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jueves, 24 de septiembre de 2015

CEREBRO. La felicidad se encuentra en el cerebro.


El Hombre lleva miles de años buscando la fórmula de la felicidad. Bebedizos, hechizos, paraísos artificiales, ensayos literarios, etc. los métodos utilizados para alcanzar este estado deseado han sido innumerables y el resultado, en casi todos los casos, ha sido siempre el mismo: “Son pocos los que han logrado la conquista de la felicidad e, incluso, los que lo hacen, sólo se dan cuenta más tarde”, ha matizado Krigelbach. 

Sin embargo, “la neurociencia de la felicidad y el bienestar están dando sus primeros pasos”, ha asegurado Krigelbach, quien ha situado el foco de la investigación neuronal de la felicidad en dos aspectos fundamentales: el placer y el deseo. “La noción de recompensa es un elemento central en estos dos estados de ánimo, y así lo confirman los estudios con animales realizados por psicólogos conductistas desde el siglo pasado”, ha explicado este colaborador de la BBC. 

Centro de placer Los primeros experimentos permitieron localizar el centro del placer en la misma región afectada por el Parkinson A mediados del siglo XX, varios experimentos con ratas demostraron que repetían una determinada conducta cuando estas se asociaban a un estímulo cerebral. Esto, en la práctica, dibujaba un paisaje protagonizado por una rata con electrodos en la cabeza, que empujaba de manera compulsiva –hasta 200 veces por hora- una palanca que le producía pequeñas y estimulantes descargas. Pues bien, estos primeros experimentos –realizados por los doctores James Olds y Peter Milner- permitieron localizar el centro del placer en el cerebro en la misma región afectada por el mal de Parkinson. Placer o deseo Hoy, un estudio de la Universidad de Michigan ha tomado el relevo de Olds y Milner. 


El placer y el deseo son emociones muy complejas en el hombre Según su director, el científico Kent Berridge, aquellos primitivos electrodos lo que hacían era activar las regiones relacionadas con el deseo, más que con el placer. De esta manera, lo que hacía Berridge era establecer una diferencia fundamental entre “deseo” y “placer”, o entre “querer” y “gustar”. No obstante, “el placer y el deseo son emociones muy complejas en el hombre”, ha matizado Krigelbach. Placer sin deseo 

Así pues, las investigaciones neurocientíficas se centran en la actualidad en el denominado córtex orbitofrontal –porción que muestra un desarrollo evolutivo más reciente en los humanos-, que tiene conexiones con el sistema de dopamina –sustancia segregada con el deseo- y con el opioideo –expulsada con el placer-. Las actuales imágenes neurológicas permiten comprobar que esta área está relacionada con los estados del placer Según Krigelbach, “las actuales imágenes neurológicas permiten comprobar que este córtex cuenta con áreas de placer verificables”, independientes de las del deseo. 

Pues bien, sería precisamente en estas áreas donde se halla la pretendida felicidad. ¿Qué concluyen, en definitiva, estas investigaciones? Pues, fundamentalemente, que ante determinadas recompensas se produce una actividad cerebral en estas áreas que provoca la sensación de felicidad. 

De esta forma, si se verifica que la felicidad es un mero estado de placer sin deseo, de satisfacción cuantificable e indiferencia, “es posible que los neurocientíficos encuentren algún día la receta para alcanzar este estado”, ha asegurado Krigelbach.

fuente/20minutos.es

sábado, 22 de agosto de 2015

CEREBRO. ¿Por qué el ser humano es el animal más inteligente del planeta?

Un equipo internacional de científicos ha descubierto cómo un pequeño cambio en una proteína llamada PTBP1 puede estimular la creación de neuronas y así determinar la evolución del cerebro de los mamíferos. Esto explicaría por qué el ser humano posee la estructura cerebral más compleja y desarrollada del planeta.
Un estudio realizado por investigadores dirigidos por Benjamin Blencowe, de la Universidad de Toronto (Canadá) y publicado en la revista especializada 'Science', revela que es un evento molecular en las células la causa de que el cerebro humano sea el más complejo y, como consecuencia, de que el hombre haya evolucionado hasta ser el animal más inteligentes de la Tierra, informa el portal Medical Daily.
Los científicos explican que los seres humanos y las ranas, por ejemplo, tienen habilidades cerebrales muy diferentes y han evolucionado por separado durante 350 millones de años pero que, sin embargo, cuentan con un repertorio genético muy similar para construir los órganos del cuerpo. Así, explican que el hecho de que posean órganos de tamaño y complejidad tan diversa radica en un proceso conocido como 'empalme alternativo' ('AS', por sus siglas en inglés).
El AS, que principalmente está extendido en el cerebro, es el responsable de que las células generen más de una proteína a partir de un único gen y, en un trabajo anterior, los investigadores mostraron que la prevalencia de este proceso aumenta con la complejidad de los vertebrados. Es decir, aunque los genes en los vertebrados puedan ser similares, las proteínas en animales como los mamíferos son más diversas que, por ejemplo, en las aves.
"Queríamos ver si el AS podía transferir diferencias morfológicas en el cerebro de las diferentes especies de vertebrados", indica Serge Gueroussov, autor principal del estudio.
Como resultado, los científicos descubrieron que, aunque la proteína PTBP1 esté presente en todos los vertebrados, toma formas diferentes en los mamíferos, donde es más corta y desencadena más eventos de AS, estimulando la creación de neuronas.
Las diferentes formas de la proteína "podrían haber afectado al tiempo en el que las neuronas se generan en el embrión, de manera que se crean diferencias en la complejidad morfológica y en el tamaño del cerebro", afirma Blencowe.
fuente/ RT

martes, 18 de agosto de 2015

El soundtrack del cerebro: ¿a qué suena una convulsión cerebral?.

LAS ONDAS CEREBRALES PUEDEN TRANSFORMARSE EN SONIDOS MEDIANTE LOS CUALES LOS MÉDICOS PUEDEN SABER EN QUÉ HEMISFERIO SE PRODUCE UNA CONVULSIÓN CEREBRAL, EN TIEMPO REAL.

La música, según John Cage, es el estado de atención del escucha, es la libertad del sonido más que la organización de este. Pero en la gama de sonidos posibles, la música puede servir también como una especie de gráfica emocional, que un neurólogo de la Universidad de Stanford cree que puede tener aplicaciones médicas.
Sin embargo, la música de las convulsiones cerebrales no es más agradable que sufrir un episodio de crisis convulsiva, en realidad…
Josef Parvizi tuvo la idea de “musificar” las ondas cerebrales de los pacientes que sufren crisis convulsivas cerebrales al escuchar un disco experimental de una banda que hace música con señales de radio. Con la ayuda de un paciente y de Chris Chafe, profesor de investigación musical y experto en “musificación” de signos naturales en música, tradujeron las ondas cerebrales del paciente utilizando encefalogramas y fMRI.
Sobre el resultado (que puede escucharse en el video sobre estas líneas) puede escucharse en un extremo de onda al hemisferio derecho, y en el otro (más agudo) al izquierdo. Según explica Parvizi en los comentarios del video en YouTube, “alrededor de 0:20 comienza la convulsión del paciente en el hemisferio derecho, y el paciente habla y actúa normalmente. Cerca del 1:50 el hemisferio izquierdo comienza a convulsionar mientras el derecho está en estado postictal. El paciente no habla y está confundido. A los 2:20, ambos hemisferios  están en estado postictal. El paciente mira en torno suyo, aún confundido…”
La “traducción” de los impulsos cerebrales en música fue posible al asignar sonidos de voces humanas que responden a dichos impulsos, lo que permite diferenciar la actividad de los hemisferios y rastrear el origen de la actividad convulsiva. Sin embargo, el método aún debe mejorarse, pues en su estado actual el paciente necesita tener unos 100 electrodos conectados al cerebro, lo que lo vuelve poco práctico; Chafe y Parvizi esperan que en el futuro podrán utilizar electrodos no invasivos a través de una diadema para transmitir la resonancia electromagnética a un dispositivo más pequeño, que traducirá las ondas cerebrales en esta extraña forma de música y permitirá a los médicos saber cuándo el paciente sufre crisis, y de qué forma.



fuente/Pijamasurf

miércoles, 29 de julio de 2015

El estado de trance prepara al cerebro para el conocimiento, según un estudio.

Propiciaría una reconfiguración de la red cerebral que favorece la integración y la comprensión



Chamanes de todas las culturas caen en trance como vía para alcanzar conocimiento. Ahora, un equipo internacional de neurocientíficos ha logrado determinar qué sucede en el cerebro humano en este estado. Tres áreas cerebrales vinculadas con funciones cognitivas se activarían, y se desconectaría el procesamiento sensorial. Esta reconfiguración de la red cerebral tendría como efecto un estado de pensamiento favorecedor de la integración y la comprensión, afirman los investigadores. Por Yaiza Martínez.


Un cerebro modelado por ordenador. Fuente: Human Brain Project.

En general, se considera que “caer o entrar en trance” es un proceso psicológico por el cual un individuo alcanza un estado de conciencia alterado, y desconectado de lo que le rodea. 

En muchas tradiciones religiosas, este estado se relaciona con la “iluminación espiritual”. De hecho, los chamanes de todas las culturas se autoinducen estados de este tipo como una vía para alcanzar conocimiento. 

Aunque este y otros procesos espirituales de la mente humana pueden parecer alejados de la ciencia, el caso es que de un tiempo a esta parte han ido cobrando un mayor interés científico, sobre todo desde el punto de vista de la neurología (la ciencia que estudia nuestro cerebro). 

Así, ha surgido, por ejemplo, el campo de la neuroteología, rama de la neurología que, con las tecnologías más punteras de observación del cerebro, explora la actividad de este órgano cuando las personas hacen meditación o practican la oración.   

También ha emergido en los últimos años el concepto de neuroespiritualidad, que hace referencia al hecho de que nuestro cerebro sea el que genera las experiencias espirituales, religiosas, numinosas, divinas o de trascendencia. 

El cerebro en trance 

En este terreno se enmarca una investigación reciente realizada por científicos de la Universidad de Southampton (Reino Unido), de la Universidad de Queen (Canadá) y de la Universidad de Postdam (Alemania), entre otros centros. Sus resultados han aparecido publicados en la revista Cerebral Cortex , que edita la Oxford University Press. 

En su estudio, los investigadores analizaron los cerebros de 15 chamanes a los que se intentó inducir un estado de trance con el sonido rítmico de unos tambores, ya que este tipo de sonidos es lo que a menudo usan los chamanes para tal fin. 

En esta circunstancia, algunos chamanes entraron en estado de trance y otros no. A continuación, el cerebro de todos ellos fue analizado con exploraciones que duraron ocho minutos. En concreto, los científicos estudiaron la conectividad de las redes cerebrales de todos los participantes.

Tres regiones implicadas 

Lo que se constató fue que el estado de trance estaba asociado con una mayor centralidad de vector propio (o mayor conectividad neural) en tres regiones concretas del cerebro: la corteza cingulada posterior (o PCC, que ha sido relacionada con la conciencia humana); el córtex del cíngulo anterior dorsal (que juega un rol en ciertas funciones cognitivas, como la empatía o las emociones), y laínsula del lado izquierdo (de la ínsula se piensa que procesa la información convergente, para producir un contexto emocionalmente relevante para la experiencia sensorial). 

El concepto de centralidad de vector propio –aplicado a cualquier red- es una medida de la influencia de un nodo en una red. Así, los nodos que poseen un valor alto de esta medida de centralidad están conectados a muchos nodos que a su vez están bien conectados. Por eso, los nodos son considerados buenos candidatos para difundir información, divulgar rumores o enfermedades, etc. 

En el caso del cerebro, los nodos también constituyen puntos que concentran muchas conexiones neuronales. De hecho, la organización de estas conexiones se produce en  nodos densos de interconexión, un tipo de arquitectura de red que, según propusieron Mario Senden, et al. en Neuroimage en 2014) resultaría crucial para la integración de diversas funciones cerebrales. 

Una vía cerebral de conocimiento 

Además de determinar un aumento de actividad cerebral en las tres regiones mencionadas, los investigadores encontraron que, en aquellos participantes que sí alcanzaron el estado de trance, se produjo una mayor coactivación entre todas esas regiones. Este hecho sugiere, señalan, que se produjo en ellos la ampliación de una corriente neural orientada internamente. 

Por último, se constató que las áreas cerebrales vinculadas con la vía auditiva presentaban una conexión reducida,  lo que posiblemente indique un desacoplamiento perceptual y la supresión de estímulos auditivos. 

En resumen, escriben los investigadores, el trance parece involucrar a redes cerebrales específicas y coactivas, ydesconectar el procesamiento sensorial. Esta reconfiguración de la red cerebral tendría como efecto un estado de pensamiento en el que pueden darse la integración y la comprensión, explican. 

Otros hallazgos 

La investigación de las experiencias religiosas y/o espirituales desde la neurología ha permitido revelar algunos datos interesantes en el pasado. Por ejemplo, estudios con monjes tibetanos y franciscanos, realizados con  técnicas de neuroimagen , han revelado que la oración promueve el incremento del fluido sanguíneo en los lóbulos frontales del cerebro, y una disminución del flujo sanguíneo en los lóbulos parietales; y que la experiencia de trascendencia, provoca un alto grado de flujo sanguíneo en las áreas del cerebro relacionadas con la atención, pero un bajo grado de fluidos en la áreas neuronales que conectan la mente con el cuerpo. 

También se han encontrado evidencias de que una hiperactividad de las estructuras del sistema límbico que se encuentran en el lóbulo temporal puede provocar conversiones religiosas súbitas o hiperreligiosidad, entre otros síntomas. Esto último se ha descubierto gracias al estudio de personas que padecen epilepsia del lóbulo temporal, como ha explicado el neurólogo Francisco J. Rubia en Tendencias21 .

Referencia bibliográfica:

Hove MJ, Stelzer J, Nierhaus T, Thiel SD, Gundlach C, Margulies DS, Van Dijk KR, Turner R, Keller PE, Merker B.Brain Network Reconfiguration and Perceptual Decoupling During an Absorptive State of ConsciousnessCerebral Cortex (2015).


fuente/Tendencias21

lunes, 27 de julio de 2015

Blair Armstrong: “La huella cerebral mejorará la seguridad porque nadie puede robarla”

El investigador del BCBL está desarrollando un “DNI cerebral” que identifica a los individuos a partir de la actividad neuronal durante el procesamiento del lenguaje




Blair Armstrong es un investigador del Basque Center for Cognition, Brain and Language (BCBL) especializado en los procesos neuronales que subyacen al lenguaje humano. Estos procesos generan una actividad eléctrica cerebral exclusiva de cada individuo, y que puede servir como “tarjeta de identificación”. En menos de diez años, nos dice Armstrong en la siguiente entrevista, un sistema basado en dicha huella cerebral podría ser comercializado para evitar, por ejemplo, los robos de identidad. Por Yaiza Martínez.



" Sitúese entre a la puerta”, sugiere una voz pregrabada de mujer. “Por favor, espere a que el ordenador escanee su cerebro”. Quizá sea ésta la manera de abrir la puerta de casa en un futuro no tan lejano, cuando la industria desarrolle una manera de identificar a cada persona a partir de su actividad neuronal. Esta posibilidad evitaría errores, robos de identidad y estaría a prueba de coacciones externas. 

El investigador Blair Armstrong, del Basque Center for Cognition, Brain and Language (BCBL), trabaja en la ciencia básica que hará posible este sistema, en colaboración con el laboratorio de la profesora Sarah Laszlo en la State University of New York (SUNY). 

Armstrong, especializado en las representaciones, los procesos y los mecanismos que subyacen  a la comprensión de las palabras y a la llamada “memoria semántica”, estudia en concreto los patrones únicos de cada cerebro –vinculados al lenguaje- como vía de identificación personal. 

Esta sería posible por la siguiente razón, informa el BCBL: la cantidad de palabras y el significado otorgado a cada una de ellas por cada persona es diferente. Así, pequeñas diferencias entre la concepción del significado de cada palabra y de su relación semántica con otras palabras convierten el intercambio de información entre neuronas de cada cerebro individual en un patrón único e intransferible. Es decir, en una huella cerebral exclusiva de cada persona. 

De momento, él científico y su colaboradora han creado para este fin una tecnología que emplea la electroencefalografía (técnica de medición de la actividad eléctrica del cerebro) para leer las características del cerebro de cada individuo. Según nos explica Armstrong en la siguiente entrevista, el sistema podría estar listo para su comercialización en una década.  Antes, quizá en dos o tres años, existirán equipos portátiles para aplicaciones preliminares de identificación por huella cerebral, señalaba Armstrong al BCBL. 

¿En qué sentido es distinto el procesamiento cerebral del lenguaje en cada individuo? 
  
En general, en todos los individuos, las mismas partes del cerebro están implicadas en el procesamiento del lenguaje; y todos tenemos un conocimiento general del mundo que es similar (por ejemplo, todos entendemos que la palabra "perro" hace referencia a un animal de cuatro patas que ladra; y que la palabra "silla" se refiere a un objeto en el que nos sentamos). Sin embargo, esto no significa que no haya algunos aspectos únicos en la forma en que cada individuo procesa el lenguaje. 
  
En nuestro estudio, nos hemos centramos en un aspecto del procesamiento del lenguaje que se sabe es único en cada individuo: el vocabulario que cada persona conoce. En un trabajo anterior, la profesora Sarah Laszlo había identificado un conjunto de palabras en su mayoría conocidas por la mayoría de la gente; aunque, de esta lista, ni dos personas conocían exactamente las mismas palabras. Supimos entonces que el conocimiento de estas listas de palabras es algo exclusivo. El siguiente paso fue ver si podíamos detectar esta singularidad directamente en el cerebro. 
  
Esa singularidad sería lo que ustedes denominan una “huella cerebral”; un patrón de funcionamiento neuronal vinculado al lenguaje, exclusivo de cada ser humano. ¿Se puede definir con exactitud? 

En general, los voluntarios de nuestro estudio mostraron patrones similares en la actividad eléctrica que el cerebro genera cuando se lee una palabra que es conocida por la mayoría de la gente. Esto es realmente muy importante para la mayoría de los estudios psicológicos, porque normalmente en ellos se trata de sondear aspectos comunes del lenguaje, y hacer generalizaciones a partir de pequeños grupos de voluntarios. 
  
Cuando empezamos este proyecto, no estábamos seguros de si podríamos obtener una clasificación con un alto nivel de exactitud, pero hallamos varias técnicas de clasificación que nos permitieron identificar correctamente una “huella cerebral” individual, con un alto grado de fiabilidad. 
  
¿Tienen esas diferencias de la actividad neuronal, que determinan la huella cerebral individual, algo que ver con el idioma que se habla o, por el contrario, es independiente de la lengua que usemos? 

Esta es una gran pregunta. En el primer estudio, intentamos simplificar las cosas centrándonos en personas que conocían una sola lengua. 
  
Ciertamente, evidencias de otros estudios habían sugerido que la exclusividad de la huella cerebral podría venir conformada por el idioma que se habla: Sabemos que la estructura de una lengua en sí misma puede conformar la estructura de las representaciones neuronales de dicha lengua; y que ser bilingüe o hablar varios idiomas en distintos contextos puede conformar el conocimiento del lenguaje y la organización de su almacenamiento cerebral. 
  
Por ejemplo, con otros colegas de la Universidad Rutgers y de la Universidad Hebrea, demostramos que las personas podían volverse sensibles a diferentes tipos de información visual y cambiar sus redes neuronales de procesamiento de esa información, si aprendían a leer hebreo o un idioma como el español. 
  
Hay otras evidencias, sin embargo, que sugieren que algunos de estos efectos no dependen del idioma –la actividad eléctrica generada cuando lees una palabra como “perro” o ves una imagen de un “perro” es similar en muchas aspectos. Por tanto, la respuesta a esta pregunta probablemente sea que algunos aspectos están profundamente ligados al idioma y otros no. Necesitamos investigar más para comprender mejor estas cuestiones.

Entre sus objetivos de investigación se encuentra la llamada “memoria semántica”. ¿Qué tipo de recuerdos designa este concepto? 

Una definición estándar de la memoria semántica es esta hace referencia a nuestro conocimiento conceptual general. En cierto sentido, es como una “media” de nuestras experiencias pasadas, elaborada a lo largo del tiempo y almacenada en nuestros sistemas de memoria a largo plazo. 

Por tanto, nuestra memoria semántica del concepto “perro” incluiría elementos como “tiene cuatro patas” y "ladra"; pero no incluiría el conocimiento de un perro único que se ha visto esta misma mañana y que tenía una mancha blanca inusual en su pelo. Otros sistemas de memoria se especializan en el almacenamiento de este tipo de recuerdos concretos. 

Esa media de experiencias, generada a a partir de eventos individuales, en parte es lo que hace posible nuestra comunicación a través del lenguaje, porque nos permite desarrollar conceptos similares (la idea de lo que un "perro" es), imprescindibles para la comunicación. Sin embargo, nuestras experiencias también son siempre únicas en cierta medida; y nuestro estudio sugiere que existen marcadores (cerebrales) identificables de esa singularidad. 

Una vez determinada la existencia de esa huella cerebral, Sarah Laszlo y usted se disponen a encontrarle una aplicación cuanto menos curiosa: la creación de un “DNI cerebral”. ¿En qué consistiría? 

Esto es realmente un ejemplo más de las potenciales aplicaciones específicas de esta investigación, en este caso para el mundo real. La seguridad es muy importante en nuestras vidas. Por ejemplo, nos gustaría asegurarnos de que si alguien nos roba el smartphone, esa persona no pueda acceder a los datos en él almacenados. 

La huella cerebral es una solución posible en este sentido. Por varias razones. Esta huella, a diferencia de la huella dactilar, no la vamos dejando por todas partes ni es fácil de copiar  (¡en algunos casos extremos, estas copias se han hecho incluso después de robar un dedo!). Asimismo, la huella cerebral no es algo que alguien pueda “robarnos” sin que nos enteremos. 

Por otra parte, sabemos que la actividad eléctrica generada por el cerebro cambia si uno está muy estresado. Por eso, un trabajo futuro establecerá si el sistema puede ser "seguro", en el sentido de que si un individuo está siendo forzado a usar su huella cerebral, el sistema pueda detectar ese estado. Quizá la aplicación más inmediata en este sentido  se daría en lugares que requieran una alta seguridad, como los bancos, pero esta herramienta, en principio, podría ser utilizada en otras situaciones. 

¿Cuándo podría estar comercialmente disponible? 
  
Hasta ahora, hemos trabajado usando equipo de laboratorio muy sensitivo, y en entornos experimentales altamente controlados. En trabajos futuros, necesitaremos ver cómo funciona el sistema en entornos del mundo real, y con equipos que puedan ser producidos a escala comercial rápidamente. Sin embargo, podría estar listo dentro de unos diez años. 
  
¿Existen en el cerebro otras “huellas” únicas, no vinculadas al lenguaje sino a otros procesos cognitivos, que también pudieran servir como identificativas de cada individuo? 
  
Cuando se accede al significado de una palabra, se accede a un tipo de conocimiento que es, al menos, parcialmente único, y que genera en el cuero cabelludo una gran cantidad de actividad eléctrica cerebral, fácilmente detectable. No sucede lo mismo con otros tipos de memoria por varias razones. Las regiones del cerebro en que esa información se almacena o la cantidad de cerebro implicada en dicho almacenamiento pueden hacer que sea que estas señales resulten más difíciles de detectar. 
  
¿La huella cerebral vinculada al lenguaje podría ser aprovechada tecnológicamente de alguna otra forma? 

Uno de los muchos usos posibles de este tipo de tecnología sería ayudarnos a entender cómo y cuando el cerebro almacena el conocimiento de una nueva palabra en la memoria semántica. Esto podría resultar muy útil para el desarrollo de planes educativos individuales para el aprendizaje de nuevas palabras por parte de los niños o para la enseñanza de una segunda lengua, directamente sobre la base de la evaluación de la actividad eléctrica que el cerebro genera al procesar cada palabra.

Por Yaiza Martines
Fuente/ Tendencias21

miércoles, 8 de julio de 2015

Científicos encuentran “eslabón perdido” que conecta el sistema inmune con el cerebro.

INCREÍBLEMENTE, SE OBSERVAN POR PRIMERA VEZ VASOS SANGUÍNEOS DESCONOCIDOS QUE CONECTAN AL SISTEMA INMUNE CON EL CEREBRO HUMANO

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Si bien sabíamos que existe un mecanismo de afectación entre el cerebro y el sistema inmune, por décadas se ha enseñado anatomía sin precisar cómo es que esto ocurre. Una importante investigación realizada por la Escuela de Medicina de la Universidad de Virginia ha encontrado el eslabón perdido para establecer esta conexión. Los investigadores hallaron vasos sanguíneos que, asombrosamente, no habían sido detectados en el mapeo del sistema linfático. El descubrimiento puede tener numerosas aplicaciones para tratar enfermedades neurológicas como el Alzheimer, el autismo o la esclerosis múltiple, todas las cuales tienen un fuerte componente de inflamación que las vincula con el sistema inmune. 
El hallazgo muestra que “el cerebro es un tejido que está conectado al sistema inmune periférico como todos los órganos a través de los vasos linfáticos meníngeos”, dijo el profesor Jonathan Kipnis. Esto permite modificar la forma en la que se percibe la interacción neuroinmune y abre las puertas para una nueva mecánica en el tratamiento. Un ejemplo de esto es el Alzheimer, enfermedad en la que se acumulan trozos de proteína en el cerebro que, Kipnis cree, no son eliminados apropiadamente por estos vasos linfáticos.
Estos vasos sanguíneos estuvieron ocultos hasta el desarrollo de un nuevo método de observación. “Pudimos localizar los vasos después de que Louveau desarrollara un método para montar meninges de un ratón –las membranas que recubren el cerebro– en una sola imagen de modo que pudieran ser examinadas en su conjunto”, explica Kipnis.
Esta conexión entre el sistema inmune y el cerebro debe sumarse a otros estudios que muestran una afectación bidireccional en la que el cerebro afecta también y es capaz de producir un mal funcionamiento del sistema inmune y, por ende, de diferentes partes del cuerpo. Según el doctor Steve Cole, de UCLA, experiencias negativas como un diagnóstico de cáncer, la depresión, el estrés, el trauma o el bajo estatus socioeconómico pueden afectar el perfil inmunológico de una persona, mientras que “las experiencias de felicidad y la percepción de esas experiencias en nuestro cuerpo” también producen cambios en nuestros mecanismos biológicos, en sentido opuesto. Cole cree que las experiencias positivas son capaces de “remodelar nuestra composición celular”. Esta conexión mente-sistema inmune se extiende también al ambiente: “La vieja forma de pensar era que nuestros cuerpos eran entidades biológicas estables, fundamentalmente separadas del mundo externo. La nueva forma de pensar es que hay mucha más permeabilidad y fluidez… nuestro cuerpo es literalmente producto del ambiente”.

fuente/Pijamasurf

lunes, 29 de junio de 2015

Un segundo cerebro funciona en el abdomen y regula las emociones. Mantenlo en buen funcionamiento con la dieta alcalina.

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Nota: Publicamos este interesante artículo sobre cómo el intestino delgado funciona como un “segundo cerebro” y es capaz de influir en las emociones, el estado de ánimo y el sueño. Si bien discrepamos en el enfoque biomédico para tratar ciertas dolencias y trastornos psicológicos, es muy interesante la evidencia de la conexión entre las emociones y el intestino.
De aquí se deriva que cuanto mejor funciona el sistema digestivo mejor será nuestro estado emocional y la calidad de nuestro sueño. Es por ello que seguir una dieta alcalina que mantenga el diseño alcalino del organismo, que evite la proliferación de parásitos (como las cándidas), y que facilite el tránsito intestinal, nos ayudará a sentirnos emocionalmente más estables y alegres. La salud intestinal favorecerá la salud emocional.
Poner en práctica los 4 pilares de la alcalinidad – (1) nutrición alcalina, (2) hidratación, (3) reminerlización y (4) desintoxicación- nos ayudará a conseguir una mayor estabilidad emocional dada esta conexión entre el intestino y el estado de ánimo. En concreto recomendamos el pHlush, un laxante natural, el cual deja el estómago y los intestinos alcalinizados y descongestionados. Es un excelente limpiador para los órganos de tu sistema digestivo, mejorando su vitalidad y funcionamiento.

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Un “segundo cerebro” funciona en el abdomen y regula emociones. Su red neuronal no elabora pensamientos, pero influye en el estado de ánimo y hasta en el sueño. Que se use la palabra “entripado” para referirse a un enojo podría no ser del todo metafórico.
Que el estómago “se cierre” en una situación estresante o que parezca poblado de mariposas ante el amor también tendría una explicación científica. El aparato digestivo está tapizado por una red de neuronas (células nerviosas) de tan amplio alcance que algunos científicos la han denominado “segundo cerebro”.
Ese cerebro, según estudios científicos recientes, influye en nuestro estado de ánimo, carácter y hasta en el ritmo de sueño.
Michael Gershon, investigador de la Universidad de Columbia, en los Estados Unidos, y autor de El segundo cerebro (The Second Brain), un libro de referencia en las investigaciones sobre el tema, explica que, conocido técnicamente como sistema nervioso entérico, el segundo cerebro está compuesto por capas de neuronas ubicadas en las paredes del tubo intestinal, y que contiene unos 100 millones de neuronas.
El pequeño cerebro que tenemos en las entrañas funciona en conexión con el grande, el del cráneo, y en parte, determina nuestro estado mental y tiene un papel clave en determinadas enfermedades que afectan otras partes del organismo.
Además de neuronas, en el aparato digestivo están presentes todos los tipos de neurotransmisores que existen en el cerebro. De hecho, el 95 por ciento de la serotonina, unos de los neurotransmisores más importantes del cuerpo, se encuentra en el intestino. Sin embargo, aunque su influencia es amplia, se deben evitar confusiones: el segundo cerebro no es sede de pensamientos conscientes ni de toma de decisiones .
Como puede leerse en una nota publicada por la revista de divulgación científica Scientific American , gran parte de la potencia neurológica del segundo cerebro se concentra en la ardua tarea diaria de la digestión.
Emeran Mayer, profesor de Fisiología, Psiquiatría y Ciencias del Bio-comportamiento de la Universidad de California, le dijo a esa publicación que una gran parte de nuestras emociones probablemente se vea influida por los “nervios de los intestinos”.
En el mismo sentido, Gershon afirma que el bienestar emocional cotidiano quizá también dependa de mensajes que el cerebro intestinal envía al cerebro craneano.
estado de ánimo
Guido Iantorno, jefe de la Unidad de Motilidad Digestiva del Hospital Bonorino Udaondo, le explicó a Clarín que, aunque de modo indirecto, a través del eje cerebro-intestinal, el sistema nervioso entérico puede influir en situaciones emocionales y en otros síntomas como la hipersensibilidad al dolor.
Cuenta Iantorno que mediante tomografías computarizadas por emisión de positrones pudo comprobarse que, ante un estímulo en el intestino, en las personas con afecciones funcionales del aparato digestivo reacciona un sector del cerebro diferente del que reacciona en personas sanas.
“Esto significa que la corteza cerebral responde de diferente modo si se padece, por ejemplo, el síndrome de colon irritable”, dice Iantorno.
Algunos científicos piensan que en un futuro, algunos padecimientos intestinales podrían tratarse con terapias aplicadas a nivel neuronal. De hecho, el síndrome de colon irritable en parte deriva de un exceso de serotonina en el intestino, y quizá podría ser considerado una “enfermedad mental” del segundo cerebro.
Los trabajos de Mayer con el sistema nervioso del intestino lo han llevado a pensar que, en los próximos años, la psiquiatría tendrá que ampliar su alcance para tratar el segundo cerebro además del que está sobre los hombros.
bienestar alkaline care
Consultado por Clarín vía correo electrónico, el científico Michael Gershon contó que ahora se sabe además que en el intestino hay células madre adultas que pueden reemplazar a las neuronas que mueren o son destruidas. Además, afirmó Gershon:

“El sistema nervioso entérico le habla al cerebro y este le responde. El intestino puede afectar el humor, y la estimulación del nervio principal que conecta al cerebro con el intestino (el vago) puede ayudar a aliviar la depresión, y es usado para tratar la epilepsia”.
Para Gershon, el segundo cerebro tiene un papel en la mayoría de las cosas que enferman al intestino , desde el síndrome de colon irritable hasta las enfermedades relacionadas con la inflamación del intestino. “Uno no puede vivir sin su sistema nervioso entérico. Hasta la constipación de la tercera edad es un problema del segundo cerebro. Necesitamos saber más sobre él para tener mayor información sobre cómo abordar muchos de los males más comunes de la humanidad”, le dijo el experto a Clarín
Fuente: el Blog de Camilo Acosta

lunes, 22 de junio de 2015

Los cerebros emocionales son físicamente distintos de los racionales.

Un estudio revela variaciones en la densidad de la materia gris en personas con más empatía cognitiva, en comparación con individuos con más empatía afectiva.




Empatía, según la definición más extendida, es la habilidad que posee un individuo de percibir los pensamientos y sentimientos de otros, lo que genera sentimientos de simpatía, comprensión y ternura. 

Sin embargo, la empatía no es siempre igual: hay una empatía más emocional y otra más racional. La primera es la que nos hace llorar viendo una escena triste en el cine o asustarnos mucho ante una película de terror. La segunda es la que siente, por ejemplo, un psicólogo, cuando debe aconsejar a su paciente. 

Según un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Monash, en Australia, que seamos más propensos a un tipo de empatía u otro depende de las características de nuestro cerebro. 

Diferencias en la sustancia gris 

La investigación ha revelado, más concretamente, que existen diferencias físicas entre los cerebros de las personas que responden emocionalmente a los sentimientos de los demás (que despliegan más empatía afectiva) y los cerebros de aquellas que responden de forma más racional (que despliegan más la empatía cognitiva). 

Estas diferencias consisten en variaciones en la densidad de la materia gris en determinadas áreas cerebrales. Las vaiaciones fueron detectadas gracias a una técnica de análisis de neuroimagen que permite la investigación de diferencias focales en la anatomía del cerebro: la morfometría basada en voxel (VBM)

Con la VBM, los científicos australianos examinaron el grado de densidad de materia gris en 176 participantes, a los que además evaluaron sobre sus niveles de empatía cognitiva y de empatía afectiva o emocional. 

Dirigidos por Robert Eres, de la Escuela de Ciencias Psicológicas de dicha Universidad, los investigadores obtuvieron los siguientes resultados: aquellas personas con altas calificaciones en empatía afectiva presentaron una mayor densidad de materia gris en la ínsula, que es un área cerebral situada justo en "medio" del cerebro que se está convirtiendo en un foco de atención por su función en la experiencia subjetiva emocional. 

Por otro lado, se constató que aquellos participantes que obtuvieron calificaciones más altas en empatía cognitiva tenían una mayor densidad de materia gris en el córtex cingulado medio (CCM),  una zona superior del cuerpo calloso, que conecta los dos hemisferios del cerebro. 

"En conjunto, estos resultados proporcionan validación de que la empatía está formada por múltiples componentes, y sugieren que las empatías afectiva y cognitiva están representadas de manera diferencial en la morfometría cerebral. También proporcionan evidencias de que la empatía está representada por diferentes correlatos neurales y estructurales",  señalan los investigadores en  un comunicado de la Universidad de Monash.

Cuestiones abiertas 

Dada la plasticidad cerebral, los hallazgos realizados plantean una serie de cuestiones: ¿Pueden incrementarse algunos tipos de empatía mediante ‘entrenamiento’ cerebral? ¿Se puede perder capacidad empática como consecuencia de cambios o condiciones en el cerebro?    

En lo que respecta a la primera cuestión, parece que sí, que la empatía se puede “entrenar”.  Por ejemplo, está constatado, que los padres de niños recién nacidos que se implican en el cuidado de sus hijos desarrollan una mayor empatía hacia estos, lo que les permite ajustarse más a sus necesidades. En este caso, la hormona oxitocina (o “del amor”) jugaría un papel clave en la transformación omoldeado del cerebro para tal fin.   

Por otra parte, se ha demostrado que la empatía se puede potenciar artificialmente, con resonancias magnéticas. Esto lo han conseguido científicos brasileños con una sofisticada herramienta computacional que permite modular la actividad cerebral relacionada con emociones de afiliación, y mejorarla.  

En cuanto a la segunda cuestión, si las personas pueden perder (o no tener)  capacidad empática como consecuencia de una condición cerebral, este punto se ha estudiado a fondo con los psicópatas, que son individuos incapaces de empatizar con otros. 

Así, a principios de 2015, un estudio de la Universidad de Montreal (Canadá) demostró que en los cerebros de estas personas  se da una reducción del volumen de sustancia o materia gris en la corteza prefrontal anterior y en unas zonas de los lóbulos temporales del cerebro. Todas estas áreas ya habían sido relacionadas con la empatía. 

En la investigación también se detectaron anomalías en las fibras nerviosas de la sustancia blanca presente en el cíngulo posterior, que une la corteza cingulada posterior con la corteza prefrontal medial. Esta área, además de asociarse con la empatía como las anteriores, también está vinculada al aprendizaje a partir de recompensas y castigos. 

Robert Eres y su equipo planean ahora profundizar en la causalidad: probar si la realización de tareas relacionadas con la empatía puede provocar cambios en las estructuras cerebrales mencionadas; y si lesiones en dichas estructuras, como consecuencia de un derrame cerebral, por ejemplo, pueden ocasionar una pérdida de empatía, como sucede en el caso de los psicópatas.

Referencia bibliográfica: 

Robert Eres, Jean Decety, Winnifred R. Louis, Pascal Molenberghs. Individual differences in local gray matter density are associated with differences in affective and cognitive empathy. NeuroImage  (2015). DOI: 10.1016/j.neuroimage.2015.05.038. 

fuente/Yaiza Martínez/Tendencias21

viernes, 12 de junio de 2015

CIENTÍFICOS RUSOS DEMUESTRAN QUE EL ADN PUEDE SER MODIFICADO MEDIANTE SONIDOS Y FRECUENCIAS.

ADN2

Tras estudiar a fondo el ADN un grupo de investigadores rusos formados por científicos de diversas especialidades -entre ellos genetistas y lingüistas- ha llegado a la conclusión de que puede ser modificado mediante sonidos y frecuencias y, por tanto, ¡por las palabras! Los lingüistas rusos descubrieron que el código genético -especialmente en la parte menos estudiada hasta ahora- sigue las mismas reglas de todas las lenguas. El poder de la palabra sobre la salud, sostenido durante milenios por diversas corrientes de pensamiento, quedaría así confirmado.

En esta ocasión, los armónicos y las resonancias, han sido objeto detallado de estudio por el “Institute Control of Sciences Russian Academy of Sciences de Moscow.” y el Instituto “Lebedev“.

EL ADN: UN BIOORDENADOR POR ONDAS

Konstantin Korotkov, catedrático de la Universidad de San Petesburgo y diseñador de la cámara especial GDV (Gas Discharge Visualization) que permite visualizar el aura de un ser vivo e interactuar sobre ella para prevenir enfermedades (vea en el apartado Ciencia y Conciencia de nuestra web los artículos publicados al respecto en los números 24 y 27 con los títulos “El estudio científico del cuerpo energético” y “La investigación científica del aura y la prevención de enfermedades”) contaba hace poco a nuestro compañero Fernando Sánchez Quintana que durante la guerra fría participó como científico en proyectos militares clasificados como “alto secreto”. Uno de ellos consistía en enviar un enorme submarino nodriza hasta la costa de Estados Unidos que debería dejar caer desde el interior, antes de retirarse, otro submarino más pequeño con los motores y sistemas eléctricos apagados hasta que se posara, merced a su propio peso, en el fondo del océano. Allí debería esperar la eventualidad de que la guerra comenzara y lanzar entonces sus ojivas nucleares. Llegado el momento, el submarino recibiría una orden telepática que activaría el sistema de lanzamiento. Korotkov participó en aquel proyecto porque había inventado un sensor de agujas de wolframio capaz de medir la capacidad de una persona para comunicarse mentalmente.

Según su testimonio, tras un año de pruebas el proyecto fue suspendido porque “sólo” se alcanzó un 95% de aciertos en las transmisiones telepáticas y eso era mucho dado el objetivo final. Los científicos rusos siempre han demostrado ser más prácticos y menos dogmáticos. Los demás que sigan discutiendo si existen o no ángeles: ellos los buscan.
Pues bien, algo similar ha hecho el biofísico y biólogo molecular Peter P. Gariaev y otros colegas suyos del Institute Control of Sciences Russian Academy of Sciences en Moscú.

Mientras los investigadores occidentales se centraban sólo en el 10% de nuestro ADN -la parte donde se localiza la producción de proteínas- ellos han buscado en el 90% restante porque no les resultaba creíble que millones de años de evolución hubieran hecho más importante la parte que el todo. Obviamente, sus experimentos ofrecen una visión absolutamente diferente del código genético y de la función del ADN.

Así, su trabajo presenta a nuestro ADN como un bioordenador capaz de recoger y transmitir información de su entorno a través de ondas a partir de las cuales pueden modificarse los patrones de comportamiento de las células. Tal y como recogen Gariaev y sus colaboradores enThe DNA-wave Biocomputer los experimentos llevados a cabo en Moscú en el Institute of Control Sciences, en Wave Genetics Inc., así como otros trabajos teóricos les han llevado a las siguientes conclusiones:

1º.-La evolución ha creado en los biosistemas -organismos vivos- “textos genéticos” articulados de acuerdo a patrones semejantes al conjunto de normas y reglas subyacentes en todas las lenguas humanas en los que los nucleótidos del ADN, dotados de frecuencias cargadas de información, juegan el papel de caracteres. Y a partir de esos “textos genéticos” se van conformando los distintos procesos orgánicos, Siendo pues el ser humano, en definitiva, un “bello discurso” de la Naturaleza.

2º.-El aparato cromosómico actúa como antena de recepción y transmisión de “textos genéticos”, los descifra, los codifica y los reenvía.

3º.-Y aun más, los cromosomas de los organismos multicelulares constituyen. en forma replegada. una puerta holográfica (capaz de reproducir la imagen de todo el organismo en cada una de su partes) abierta al espacio y al tiempo.



EL CÓDIGO GENÉTICO, NUESTRA PRIMERA LENGUA

Para su estudio del ADN, Gariaev -director del Instituto de Biología y Medicina por Ondas en Moscú y miembro de la Academia Rusa de Ciencias Naturales, de la Academia Rusa de Ingenierías y Medicina, y de la Academia de Ciencias de Nueva York- se rodeó de físicos del renombrado Instituto Lebedev: biólogos moleculares, biofísicos, genetistas, embriólogos y lingüistas. Y desde ese campo comenzaron a llegar las sorpresas…

Como se sabe, la Lingüística es la ciencia de la estructura de los idiomas. Investiga no sólo los idiomas naturales que se desarrollaron en las distintas naciones y culturas sino también los idiomas artificiales usados; por ejemplo, para programar los ordenadores. Bueno, pues a partir del estudio comparado de la semántica, la sintaxis, las bases de la gramática y otros aspectos del estudio de las lenguas con la configuración del código genético y la síntesis de proteínas llegaron a la conclusión de que éste comparte con nuestros idiomas las mismas reglas. No con los idiomas locales sino a un nivel más profundo donde todas las lenguas presentan estructuras comparables a la hora de unir caracteres para formar mensajes inteligibles. Una relación que puede que nos extrañe menos si ponemos en relación el lenguaje de los propios lingüistas con el de los biólogos y vemos que, por ejemplo, definen el fonema como la unidad mínima de una lengua que no se deja analizar en unidades más pequeñas (nucleótido) y cuya función se define a través de:

a) Su expresión. Que es la materialización de los mismos (el sonido vibracional, la onda)
b) Su forma. Que es el lugar que ocupan en el sistema (la cadena de ADN). Y,
c) Su contenido. Que será el papel que puedan desempeñar dentro de la economía gramatical de una lengua (la formación de determinadas proteínas en función de sus relaciones).

También han descubierto que la inteligencia subyacente en los procesos que dan lugar a una lengua se da ya en la interrelación y elección de compañeros para la síntesis de proteínas a nivel del ADN.
Si el ADN y el código genético existían ya antes de que los primeros humanos dijeran una sola palabra articulada es fácil deducir que cada lengua se desarrolló a partir del modelo básico existente en la estructura de nuestro código genético siendo éste la fuente de todas las lenguas. Esto no quiere decir que la capacidad de hablar sea sólo un efecto secundario de las proteínas elaboradas por algunos genes sino que el orden de los nucleótidos en el ADN sigue un plan inmaterial inteligente que ha sido imitado en la estructura de nuestros idiomas. “A través de una señal láser y sus campos electroacústicos solitónicos -podemos leer en The DNA-wave Biocomputer”- es como el gen ‘lee y entiende’ estos textos de manera similar al pensamiento humano. Pero a su propio nivel genómico de ‘razonamiento’. Esto significa que los textos humanos (independientemente del idioma usado) y los textos ‘genéticos’ tienen características matemático-lingüísticas y entrópico-estadísticas similares, y donde en caso de los textos ‘genéticos’ los caracteres se identifican con los nucleótidos”. En otras palabras, si el ADN entiende ciertas frecuencias entonces puede establecerse un tipo de intercambio de información con él.

DE LA TEORÍA A LA PRÁCTICA

Hay que agregar que para probar el alcance de su teoría el equipo de Gariaev realizó experimentos modulando ciertos patrones de frecuencia ¡y consiguió reparar cromosomas dañados por rayos X! Tal y como explican Grazyna Fosar y Franz Bludorf en su libro Vernetzte Intelligenz -en el que se ocupan ampliamente de las investigaciones de Gariaev- llegaron incluso a capturar patrones de información de un ADN y lo implantaron en otro reprogramando así las células de éste De esa manera consiguieron ¡transformar embriones de rana en embriones de salamandra! Insistimos: simplemente transmitiéndoles nuevos patrones de información del ADN. Un proceso que se realizó sin los efectos colaterales derivados de la manipulación directa de los genes.

Pues bien, los investigadores rusos están convencidos de que armonizando los sonidos que emitimos -es decir, palabras- en una determinada frecuencia se puede llegar a influir en el ADN. Ello quizás pudiera explicar los sensacionales descubrimientos del investigador japonés Masaru Emoto (vea el artículo La estructura del agua cambia con el sonido, las emociones y los pensamientos publicado en el nº 52) quien ha demostrado -a través de experimentos repetibles y acompañados de gran cantidad de imágenes gráficas- cómo las palabras y la música son capaces de alterar la estructura molecular del agua. También podríamos entender mejor cómo el sonido de los cuencos de cuarzo puede curar el cáncer (vea en nuestra web el artículo La curación mediante el sonido de cuencos de cuarzo que publicamos en el nº 35). Recordemos también a este respecto que el doctor Mitchell L. Gaynor -director del Departamento de Medicina Oncológica e Integrativa del Centro Strang-Cornell para la prevención del cáncer de Nueva York- afirmó haber utilizado terapéuticamente con éxito el sonido obtenido en los cuencos de cuarzo en cientos de pacientes. Hablamos, en definitiva, de la posible explicación del poder de la Musicoterapia pero también de por qué funcionan las afirmaciones positivas, los mantras, las inducciones hipnóticas y, por supuesto, la oración. Recordemos que desde hace miles de años los maestros espirituales vienen insistiendo en la posibilidad de alcanzar a través de la oración, la repetición sistemática de palabras o frases -mantras- o los estados alterados de conciencia la posibilidad de actuar sobre la propia salud y la de los demás. El problema es encontrar las frecuencias con las que entrar en resonancia con nuestro propio yo interior -¿nuestro propio ADN?- porque, tal y como han demostrado los mencionados científicos rusos, la vibración y el lenguaje en lugar del arcaico proceso de cortar y pegar puede llevar a triunfar a lo que podríamos denominar la genética de ondas. Ahora bien, ¿se pueden obtener las claves de tan especial “gramática”?.

UNA ANTENA GIGANTE

Hay que decir que la base de todo este complejo proceso de intercambio de “textos” en forma de sonidos está, según comprobaron Gariaev y sus colegas mediante experimentos, en la naturaleza vibracional. Concretamente, el ADN se expresa -según los investigadores rusos- a través de ondas solitónicas, ondas que pueden almacenar información durante mucho tiempo y son capaces de propagarse sin deformarse a grandes distancias en medios no lineales. Cuando hablamos de información pensemos que a diario las ondas de radio y televisión, por ejemplo, trasladan información de un lado a otro. Pero para hacernos una idea de la capacidad de las ondas solitónicas recordemos que ya en 1988 Thierry Georges y su equipo del Centro de Investigación y Desarrollo de France Telecom combinaron ondas solitónicas de diferentes longitudes para realizar una transmisión superior a un terabit por segundo (1.000.000.000.000 bits / segundo).

“La mayoría -explica Gariaev- intenta entender los principios del ordenador biológico que es el ADN a través de una fijación exclusiva a las reglas del ADN de Watson, Crick y Chargaff: la igualdad entre las bases adenina-timina, guanina-citosina. ¡Y eso es correcto pero no suficiente! El ADN cromosómico en los sistemas vivos tiene atributos de onda que nos llevan a una dimensión desconocida. El ‘muy conocido’ código genético es tan sólo la parte del código referida a la síntesis de proteínas… y nada más. Pero los cromosomas trabajan como ordenadores solitónicos holográficos bajo la influencia de radiaciones láser endógenas del ADN”.

Las consecuencias de todo esto son tan incomprensibles como simples y lógicas: si uno modula un láser con una determinada frecuencia puede afectar con ella la información de las ondas del ADN y, así, la información genética en sí misma.

Para ello el ADN funciona como una antena cuyas características técnicas vienen determinadas por su tamaño. La molécula extendida tiene alrededor de dos metros de larga y una frecuencia natural de 150 megahertzios. Curiosamente esta frecuencia está exactamente en la banda utilizada por el radar humano para las telecomunicaciones e ingeniería de microondas. Es decir, que nosotros usamos exactamente el mismo rango de frecuencia para recibir y emitir señales a nivel de ADN que en nuestra tecnología. Singular “coincidencia”.
Además el ADN puede también almacenar ondas armónicas de 150 megahertzios. Lo mismo que la luz visible. La 22 octava de 150 megahertzios queda directamente en este rango… y el color de esta radiación lumínica es el azul. ¿Será también una coincidencia que la radiación solar se descomponga en la atmósfera terrestre de tal manera que nosotros vivimos en un mundo con el cielo azul?

Es decir, el ADN -según las investigaciones científicas de los rusos- no sólo puede resultar afectado por la radiación electromagnética de forma dañina -algo que ya sabíamos- sino que también puede ser alterado en la dirección contraria con la radiación adecuada porque, en el fondo, para ello somos portadores de un microchip electrobiológico, un superconductor que toma la información electromagnética del ambiente, la almacena y posiblemente después de codificarla puede también emitirla. Este hecho abre posibilidades desconocidas hasta ahora para la medicina. Porque con los dispositivos adecuados, igual que ahora aplicamos corrientes electromagnéticas para ayudar a la recuperación de una lesión ósea o muscular… en el futuro podremos actuar sobre el metabolismo celular y desarrollar nuevas terapias contra las grandes enfermedades. Hasta la reparación de defectos genéticos sería posible sin los riesgos y los efectos secundarios de los procedimientos actuales.

UNA PUERTA AL ESPACIO Y EL TIEMPO

Bien, pues con resultar increíbles las posibilidades de los descubrimientos realizados por los investigadores rusos aún existen otros descubrimientos que nos sitúan al borde mismo de la Imaginación -con mayúsculas- porque nos hablan de una comunicación a nivel cuántico de nuestro ADN que rompería las barreras del espacio y del tiempo lo que confirmaría la visión holística de un ser humano interrelacionado con todo y con todos.

Los científicos rusos descubrieron con sus experimentos que la oscilación vibratoria de nuestro ADN puede causar patrones de perturbación en el vacío produciendo así agujeros de gusano magnetizados, equivalentes microscópicos de las perturbaciones Eisntein-Rosen formadas en las inmediaciones de los agujeros negros. Y recordemos que los agujeros de gusano son considerados por la Física teórica como túneles que conectan áreas completamente diferentes del universo a través de los cuales se puede transmitir información fuera del espacio y del tiempo. Pues bien, a través de los agujeros de gusano microscópicos el ADN podría atraer información de más allá del vacío e incorporarla a nuestra conciencia. En la Naturaleza, la hipercomunicación se ha venido produciendo con éxito durante millones de años. El comportamiento social de los insectos podría servirnos de prueba, como bien recuerdan los ya mencionados Grazyna Fosar y Franz Bludorf. Cuando una hormiga reina es separada “espacialmente” de su colonia la construcción continúa de acuerdo a lo planeado. Sin embargo, si se mata a la reina se detiene todo el trabajo en la colonia. Ninguna hormiga sabe qué hacer. Aparentemente la reina es la portadora de los “planes de construcción” y los envía incluso desde muy lejos por medio de la “conciencia grupal” de sus súbditos. Ella puede estar tan lejos como quiera… en tanto esté viva.

En el hombre tenemos ejemplos que hasta ahora han sido considerados más o menos anecdóticos y que podrían referirse a este tipo de hipercomunicación que normalmente es experimentada como inspiración o intuición. El químico ruso Dimitri Mendeleyev aseguraba que había visto en sueños la clave para la organización de la tabla periódica de elementos. El también químico Friedrich Kekulé mantenía que había deducido la estructura hexagonal de la molécula del benceno después de soñar con una serpiente que se mordía la cola. Igor Stravinsky escuchó en su cabeza mientras dormía La consagración de la primavera; Giuseppe Tartini, su sonata El trino del diablo interpretada por el propio Satanás. Y fue un sacerdote asirio quien reveló en sueños al historiador Herman Hilprecht la traducción exacta de la inscripción cuneiforme de la llamada “piedra de Nebuchadnezzar”.

Cabe añadir que cuando la hipercomunicación tiene lugar uno puede observar fenómenos especiales en el ADN. Los científicos rusos irradiaron muestras de ADN con luz láser en cámaras especiales. En la pantalla se formó un patrón de ondas típico. Y cuando retiraron la muestra de ADN los patrones de onda no desaparecieron: permanecieron. Bien, pues muchos experimentos de control demostraron que el patrón seguía proviniendo de la muestra retirada cuyo campo energético aparentemente subsistía por sí mismo. Este efecto fue denominado “efecto del ADN fantasma”. Se supone que la energía del espacio exterior y del tiempo todavía fluye a través de los agujeros de gusano después de retirar el ADN. Vladimir Poponin, físico cuántico reconocido mundialmente por sus estudios sobre las interacciones entre los campos electromagnéticos y los sistemas biológicos e investigador del Biochemical Physics of the Russian Academy of Sciences se refería así a ese efecto fantasma: “Después de reproducir esto muchas veces y verificar el equipo de todas las maneras concebibles nos vimos obligados a aceptar la hipótesis de trabajo de que alguna nueva estructura de campo estaba siendo excitada desde el vacío físico. Y lo denominamos ‘ADN fantasma” para dar énfasis a que su origen está relacionado con el ADN físico. No hemos observado ese efecto todavía con otras sustancias en la cámara. Después de ese descubrimiento iniciamos un estudio más riguroso y continuo de estos fenómenos. Y nos encontramos que con tal de que el espacio de la cámara no se perturbe se puede medir ese efecto durante largos periodos de tiempo. Lo hemos observado durante un mes en varios casos. Es importante dar énfasis a que dos condiciones son necesarias para observar el ADN fantasma. El primero es la presencia de la molécula de ADN y la segunda es la exposición del ADN a una débil radiación de láser coherente. Esta última condición puede darse con dos frecuencias diferentes de radiación del láser. Quizás el hallazgo más importante de estos experimentos es que proporcionan una oportunidad de estudiar la subestructura del vacío bajo perspectivas estrictamente científicas y cuantitativas. Es posible debido a la habilidad intrínseca del campo fantasma de acoplarse con los campos electromagnéticos convencionales”.

Esto implica que en ese acoplamiento podría producirse una transmisión de información desde lo que hoy consideramos “vacío”. Se abre así todo un mundo de maravillas. De hecho, podría estar sucediendo que nuestro ADN estuviera recibiendo desde el primer día sus “instrucciones de montaje” desde más allá del espacio y del tiempo conocido, desde el vacío o más allá si lo hay. Y a partir de esas instrucciones la naturaleza holográfica del ADN iniciaría el proceso de organización.

“Los solitones del ADN -puede leerse en DNA-wave Biocomputer- tienen dos tipos conectados de memoria. El primero involucra la capacidad de los sistemas no lineales para recordar modos iniciales de energetización y repetirlos periódicamente. Los cristales líquidos de ADN dentro de la estructura del cromosoma forman un sistema no lineal. El segundo es el del ADN total en un organismo. Tal memoria es un aspecto no localizado del genoma. Es cuasi-holográfico/fractal y tiene que ver, como es el caso para cualquier holograma o fractal, con la propiedad fundamental del biosistema, es decir, su habilidad de restaurar el todo a partir de una parte. Esta propiedad es bien conocida. Recordemos el crecimiento de las plantas dañadas, la regeneración de la cola de un lagarto…)”.

Peter Gariaev (International Center for Wave Genetics).
Web: http://www.self-managing.net/genetica/

fuente/BIOTMR

Biodescodificación y Técnicas de Música Resonante.