La súbita aparición de memorias distantes o pensamientos
absolutamente fuera de contexto son dos más de múltiples misterios de la
mente humana.
La mente humana tiene, sin duda, un
diseño tan apasionante como complejo. Y debido a lo anterior aún
mantiene, quizá para nuestra fortuna, múltiples misterios frente a
cualquier análisis racional que podamos aplicarle. Así, sobre esta
enigmática pasarela, desfilan los deja vus, los sueños lúcidos, los
presentimientos, etc.
Y a este delicioso bestiario de intrigantes
fenómenos podríamos agregarle un par: el surgimiento espontáneo, y en
flagrante descontextualización, de pensamientos y memorias que, o bien
son prácticamente irrastreables dentro de nuestro acervo consciente, o
simplemente se presentan como pinceladas inexplicables –pulsos
intra-comunicativos que parecieran no tener justificación de ser–.
Por este par de fenómenos me refiero a
recuerdos paradójicamente olvidados que de pronto se manifiestan sin un
detonador que desate su re-existencia, a pensamientos ‘ridículos’, como
por ejemplo de pronto pensar en el vuelo de un ave, cuando ninguna de
las circunstancias del momento parecen ameritarlo, o apuntar la mente
hacia un elemento fuera de lugar, como por ejemplo un espárrago durante
una junta de negocios, sin tener hambre de por medio, o sin haberle
dedicado un lugar en tu mente desde hace largo tiempo –lo cual aumenta
la extravagancia de su presencia pues no existe antecedente
autobiográfico que arroje luz sobre su rastro–.
A pesar de que no todas las personas experimentan este tipo de mensajes ‘aleatorios’, conocidos como mind pops
en inglés, psicólogos han detectado que la mayoría recibe este tipo de
memorias involuntarias aproximadamente una vez cada día. Y de acuerdo a
un estudio realizado por (Kvavilashvili y Mandler) en
2004, estas suelen manifestarse durante actividades rutinarias, por
ejemplo caminando en la calle o haciendo labores de limpieza doméstica.
Según este par de investigadores, en muchos casos este tipo de memorias
puede rastrearse, inclusive a estímulos recientes, pero que
sencillamente no son registrados en el plano de la conciencia.
“… mientras arrojaba una bolsa de basura
en un contenedor la palabra ‘Acapulco’ súbitamente emergió en su mente,
y como LK no tenía idea de que significaba o cual podría ser su
procedencia, recurrió a un familiar para intentar resolver el misterio.
Para su sorpresa resultó que la palabra Acapulco había sido mencionada
en la televisión, durante un noticiario que ella había visto 45 minutos
antes”
Si bien el caso aquí citado resulta un
tanto burdo por la simpleza, de acuerdo con Kvavilashvili y Mandler este
mismo patrón ocurre con asociación de ideas, es decir, si en algún
momento recibes, inconscientemente un estímulo relacionado, por ejemplo,
con las fiestas navideñas, tal vez una hora después podrías alojar de
forma espontánea la improbable melodía de un distante villancico, a
pesar de que en ese momento nada justifique, aparentemente, su
aparición.
Lo anterior, en caso de que realmente explique el fenómeno de los mind pops,
nos remite a la hipertsofisticación de nuestra mente: planos paralelos
de pensamientos que varían de acuerdo a contextos puntuales, pero
también a las casi infinitas asociaciones que los elementos de un cierto
escenario pueden detonar a través de los campos de la memoria –como una
especie de multiengranaje holográfico funcionando a tiempo real pero,
simultáneamente, hackeando la noción lineal del tiempo espacio–.
Por otro lado, y sin intentar derrocar
la hipótesis de Kvavilashvili y Mandler, en lo personal este tipo de
fenómenos me remite, inevitablemente, a la existencia de ‘mantos’ de
información compartida –delineados elegantemente en modelos como la Nóosfera, propuesta por Teilhard de Chardain,
o los campos morfogenéticos, de Rupert Sheldrake. Más allá de la
verdadera explicación de estas memorias aleatorias, creo que es un
fenómeno que encarna un útil recordatorio: nuestras conciencias están
inmersas en un permanente e intenso intercambio de información, ya sea
sensorial, histórica, racional, deductiva, estética, etc.
Estamos
esencialmente diseñados para recibir, procesar, y transmitir data, en un
delicioso ejercicio que no es coartado por las leyes tradicionales de
la física –me refiero a que está transmisión de información puede
concretarse más allá del tiempo, el espacio, o la voluntad–. Y avanzando
un paso más allá en esta especie de romántica, pero no por eso
descartable, hipótesis, parece que estamos, una vez mas, ante un
pretexto para postular, la unidad como máximo modelo de este universo:
el reconfortante mantra ‘todos somos uno’–y nuestra conexión con lo
‘demás’ es tan sólida que sus efectos toman por asalto hasta lo más
íntimo e individual de nuestra vida: las memorias y los pensamientos. ( Pijamasurf)