entre los genes del humano y los del ‘Oikopleura’, este animal permite a los científicos “estudiar qué genes humanos son esenciales”, relata Albalat.
“No hay animales superiores y animales inferiores. Nuestras ‘piezas de Lego’ son básicamente las mismas, aunque con ellas construyamos cosas diferentes”, argumenta el investigador, que junto con Cañestro dirige uno de los tres grupos científicos en el mundo que estudian al ‘Oikopleura dioica’ desde el punto de vista de la biología evolutiva del desarrollo (las otras dos están en Noruega y Japón).
fuente/medellinstyle.com
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