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jueves, 31 de julio de 2014

CONTROL MENTAL con el MARKETING. Prepárate para emociones fuertes y positivas al leer este artículo.


¿Por qué algunos contenidos se viralizan en Internet y muchos otros no? ¿Cuáles son los requisitos para que esto suceda y que nos sugieren sobre el imaginario colectivo?

La atención humana, la tuya y la mía, jamás había estado tan cotizada como hasta ahora. La cantidad de estímulos luchando por ella es inédita: millones de contenidos que se distribuyen a través de millones de plataformas, vía múltiples formatos y medios, claman por que les dediques al menos un par de minutos. Y en medio de esta lasaña multimediática, de pronto aparecen vídeos, notas, fotos o audios que, por razones aparentemente inexplicables, se “viralizan”y coptan una buena porción de la atención mundial. 

Si bien los grandes productores de contenido y, en particular, la fauna marketingera, persigue con vehemencia los contenidos potencialmente virales (cuánto me cobras por viralizar este video, preguntan), es poco probable que exista, como tal, una fórmula precisa para producir contenidos que vayan a compartirse frenéticamente y queden impresos en ese intercambio masivo de información casual que se registra diariamente en la Red. 

Pero también resulta destacable que hay sitios, redactores, editores, o productoras, que parecen haber hallado al menos parte del secreto –o eso sugiere su alto porcentaje de efectividad en cuanto a generación de contenidos híper-compartibles. Como ejemplo de esto último tenemos a Neetzan Zimmerman, uno de los editores del célebre blog Gawker, y quien se caracteriza por acumular mensualmente millones de vistas alrededor de sus notas. Además de casos como el de Zimmerman, existen muchos sitios que optan por “buzzfeedizarse”, armando contenidos fáciles, principalmente listas, sobre temas “masivamente” sensibles, y con ello generan tráficos considerables. 


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Tratando de descifrar está “piedra angular” de la atención contemporánea, se han llevado a cabo diversos estudios ciberconductuales y lo que la mayoría de ellos concluye que parte de la clave, al menos el núcleo de esta, se encuentra en el aspecto emocional. Aparentemente aquellos contenidos que son capaces de detonar emociones entre los usuarios, son mucho más propensos a ser compartidos. Y si estas emociones son positivas, entonces las probabilidades aumentan todavía más.

>En noviembre de 2013 se publicó un estudio llamado Computers in Human Behavior, el cual expuso a 256 voluntarios a vídeos de la Red. La muestra total se dividió en tres grupos, al primero se le presentó un video asociado a emociones positivas (que por cierto se había vitalizado en YouTube), al segundo uno asociado a emociones negativas y al tercero uno emocionalmente neutral. Cuándo se cuestionó a los participantes sobre si considerarían compartir, vía digital, el video, el primer grupo se mostró significativamente más dispuesto a hacerlo. En un lejano segundo se ubicó el segundo grupo, y finalmente aquel video neutral demostró ser, por mucho, el menos “compartible”. Durante un segundo experimento, los investigadores obtuvieron resultados muy similares.

Tomando en cuentas las conclusiones de este estudio, y luego de revisar o recordar cuáles son los contenidos que circulan con mayor euforia, queda claro que la “emocionalidad” es uno de los ingredientes fundamentales para propulsar una potencial viralización. Y aquí viene una serie de preguntas, a mi juicio, interesantes ¿el hecho de que ciertos contenidos busquen, explícitamente, apelar a nuestras emociones nos hace predecibles o particularmente manipulables?  ¿nuestras emociones nos hacen vulnerables ante el marketingeo de contenido digital? y un paso más allá: que nos dice sobre nuestra emocionalidad el hecho de que pueda ser fácilmente detonada por video de tiernos cachorritos jugando, borrachos auto-ridiculizándose, o coreografías etno-pop a ritmos pegajosos?

No tengo respuesta a ninguna de las anteriores preguntas, pero considero que como usuarios responsables y como seres conscientes –o al menos observadores–, valdría la pena dedicarles unos instantes antes de seguir compartiendo o navegando la Red.

fuente del texto/Pijamasurf