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jueves, 16 de abril de 2015

La “hormona del amor” transforma el cerebro célula a célula.


Un estudio demuestra que actúa sobre neuronas individuales, para impulsar el aprendizaje de ciertos comportamientos sociales, como el cuidado de la descendencia.


El cerebro sigue siendo un órgano dinámico, incluso cuando ya somos personas mayores, ha demostrado la neurología. Esos cambios se producen, principalmente, como respuesta a las transformaciones de nuestro entorno o a las experiencias que vamos viviendo. También por efecto de unas “escultoras” del cerebro muy eficientes: las hormonas. 

Entre ellas, la oxitocina juega un importante papel. También conocida como “hormona del amor”, esta sustancia promueve el vínculo de las parejas, el amor de las madres a sus hijos e incluso la fidelidad de los hombres hacia sus mujeres. Asimismo, se ha demostrado que ayuda a recuperarse del miedo condicionado e incluso que nos puede volver más empáticos y receptivos a otras personas. 

¿Cómo consigue estos efectos? Un equipo de neurocientíficos del NYU Langone Medical Center de EEUU ha descubierto que lo hace actuando sobre células cerebrales individuales.

Oxitocina en las células cerebrales 

Para llegar a este hallazgo, los investigadores analizaron específicamente un comportamiento social: el vínculo madre-hijo. Lo hicieron en modelos de ratón, con ratones hembra que no tenían crías. 

El experimento consistió en inducir, en el cerebro de estos ejemplares, la liberación de oxitocina. Al hacerlo, los animales se volvieron “sensibles” a las necesidades de las crías de otras hembras (comenzaron a escuchar cualquiera de los sonidos que estas produjeran y a atender sus necesidades), informa el NYU Langone Medical Center en un comunicado.   

Pero, además de constatar este cambio –que fue permanente- en el comportamiento de las hembras de ratón, los científicos rastrearon la oxitocina en las células individuales de sus cerebros. Lo hicieron usando un anticuerpo desarrollado en el mismo centro, y que se unía específicamente a las proteínas de los receptores de oxitocina presentes en cada neurona. De este modo, pudieron observar al microcoscopio las células a nivel individual. 

Así descubrieron que la oxitocina funciona “como amplificador y supresor de las señales neuronales en el cerebro”, y que “aumenta la intensidad del procesamiento cerebral de la información social”, explica Robert Froemke, uno de los autores de la investigación. 

También cambia el cerebro de los padres 

Una investigación realizada en 2014 por científicos del Functional Brain Center, del Wohl Institute of Advanced Imaging y del Tel-Aviv Sourasky Center, todos ellos en Israel, reveló que los cerebros de los hombres que se implican en la crianza de sus bebés también sufren importantes transformaciones, gracias, entre otros factores, a la oxitocina.   
  
En concreto, el estudio constató que los padres que cuidan a sus hijos presentan una mayor activación en circuitos corticales relacionados con la oxitocina; y también en la amígdala (cuyo papel principal es el procesamiento y almacenamiento de reacciones emocionales) y el surco temporal superior (STS), un área que permite interpretar las emociones ajenas.


Referencia bibliográfica:
 
Bianca J. Marlin, Mariela Mitre, James A. D’amour, Moses V. Chao, Robert C. Froemke. Oxytocin enables maternal behaviour by balancing cortical inhibitionNature (2015). DOI: 10.1038/nature14402.  

fuente/ Tendencias21

jueves, 22 de enero de 2015

¿Qué sabes de disruptores endocrinos?

Muere la científica que nos alertó del riesgo de las sustancias que enloquecen nuestras hormonas: Theo Colborn.

Las generaciones venideras, una vez que la Humanidad se haya librado (esperemos) de la tóxica frivolidad que hoy la narcotiza, y que es la mayor peste que la azota, deberán tener muy en cuenta el nombre de Theo Colborn.

Esta científica norteamericana, que ha fallecido estos días a los 87 años de edad, pasará a los anales como una pionera que, de forma contundente, intentó abrir los ojos de unas masas humanas durmientes acerca de uno de los mayores retos ambientales y sanitarios a los que hoy nos enfrentamos. El de unas sustancias que todos tenemos ya en nuestros cuerpos y que pueden estar comprometiendo seriamente nuestra salud y la de la Naturaleza. Estas sustancias son los llamados disruptores endocrinos, sustancias capaces de alterar, con frecuencia a concentraciones bajísimas, nuestro sistema hormonal, induciendo o favoreciendo así las más variadas alteraciones, desde infertilidad a cánceres, pasando por diabetes, obesidad, malformaciones, reducción de la inteligencia....

Hoy, décadas después de aquella alerta pionera de Theo Colborn, decenas de miles de estudios científicos han desvelado más y más datos sobre esta preocupante amenaza que está muy lejos de ser una hipótesis sino que es una realidad sobradamente confirmada.

Uno de los mayores logros divulgativos de Theo Colborn, fue el libro Nuestro Futuro Robado

No en balde, en estos momentos, por ejemplo, se libra una monumental batalla en la Unión Europea, ya que se intenta que ese conocimiento científico sirva para establecer unas normas que reduzcan o eliminen nuestra exposición a los centenares de sustancias que hasta ahora se sabe que pueden tener capacidad de alterar nuestro equilibrio hormonal. Pero claro, la industria química (en especial la dedicada a fabricar pesticidas) se opone. Incluso, en estos momentos, hay abierta una consulta pública para que participen los ciudadanos de la UE y puedan así mostrar que este es un tema que les preocupa.

Lamentablemente, es probable que si fuese una encuesta sobre qué futbolista merece ganar el balón de oro más gente se hubiese enterado. Cuanto más frívolo es un asunto tanto más eco se hacen del él los medios y con más fruición lo acogen las masas.

Poca gente se ha enterado de la existencia de tal consulta, a pesar de que a lo mejor el tema tiene que ver con que cada vez haya más mujeres con cáncer de mama o que, entre otras cosas, cada vez los hombres tengan menos espermatozoides. Debe ser que es más importante el fútbol o la Pantoja que el que pueda llegar el caso de que un día aquí no haya apenas quien pueda tener hijos sin reproducción asistida (o ni incluso con ella ).

Aquí todo el mundo sabe quíen es Belén Esteban pero casi nadie Theo Colborn. Y en ese tipo de pecados está la penitencia que representan muchos de los males que sufrimos.

Casi nadie se ha enterado, decía, de esa encuesta europea, en la que veremos cuantos españolitos participan. Probablemente no sean tantos como los que participaron en la designación del Chiquilicuatre para participar en el festival de Eurovisión.

Aunque, todo hay que decirlo, las autoridades de la UE tampoco es que se hayan esforzado en divulgarlo demasiado y además han elaborado un tipo de encuesta enrevesada que casi era imposible de rellenar por un ciudadano de a pie. Por ello una serie de organizaciones han creado una plataforma más sencilla e inteligible, para que la voz de los ciudadanos se pueda hacer oir. Para que a Europa llegue la voz de la calle diciendo: "este es un tema que preocupa a los ciudadanos, así que escuchen lo que dice la Ciencia y no solo a unas cuantas grandes empresas".

Lamentablemente, Theo Colborn, que estaba muy al tanto de todas estas cosas, no podrá ya saber qué se decidirá en Europa y si, como ella quería, se hará caso o no de la voz de la ciencia, anteponiendo la defensa de la salud al dinero (o si será al contrario).

Al menos, sí que vio, por ejemplo, como la Organización Mundial de la Salud se sumó al clamor científico sobre los riesgos de estas sustancias con unos importantes informes que presentó hace menos de dos años, instando a los gobiernos a actuar reduciendo la exposición humana a estos compuestos químicos.

Con independencia de lo que hagan finalmente los gobiernos, mucho de lo que hoy está pasando en este tema, que ha merecido una enorme atención por parte de la comunidad científica, forma parte del legado de científicos pioneros como esta zoóloga presidenta y fundadora de The Endocrine Disruption Exchange (TEDX), entidad que hace un seguimiento de estas cuestiones desde su base en Paonia, un pueblo de las Montañas Rocosas, no lejos del río Colorado.

Uno de los mayores logros divulgativos de Theo Colborn, fue el libro Nuestro Futuro Robado que realizó en colaboración con otro científico, Pete Myers, y una periodista, Dianne Dumanosky. Un hito en la difusión de estos asuntos.

En Nuestro Futuro Robado, que pude leer hacia mediados de los años noventa, antes de que se publicara su edición en castellano, el lector hace un viaje alucinante al mundo de los horrores que la química sintética está produciendo en la Naturaleza. Se siente uno ante algo verdaderamente revelador e inquietante. Un poco como Neo, en la parte primera de Matrix, cuando elige la pastilla roja.

El libro nos cuenta con todo lujo de detalles como la comunidad científica comenzó a ver cosas que nunca antes habían sido vistas. Como si fuese una especie de novela policiaca, pero con todo el rigor científico, hace un repaso de muchos de los hallazgos que conmovieron a los investigadores, poniéndonos sobre la pista de los riesgos de la alteración hormonal que podían inducir las sustancias contaminantes. Una pista que, partiendo de las especies silvestres, acabaría llevándoles al descubrimiento de efectos similares en la especie humana. Porque las especies silvestres, no dejan de ser, al fin y al cabo, sino "centinelas" de la salud humana.

Nuestro Futuro Robado nos habla del asombro con el que los científicos comenzaron a ver aquellas extrañas alteraciones nunca antes vistas, en la Naturaleza. Como aquellos investigadores que vieron como las gaviotas de los contaminados Grandes Lagos, tenían pollos con graves malformaciones, nidos cuyos huevos nadie incubaba, parejas homosexuales... De modo parecido, en California, hallaron gaviotas macho que tenían oviducto, esto es, el canal por el que las hembras ponen los huevos. En Florida, los científicos que estudiaban los caimanes de un lago vieron que el 40% de ellos no eran ni hembras ni machos, sino mixtos. También, buena parte de las tortugas de orejas rojas de la misma masa de agua se habían convertido en hermafroditas. Incluso las panteras de Florida arrostraban problemas: machos feminizados, con abundantes criptorquidias, con espermatozoides venidos a menos, con un sistema inmunológico trastocado... En los ríos británicos, por su parte, también se daban casos de hermafroditismo y un alto porcentaje de feminización en los machos. Y en el Río San Lorenzo (Canadá) las belugas, además de casos de hermafroditismo, tenían el sistema inmunológico devastado. Infecciones generalizadas, neumonía, úlceras intestinales, estomacales, esofágicas y bucales, se cebaban en ellas. Además sufrían una alta tasa de cánceres de mama y de trastornos endocrinos, como el hipertiroidismo. En el Ártico, los osos polares sufrían problemas reproductivos. Y tras estas y otras muchas cosas de las relatadas en Nuestro Futuro Robado, aparecían siempre una serie de sustancias contaminantes: los llamados disruptores endocrinos

Sustancias procedentes de pesticidas, transformadores eléctricos, detergentes, plásticos, tejidos... e infinidad de otros productos y artículos de nuestra vida cotidiana. Mayoritariamente, sustancias sintéticas, a las que estamos expuestos de continuo los seres humanos.

Fue a finales de los años 80 del pasado siglo cuando Theo Colborn, que trabajaba entonces para el World Wildlife Fund y The Conservation Foundation en Washington, DC, elaboró un informe sobre lo que estaba pasando con la fauna a causa de la polución química en los Grandes Lagos, alertando sobre los horribles efectos vistos en algunas especies, y sobre el hecho de que estos eran compatibles con efectos que se estaban viendo también en los humanos. Aquel informe y otros posteriores de Theo Colborn estaban inaugurando una línea de investigación que sería muy fértil y que hoy en día es fundamental a la hora de evaluar los efectos de las sustancias que pueden afectar a la salud humana. No mucho después, en 1991, esta científica convocaría el mítico encuentro científico de Wingspread, en Wisconsin, a partir del cual comenzó a usarse el término de disruptores endocrinos. De aquella reunión emanaría una famosa declaración científica que serviría para alertar a la comunidad internacional acerca de este problema.

La "Declaración de Consenso de Wingspread sobre las alteraciones químicamente inducidas en el desarrollo sexual y funcional: la conexión fauna salvaje/seres humanos", afirmaba que "muchas poblaciones de animales salvajes están ya afectadas por estos compuestos químicos. Los impactos incluyen disfunción tiroidea en aves y peces, pérdida de fertilidad en aves, peces, mariscos y mamíferos; descenso del éxito reproductor en aves, peces y tortugas; graves malformaciones congénitas en aves, peces y tortugas; anomalías metabólicas en aves, peces y mamíferos; alteraciones de la conducta en aves; desmasculinización y feminización en machos de peces, aves y mamíferos; defeminización y masculinización de hembras de peces y aves; y daños en los sistemas inmunológicos de aves y mamíferos"

Y consideraban que estaba claro que "algunos de los efectos adversos que se ven en humanos hoy son vistos en adultos que nacieron de padres expuestos a disruptores hormonales sintéticos (agonistas y antagonistas) liberados en el medio ambiente. Las concentraciones de una serie de agonistas y antagonistas sintéticos de la hormona sexual presentes en la población humana de los Estados Unidos hoy están en el rango y la dosis a la cual se dan efectos en la fauna salvaje. De hecho, se han visto efectos a los niveles más bajos de las actuales concentraciones ambientales de estas sustancias"

Y concluían que: "a menos que la carga ambiental de disruptores hormonales sintéticos sea disminuida y controlada, es posible que se produzca una disfunción de gran escala a nivel poblacional. El alcance y el riesgo potencial para la vida silvestre y los seres humanos son grandes debido a la probabilidad de la exposición repetida o constante a numerosos productos químicos sintéticos que son conocidos por ser disruptores endocrinos".

El crecimiento del conocimiento científico que siguió a esta declaración ha sido tremendo. Se han realizado millares de estudios sobre los efectos de los disruptores endocrinos. En parte, no cabe duda, es algo que hay que agradecer a esta mujer ya que jugó un papel muy importante en el origen de todo.

Alguien que, en mi opinión, habría merecido un premio Nobel mucho más que algunos de sus receptores, en algún caso, incluso, personas que contribuyeron a algunos de los problemas que Colborn denunció (como por ejemplo, el que descubrió el uso como insecticida del DDT).

Nacida en 1927 en una localidad de New Jersey Theo Colborn manifestó pronto un amor por las aves y la naturaleza salvaje que le acompañaría toda la vida. Durante unos años se dedicaría profesionalmente a la Farmacia, que es lo que había estudiado inicialmente, en New Jersey, hasta que en los años 60 se trasladó al oeste, a espacios más salvajes. Allí, acabaría introduciéndose cada vez más en el mundo de la ciencia y el activismo ambiental, especialmente a partir de mediados de los 70. Su espíritu me recuerda, en alguna medida, al de ésa otra gran científica norteamericana, Rachel Carson, la autora de Primavera silenciosa a la que, por cierto, Theo admiraba.

Colborn establecería contacto y colaboraría con entidades como la Estación Biológica de las Montañas Rocosas en el estudio de la contaminación de las aguas. Finalmente, a finales de esa década, tras muchas actividades realizadas, decidió volver a estudiar para convertirse en una experta en asuntos de contaminación de las aguas, obteniendo después además, entre otras cosas, un doctorado, a los 58 años de edad, en zoología. Estudiaría los más diversos aspectos de epidemiología, toxicología, química del agua... Como manifestaría posteriormente, necesitaba esos títulos para que se le prestase la debida atención. Trabajaría en la Oficina de Asistencia Tecnológica de Washington sobre asuntos de polución atmosférica y, posteriormente con World Wildlife Fund y The Conservation Foundation momento en el que estudiaría las consecuencias de la contaminación de los Grandes Lagos, realizando diversos informes para organismos oficiales. Esos y otros trabajos acabarían llevándola al desarrollo de una nueva visión acerca de los efectos de los contaminantes químicos sobre la salud humana y de los ecosistemas que abrirían la puerta a todo lo que hoy se sabe acerca de los disruptores endocrinos, esas sustancias que, en especial cuando nos exponemos a ellas cuando estamos en el seno materno pueden tener efectos tan sutiles como graves.

Es imposible sintetizar en un artículo breve como este todo lo que hizo y ha representado Theo Colborn que, en sus últimos años, aparte de seguir publicando en revistas científicas, hizo un notable esfuerzo por alertar, por ejemplo, acerca de los riesgos de los productos químicos empleados en el "fracking" o fractura hidráulica, polémico método de obtención de gas del subsuelo.

El mayor honor que podría hacérsele es que alguna vez los ciudadanos y en especial los políticos estuviesen a la altura del reto que estos contaminantes, asociados por la comunidad científica a una parte del auge de importantes problemas sanitarios, se tomasen en serio lo que se sabe sobre ellos y se actuase, sin plegarse a las dudas artificialmente creadas por la industria para crear la coartada de que hay una falsa "controversia" científica que realmente no hay.

Los diseñadores químicos en su fiebre creadora al servicio de los negocios industriales, pensando solo en las aplicaciones utilitarias concretas, y desde una óptica reduccionista que no contemplaba debidamente los posibles efectos que podían causar estas sustancias en la trama viviente, han generado decenas de miles de sustancias sintéticas que se producen anualmente en órdenes de cientos de millones de toneladas.

La química de la Biosfera y la química de la "tecnosfera" como comento en mi libro "La Epidemia Química", que no es más que un intento periodístico de divulgar los hallazgos de científicos como Colborn, han entrado en colisión.

Si el hombre producía en 1930 un millón de toneladas de química sintética, en la actualidad pueden ser cerca de 800 millones de toneladas anuales. Una parte de esta química sintética son disruptores endocrinos. Sustancias que pueden actuar a bajísimas concentraciones, causando alteraciones en la trama de la vida, especialmente cuando el ser que se expone a ellas es una criatura en desarrollo, como un embrión o un feto dentro de su madre.

Theo Colborn dedicó su vida a abrirnos los ojos sobre este problema.

Hagamos caso de lo que nos dice la comunidad científica. Miremos a nuestro alrededor y veamos como de unas décadas a esta parte crecen una serie de desarreglos metabólicos, problemas en el desarrollo neuronal de los niños, problemas reproductivos, cánceres hormono-dependientes (como los de mama, próstata o testículos)... y otros problemas. E intentemos saber un poco acerca de la relación que todo esto puede tener, en mayor o menor medida, con nuestra exposición cotidiana a una serie de sustancias. Si se llega un día a que una parte de la población sepa de esto solo la centésima parte de lo que sabe de ciertos personajillos de la prensa rosa, de los futbolistas y otras tantas intrascendencias, es probable que todavía quepa una esperanza.

fuente/ Estrella Digital

martes, 12 de noviembre de 2013

Un Abrazo de 20 Segundos.


"Un Abrazo de 20 Segundos". La duración media de un abrazo entre dos personas es de 3 segundos. ¡Pero los investigadores han descubierto algo fantástico! Cuando un abrazo dura 20 segundos, se produce un efecto terapéutico sobre el cuerpo y la mente.

La razón es que un abrazo sincero produce una hormona llamada "oxitocina", también conocida como la hormona del amor. Esta sustancia tiene muchos beneficios para nuestra salud física y mental, que nos ayuda, entre otras cosas, a relajarnos, a sentirnos seguros y a calmar nuestros temores y la ansiedad.

Este maravilloso tranquilizante se ofrece de forma gratuita cada vez que tomamos a una persona en nuestros brazos, que acunamos a un niño, que acariciamos un perro o un gato, que bailamos con nuestro compañero/a que se mantiene muy cerca o alguien que simplemente pone sus manos sobre los hombros de un amigo/a.

Hoy en día, tener a alguien en nuestros brazos durante 20 segundos, es el regalo que usted puede hacerse y hacer a los demás.

De Energía Quantum

domingo, 20 de octubre de 2013

Alquimia corporal: la oxitocina y sus efectos en la salud.

El cuerpo humano es un bio-radar que capta todas las señales de su entorno. Cuando siente alguna amenaza, el cerebro alerta a toda la estructura corporal por si hay que actuar o mantenerse en estado preventivo.

El complejo mecanismo con el que la mente funciona aún es indescifrable, y aun sabiendo el funcionamiento de las hormonas que excreta el cerebro, la misteriosa conexión mente-cuerpo continuará asombrando a científicos.

Una nueva investigación sugiere que la oxitocina juega un papel crucial en la vida social de los humanos, no sólo forja y estrecha nuestras relaciones, sino que ayuda a evitar problemas psicológicos y fisiológicos. En años recientes se ha demostrado que esta hormona es una parte medular en nuestra faceta sentimental, y aquí hay 10 razones por las que la oxitocina es uno de los mejores recursos que posee nuestra mente para salvaguardar nuestra cordura.

Es fácil de conseguir
Una de las cosas más interesantes de esta hormona es que puede hacer uso de ella en cualquier momento. Para ello, lo único que se necesita es abrazar o estrecharle la mano a una persona. El contacto corporal hará que tu cerebro libere bajas dosis de oxitocina, haciendo que ésta fortalezca los vínculos afectivos.

Estimula el lado materno
Una vez que una mujer comienza a percatarse de que es madre, la hormona comienza a invadir su cerebro; incluso a la hora de parir, algunas mujeres son medicadas con oxitocina, ya que esta estimula las contracciones uterinas. Por si esto fuese poco, los bebés son alimentados con altas dosis de la hormona a través de la leche materna, haciendo que la relación madre-hijo sea inquebrantable y perpetua.

Paradójicamente, inhibe la timidez
Dada sus capacidades de mejorar la autoestima, de fortalecer la autoconfianza y aumentar el optimismo, la oxcitocina ayuda a debilitar la timidez. Los psiquiatras medican la hormona a aquellas personas que sufren de ansiedad, estrés postraumático y trastornos de humor. Otro uso que la ciencia comienza darle a la hormona, es en el tratamiento de personas con autismo.

Cura y alivia el dolor
Estudios han demostrado que el aumento en niveles de oxitocina puede aliviar dolores de cabeza, calambres y malestares en general. El secreto está justo en el momento en que se experimenta un dolor, pedirle a nuestra pareja un juego íntimo y sexual que ayude a eclipsar nuestras momentáneas afecciones.

Previene la obesidad
Algunos médicos la utilizan como método para contrarrestar la obesidad mórbida. Estudios demuestran que la falta de oxitocina puede culminar en un severo aumento de peso, ya que la deficiencia de la hormona se refleja en transtornos metabólicos.

Es un antidepresivo
Las madres que sufren depresión postparto, son medicadas con esta hormona. Diversos estudios han revelado que las personas que son afectadas por una severa depresión, sus niveles de oxcitocina son nulos o, en el mejor de los casos, mínimos.

Minando el estrés
Posee propiedades tan potentes que combaten significativamente la depresión, entonces el estrés es una simple y vil tarea para la oxitocina. Gracias a sus compuestos, la hormona puede reducir los niveles de cortisol, la hormona del estrés.

Promueve la generosidad
Los biólogos evolucionistas concuerdan con que los altos niveles de esta hormona se reflejan en una sociedad más justa y empática. En un estudio, las personas que compartieron su dinero con gente desconocida, aumentaron su nivel de oxitocina.

Elíxir del amor
Los científicos la conocen como la “hormona del amor”, ya que es la encargada de químicamente establecer conexiones íntimas entre los amantes. Además, es aquella que provoca el deseo y la excitación sexual por la pareja. Para los hombres es un motor químico para una erección duradera, y tanto en hombre como en mujeres, en un orgasmo, la oxitocina inunda el cerebro de los actantes.

Es lo que nos humaniza
Está claro que si juntamos todos los beneficios que ofrece esta hormona, serían las principales características que nos hacen seres humanos. Sin ella la sociedad y las familias serían sólo un grupo sin ganas de vivir y con pocos intereses en mantener relaciones personales.

[io9]



Sabías que realizando la técnica correcta de sanación con cuencos tibetanos he conseguido que se liberre de forma natural dicha hormona oxcitocina?.


Si quieres realizar una sesión conmigo (Sabiens) ponte en contacto en este mail.
ferranweb@gmail.com 

Nota: Las sesiones se realizan en el Hotel Roc Blanc en el Principado de Andorra, previa reserva. Telf. 00 376 871 445