Mostrando entradas con la etiqueta ORACIÓN. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta ORACIÓN. Mostrar todas las entradas

martes, 4 de febrero de 2014

La manera perdida de orar de los Esenios




La manera perdida de orar de los Esenios

El descubrimiento del Gran Código Isaiah en las cuevas del Mar Muerto en 1946 ha revelado claves sobre nuestro papel en la creación que estuvieron perdidas en las ediciones del siglo 4 a.C. Entre estas claves se encuentran las instrucciones de un modelo “perdido” de orar que la ciencia cuántica moderna sugiere que tiene el poder de sanar nuestros cuerpos, traer paz duradera a nuestro mundo y, quizá, prevenir las grandes tragedias que podría enfrentar la humanidad. Cada vez que empleamos esta tecnología interna para orar, experimentamos “El Efecto Isaiah”.

En las palabras de su tiempo, las tradiciones antiguas, como las de los Escenios, nos recuerdan que cada oración ya ha sido contestada. Cualquier resultado que podamos imaginar, y cada posibilidad que seamos capaces de concebir, es un aspecto de la creación que ya ha sido creado y existe en el presente como un estado “dormido” de posibilidad. Son estas mismas probabilidades de resultados las que proveen las bases del nuevo modelo de Cadena y de la Teoría-N, y muy posiblemente, son responsables de las varias dimensiones de lo que ahora creemos nuestra creación. 


Desde esta perspectiva, nuestro uso y aplicación de la oración basada en los sentimientos deja de ser menos acerca de “crear” este o el otro resultado y se convierte más en “acceder” al resultado deseado que ya está creado. Mientras las antiguas y las modernas tradiciones parecen estar de acuerdo en la existencia de muchas posibilidades, los cuestionamientos han sido siempre sobre ¿cómo despertamos un resultado específico y lo hacemos real en nuestras vidas actuales? ¿Cómo podemos llamar a la posibilidad de paz en nuestro mundo, por ejemplo, o salud en nuestros cuerpos, posibilidades que ya existen, cuando los eventos de nuestro mundo parecen mostrarnos condiciones de violencia y desastre? .La respuesta a esta pregunta, y la clave del Efecto Isaiah, está fundada en develar el misterio de la oración basada en el sentimiento.

Los antiguos Esenios nos recuerdan que hay una poderosa relación entre lo que pasa en nuestro mundo interior de sentimientos y las condiciones del mundo que nos rodea. Quizá increíblemente sencilla, esta relación establece que la condición de nuestra salud, nuestras sociedades, e incluso los patrones del clima, son espejos de la manera en que lidiamos con la vida interiormente. Experimentos recientes en la ciencia de las energías sutiles y la física cuántica ahora arrojan credibilidad precisamente a esas tradiciones.

A través de un lenguaje que apenas estamos comenzando a entender, Isaiah nos muestra cómo acceder a las posibilidades ya creadas de salud, paz y cooperación y traerlas a la realidad de nuestras vidas. Ya que nuestro mundo exterior de acción refleja nuestro mundo interior de sentimientos, sugiere Isaiah, lo hacemos sintiendo como si nuestras plegarias ya hubiesen sido respondidas. Es precisamente el poder de este sentimiento el que trae a la vida a nuestras oraciones. Nuevas investigaciones sugieren que cuando sentimos gratitud respecto al cumplimiento de nuestras oraciones, nuestros sentimiento producen las mismas condiciones, los campos de efecto, que atraen nuevas posibilidades en las condiciones de nuestras vidas.

Comprender que los resultados empatan con los sentimientos puede ayudarnos a entender lo que ocurre cuando parece que nuestras oraciones no son respondidas. Cuando oramos por salud en nuestras relaciones, por ejemplo, mientras experimentamos enojo, celos o furia en nuestras relaciones, ¿por qué nos sorprende ver esas mismas cualidades reflejadas como enfermedad en nuestros cuerpos, nuestras familias, escuelas, lugares de trabajo y en las condiciones sociales alrededor de nosotros? La ciencia ha demostrado que cada sentimiento que experimentamos, crea una química única en nuestros cuerpos (la química del amor y del odio se discute en los libros The Isaiah Effect y Walking Between the Worlds). 

Las buenas noticias son que los mismos principios resultan ciertos para los sentimientos de afirmación de la vida. Conforme respondemos a los retos de la vida a través de compasión, entendimiento, amorosa tolerancia y paz, podemos esperar experimentar estas condiciones en nuestros cuerpos, y ver el efecto extendido al mundo que nos rodea.

Albert Einstein dijo una vez que no podemos resolver un problema con el mismo pensamiento que creó el problema. El poder de la indenominada oración basada en el sentimiento, representa una oportunidad para dirigir los grandes retos de nuestro tiempo conforme a un nuevo paradigma de entendimiento consciente y sentimientos que reflejen aquello que deseemos experimentar.

En lugar de imponer nuestras creencias respecto a una situación específica, nuestro perdido modo de orar nos recuerda que nada necesita ser “creado”, ya que cualquier resultado que podamos imaginar para dicha situación ya está presente. Podremos servir mejor sintiendo primero el resultado de cada condición que elijamos experimentar en nuestro mundo, tal como la paz y la cooperación entre gobiernos y naciones, o la prosperidad que sólo puede venir con la igualdad de trato para toda la gente y para todas las razas y el honrar a toda forma de vida. Es la apreciación y gratitud que sentimos en presencia de tales condiciones lo que crea los efectos cuánticos permitiendo que la creación empate con nuestros sentimientos.

Comparando los Modos de Orar a través del ejemplo de la Paz Global

(OL) = Oración basada en la lógica: solicitando intervención

(OS) = Oración basada en los sentimientos: sabiendo que nuestra oración ya ha sido contestada

1. (OL) Nos enfocamos en nuestras condiciones presentes donde no creemos que la paz exista.

1. (OS) Presenciamos todos los eventos, aquellos de paz y aquellos que vemos como ausencia de paz, como posibilidades sin juicios de correcto e incorrecto, malo o bueno.

2. (OL) Podemos sentirnos desamparados, impotentes o enojados ante los eventos y condiciones que presenciamos.

2. (OS) Liberamos nuestro juicio sobre las situaciones Bendiciendo las condiciones que nos han causado sufrimiento. La Bendición no condena ni consciente el evento o condición. En cambio, reconoce que el evento es parte de la única fuente de todo lo que es (Por favor vea el libro Walking Between the Worlds: The Science of Compassion, para más detalles).

3. (OL) Empleamos nuestras plegarias de petición invitando a la divina intervención de un poder superior para que traiga paz sobre los individuos, condiciones y lugares donde creemos que la paz está ausente.

3. (OS) Experimentando los sentimientos de que nuestra oración ya ha sido contestada, demostramos el antiguo principio cuántico que establece que las cndiciones de paz en nuestros cuerpos se ven reflejadas fuera de nuestros cuerpos.

4. (OL) A través de nuestra petición, inadvertidamente afirmamos las mismas condiciones que menos deseamos. Cuando decimos “Por favor que haya paz”, por ejemplo, estamos declarando que la paz no está presente en la situación actual. Haciendo eso, en verdad estamos dándole combustible a la condición que escogimos cambiar.

4. (OS) Reconocemos el poder de nuestra oración y sabemos (sentimos) que el foco de nuestra oración ya se ha convertido en pasado.

5. (OL) Continuamos solicitando la intervención hasta que vemos que el cambio ha sucedido en nuestro mundo o desistimos y abandonamos el camino de la oración.

5. (OS) Nuestra oración ahora consiste de: a) reconocimiento de que la paz ya está presente en nuestro mundo viviendo conforme al conocimiento de que tales cambios han ocurrido; b) reforzando nuestra oración dando gracias por la oportunidad de escoger la paz en vez del sufrimiento.

Fuente original: Página web de Gregg Braden: www.greggbraden.net

Traducción: Karina Malpica

RECUPERADO EL ANTIGUO MODO DE ORAR por Gregg Braden
Gran parte de los condicionamientos en las tradiciones occidentales durante el ultimo siglo y medio nos ha invitado a “pedir” que circunstancias específicas en nuestro mundo cambien a través de la intervención divina; que nuestras plegarias sean respondidas. 

En nuestras bien intencionadas peticiones, sin embargo, inadvertidamente podríamos estar dándole poder a las mismas condiciones que estamos orando para pedir que cambien. Por ejemplo, cuando pedimos “Querido Dios, por favor, permite que haya paz en el mundo”, en efecto estamos estableciendo que la paz no existe en el presente. 

Las tradiciones antiguas nos recuerdan que las plegarias en las que pedimos son sólo una forma de orar, entre otras formas. También existen otras que nos llevan a encontrar paz en nuestro mundo a través de la cualidad de los pensamientos, sentimientos y emociones que creamos en nuestro cuerpo. Una vez que permitimos las cualidades de paz en nuestra mente y damos combustible a nuestra oración a través de sentimientos de paz en nuestro cuerpo, el quinto modelo de oración establece que el resultado ya ha ocurrido.

La ciencia cuántica ahora toma esta idea y la lleva un paso adelante, estableciendo que son precisamente esas condiciones de sentimientos a las que la creación responde, igualando el sentimiento con que hacemos la oración en nuestro mundo interior, con condiciones similares en el mundo exterior. Aunque el resultado de nuestra oración pueda aún no haber aparecido en el mundo exterior, estamos siendo invitados a reconocer nuestra comunión con la creación y a vivir como si nuestra oración ya hubiese sido escuchada.

A través de las palabras de otros tiempos, los antiguos nos invitan a recobrar el modo antiguo de orar como un estado permanente de conciencia en el que nos convertimos, en vez de una forma prescrita de acción que llevamos a cabo ocasionalmente. En palabras que son tan simples como elegantes, se nos recuerda que nos “rodeemos” de la respuesta a nuestras plegarias y los “envolvamos” en las condiciones que escojamos experimentar. En el moderno idioma, esta descripción nos sugiere que para efectuar cambios en nuestro mundo, primero necesitamos experimentar los sentimientos de que el cambio ya ha ocurrido.

Conforme la ciencia moderna continúa validando la relación entre nuestros pensamientos, sentimientos y sueños con el mundo que nos rodea, se hace más claro ese puente olvidado entre nuestras plegarias y aquello que experimentamos. La belleza de esa tecnología interna se halla en que está basada en condiciones humanas que ya poseemos. Desde los profetas que nos vieron en sus sueños, se nos recuerda que honrando la vida, cumplimos nuestro deber con la supervivencia de nuestras especies y el futuro del único hogar que conocemos.

Fuente original: Página web de Gregg Braden: www.greggbraden.net
Extraído del libro The Isaiah Effect

 Clica la imágen para leer el libro:
 http://books.google.ad/books?id=NmCh3RdhQVgC&pg=PA15&lpg=PA15&dq=misterio+esenios&source=bl&ots=2Y6cnpe3sg&sig=MiyyL4ybv44Ha02LEmZVARBgUDs&hl=es&sa=X&ei=VlfxUvrZD-yM7Aa654CYDQ&ved=0CD8Q6AEwBTgK#v=onepage&q=misterio%20esenios&f=false

sábado, 8 de junio de 2013

Conoce el poder de la ORACIÓN.


La oración es un sentimiento profundo que tiene el poder de modificar nuestra existencia caótica, por una existencia de plenitud y bienestar. Pero no la oración tal y como normalmente es entendida, o como se nos ha enseñado como sistema de adoración a un ser superior al que sugerimos nos envié desde el cielo aquello que pedimos, o sentimos necesitar. Si no, como vínculo de acercamiento, de estrechamiento, de conexión al silencio que todo lo llena y a la paz que hay en el corazón puro. 

La oración nos acerca a la realidad intrínseca de nosotros mismos, nos pone en contacto con nuestro ser más profundo y establece los lazos precisos para una vida prospera y feliz. Con la oración nos anclamos en nuestro núcleo de autenticidad y atraemos hacia nosotros cuanto precisamos para nuestro gozo. Configuramos nuestra fuerza inspiradora, creativa, constructiva, con las fuerzas de la naturaleza y del cosmos y con nuestros anhelos más profundos. Así que, la oración, es el poder que facilita la comunión con la plena expresión de la existencia.

La oración existe por sí misma, es algo que es y, lo único que debemos hacer, es sintonizarnos con este algo que es. La vida está en continua, en constante, oración. La vida es en sí, oración.

Cuando voy paseando por el campo y la mente y los sentidos están receptivos, sensibles a captar la multitud de aromas que se mezclan en el aíre que respiro, el color del cielo, la tierra que piso, las numerosas formas y universos que conviven en un pequeño espacio del bosque, entre unas simples hierbas, puedo sentir que cada paso que doy es sagrado. Cuando mis ojos y mi corazón están abiertos a la inmensa belleza que nos rodea, a la magnitud del indescriptible misterio en el que estamos inmersos, sobre el que caminamos cada día, en ese preciso instante en que el esplendor de todo me sobrepasa, en tal increíble momento en que me rindo al silencio en el que, los nombres, el tiempo y el espacio se disuelven, puedo experimentar la gran paz, la gran calma, la infinita oración que está teniendo lugar.

Claro que si miro los horrores que hay a mi alrededor, la miseria en que viven muchos niños, los malos tratos que reciben estos niños y mujeres en todo el mundo, el hambre que asola muchos poblados de India, África, Asía, Latino América y algunos lugares de Europa, entonces puedo cuestionarme dónde queda la oración, dónde está la belleza, lo inmenso y lo sagrado. Realmente, para todo esto no encuentro respuestas y mi corazón se estremece por la atrocidad y falta de hermandad y solidaridad del ser humano. Entonces contemplo el mundo como un lugar de bestias y depredadores, claro que si. Pero los horrores no son el alma y la esencia de la vida, solo son la perturbación de las conciencias en la búsqueda de sí. Y, al quitar la máscara humana, vuelvo a ver, seres confusos, almas perdidas, impotentes muchas de ellas, sumidas en la oscuridad de sus instintos y razonamientos, incapaces de mirar más allá de su ombligo, y al fondo de sus vulgares vidas, tras el velo de su ignorancia, de nuevo puedo ver lo bello y lo sacro de ellos mismos, que ellos mismos no contemplan. Recuerdo que un día fueron niños y por tanto inocentes, pero tal vez fueron víctimas, tal vez fueron torturados por sus educadores, tal vez no fueron nunca abrazados, o no tuvieron la ocasión de mostrarlos un mundo de oración y belleza. Quizá nunca fueron queridos, deseados, apoyados, valorados, calentados, apreciados, escuchados, mimados, consolados, quizá fueron despreciados, desoídos, violentados, reprimidos, discriminados, golpeados, torturados, mal criados, o nunca les mostraron afecto, comprensión, entendimiento, perdón, amor y, a su vez, sus padres y los padres de sus padres, vivieron horrores similares y la rueda continúe durante algunos siglos más.

Pero si soy un ser humano, medianamente normal, que convive en un entorno, digamos, favorable; claro, con mis cosas, mis creencias, mis criterios, mis vivencias, mis experiencias, mis momentos de sensibilidad, de concienciación de lo que ocurre a mi alrededor y en mí; si soy de este tipo de persona, capaz de detenerme un instante, dejar mis problemas personales a un lado y abrir los ojos para contemplar, no puedo negar que está sucediendo algo maravilloso, algo extraordinario, que me sobrepasa, algo que, al intentar atraparlo, se me escapa, se desliza ante mi dejando una estela de misterio y de amor a un mismo tiempo, ante la fuerza, la energía y el poder tan inmenso que todo lo envuelve.

Instantes de silencio

Respira conmigo este momento, siéntelo ahora tal y como te lo estoy contando. Hay tanta plenitud en todo, hay tanto amor en este aíre que respiramos, en este cuerpo que sentimos, en estos ojos que miran, en estas manos que tocan y sienten, hay tanta belleza por todas partes, siento ahora tanto calor en mi interior que ¿acaso no es ello una oración en sí mismo? ¿Cómo podemos negar tal evidencia?

Nos horrorizamos ante lo que no es como pensamos, creemos, o sentimos que debiera ser. Vivimos siempre de modo forzado, al límite, en muchos casos, de nuestra energía y de nuestra capacidad intelectual, así que logramos sentirnos impotentes y conseguimos enfermar. Siempre llevando nuestra vida y nuestras cosas al extremo, hasta que ya no podemos más, entonces tiramos la toalla, o montamos en cólera destruyendo cuanto tenemos delante. La vida se nos desmorona, se nos escapa de las manos, nos alejamos de nuestro centro, de nuestra naturaleza, de nuestro verdadero ser, caemos en nuestra propia trampa, la de una humanidad cegada por las apariencias, el culto a la identidad, al cuerpo, al yo soy, al nombre, las formas y lo psicológico. Construimos castillos en la arena. Nuestros sueños suelen carecer de alma, de sustancia espiritual, ausentes de oración, de principio y de propósitos con sentimiento y corazón. Así que el temor y la incertidumbre nos invaden a diario. El miedo constante a la perdida, a lo que consideramos nos pertenece, nos aleja de nuestro poder sustentador y de nuestro auténtico yo. Entonces la belleza y el verdadero significado de la existencia trascurren como espejismos en nuestras vidas, sumidas en el caos de la preocupación, por lo que difícilmente encontramos un espacio para nosotros mismos, un tiempo para tomar aire, respirar profundo y sentir cuanta maravilla, cuanto amor nos envuelve, nos abraza en cada instante. La vida toca nuestra puerta cada mañana, viene a darnos los buenos días, a regalarnos una canción, a entregarnos una promesa de luz, a contentar el corazón, pero no oímos el toc, toc, o entreabrimos y cerramos rápidamente diciendo: no, lo siento, no quiero nada, ahora no tengo tiempo para atenderla, tengo mucho que hacer, quizá en otro momento. Pasan los días, los años, la adolescencia, la juventud y llega la vejez, el momento de hacer recuento y entonces uno está muy cansado, muy desgastado, muy habituado y consolidado en sus estructuras, con el corazón desecado, triste, lánguido, porque la vida, piensa, no le ha dado lo que ha querido, o solo ha sido correspondido en parte. Entonces surge la respuesta a la pregunta ¿qué es la vida? Un asco.

En otros casos hay una negación rotunda de cualquier cosa que resuene como espiritual, con algo que no sea tangible; el mundo es puramente subjetivo y nada existe más allá, o, si algo hay, no me interesa, no lo quiero saber.

Pero si tus sucesos diarios te hacen dudar de la realidad que vives como verdad y decides tomar el tiempo en tus manos, en vez de depender de él y entonces te detienes a sentir y, en tal acto, escuchas el viento, respiras los aromas que hay en el aíre, tomas conciencia de lo que tus pies pisan, de lo que hay bajo ellos, observas el colorido, la sensibilidad y belleza extraordinaria de una flor, la fascinante expresión de la naturaleza; si te dejas inspirar por el canto de los pájaros, meditas al amanecer y al atardecer, entonces comienzas a construir, a componer tu canción, tu poema, tu rima con la vida; creas pequeños agujeros por donde pasa la energía y la luz de nuestro ser profundo y del sentido de vivir; estás dando una nueva orientación a tu destino y criterios vitales, estás comenzando a vivir en oración.

Tal y como yo lo siento y vivo, cuando comienza el día, a ser posible, antes de la salida del sol, o justo al despuntar, en ese momento especial tomo mi tiempo para estar conmigo y sentir el inicio del nuevo día, una nueva experiencia, una nueva oportunidad, un día más de aprendizaje, de diversión, de disfrute, un día más para compartir con todo, para sentirme unido a todo. En ese momento tomo conciencia del silencio y en instantes siento la paz y el amor que todo lo envuelve, siento la caricia de la creación, más grande que nada, más importante que yo mismo, siento la inspiración, el aliento vital que se mueve a través de todo y todo me parece extraordinario; en ese preciso instante perdono todos mis errores, me libero de mis propias condenas, de cualquier carga emocional, puesto que siento una gran compasión, una gran comprensión y entendimiento hacia cuantas cosas vivo, incluido mis justificaciones, mis trampas psicológicas, mis incapacidades para vivir en plenitud y armonía conmigo mismo, con aquello que hago, o a lo que me dedico, con las personas cercanas de mi vida, o con aquellas a las cuales desconozco pero que me rozo, con lo que me gusta y lo que me disgusta. En ese momento abrazo todo, puesto que siento que todo es parte de mí, que todo es mi propio reflejo y que son las cosas que consciente, o inconscientemente, elijo vivir. Entiendo que no soy un ser perfecto ya que tengo una mente compleja, a veces confusa, demasiados datos, demasiadas interferencias, demasiados conceptos y códigos de los que muchas veces dudo y ¿quién tiene la verdad? ¿Dónde está, dónde se encuentra? ¿Quién sabe qué es y por qué, lo correcto? ¿Cuál es el motivo de tener una mente y cómo puedo hacer para no enloquecer? Y me doy cuenta que mi mente es la mente de Dios y que la mente de Dios es entonces una mente extraordinaria que avanza en medio del conflicto y el caos, en medio de la confusión y el sin sentido, en medio de la oscuridad, hacia su luz, hacia su expansión, hacia la integración en su sí mismo, hacia su gran paz. Y al observar esto siento una profunda liberación, puesto que comprendo que nadie es culpable, o todos lo somos al tiempo. Entonces me lleno de agradecimiento hacia mí mismo, a la vida, a mis semejantes. Agradezco a quienes encuentro en mi camino, a los que siguen mi misma dirección, o a quienes eligen otra la cual no comparto, puesto que unos me muestran la aceptación y los otros la fidelidad y, todos, a su vez, me muestran sus heridas, sus patrones, sus condicionamientos, sus capacidades, sus conocimientos, su sabiduría, sus habilidades, sus defensas, su carcasa y su corazón. Y siento que todos coincidimos en la misma carencia, en la misma necesidad de ser abrazados y amados con intensidad, como niños perdidos, sin hogar, que por fin encuentran un alma que los acoge y no juzga su pasado, su presente, ni sus experiencias.

Agradezco cuanto siento que, en ese instante de mi vida, manifiesto y dispongo. Agradezco la luz del sol, el aire que respiro, el agua que me da la vida, me limpia y purifica; a la madre tierra que me cuida y sustenta, agradezco sus árboles, sus plantas, sus valles, sus montañas, su belleza, y a cuantas criaturas comparten su espacio conmigo. Agradezco el lecho en el que duermo, las sabanas limpias y cuantas comodidades hay en mi hogar y aquellos quienes, con su labor, las hicieron posibles hasta llegar a mí. Tantas y tantas cosas que agradecer que debiera dedicar todo mi día a ello, así que eso trato de hacer cuando dejo mi meditación, caminar y actuar con ese agradecimiento, tratando de sostener en mi esa energía, esa fusión con la vida y mis sucesos.

Esto no se llama religión, aunque lo puedes llamar así, no se llama espiritualidad, aunque lo puedes llamar así, no se llama creencias, aunque también lo puedes llamar así. Para mí, se llama apertura de conciencia. Se llama ser consciente de que no soy un ser que camina al margen de todo, renegado consigo mismo y con la vida, encerrado en sus problemas, su verdad y su mundo, aferrado a su cuerpo y a las necesidades del mismo y, este acto, en sí, es orar, pero puedes llamarlo, si quieres, estar conectado al misterio que soy.

fragmento del libro La Vibración del Espíritu