La Vía Láctea se encuentra en una posición bastante excitante con relación al resto del Universo. Hace apenas unos días un equipo de especialistas anunció, durante la reunión anual de la Sociedad Astronómica Americana, que nuestro vecindario cósmico se encuentra justo al borde de un abismo; se trata de un monumental vacío que presume un radio de más de mil millones de años luz.
Este democratizador fenómeno, que coloca a aboslutamente todos los que habitamos nuestra galaxia al borde del mayor precipicio hasta ahora registrado en todo el Cosmos, nos remite a un modelo del Universo compuesto por agujeros y filamentos, como un inconmensurable queso Gruyere; esta estructura esta conformada por la materia "ordinaria", que abarca apenas el 5% del total, mientras que el otro esta compuesto por materia y energía oscuras.
El vacío que abraza a la Vía Láctea, y por ende a todos nosotros, ha sido llamado Vacío KBC (por los apellidos de sus tres descubridores, todos investigadores de la Universidad de Hawai, Keenan, Barger y Cowie. En cuanto a las implicaciones científicas de este descubrimiento, o mejor dicho esta confirmación –ya que en 2013 Amy Barger había sugerido esta posibilidad, esta el que "ayuda a reconciliar el aparente desacuerdo entre los dos modos que hay de medir la constante de Hubbleque los cosmólogos utilizan para describir la velocidad a la que el Universo se expande", según José Manuel Nieves, en un artículo para el diario ABC.
Ya en un plano poético, o mejor dicho pisco-cósmico, algo de fascinante tiene el sabernos todos al borde de un precipicio tan grande y profundo que no siquiera podemos llegar a concebir con precisión. A fin de cuentas, desde cierta perspectiva la vida es caminar al borde de un abismo, permanentemente, y en el ínter tratar de evolucionar y, por qué no, disfrutarlo.
fuente/Pijamasurf
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