viernes, 16 de diciembre de 2016

El misterio del cráneo Starchild ( El niño de las estrellas).

¿Porqué importantes personalidades del mundo estan visitando la Antártida?



Encuentran en las selvas de Guatemala «la primera red de supercarreteras del mundo».

Investigadores del Proyecto Arqueológico Cuenca Mirador han descubierto recientemente unas construcciones bajo la selva de Guatemala que constituyen unos «hallazgos de gran importancia» para el estudio de la cultura maya.

Un templo maya se sitúa en la ciudad de El Mirador, en el corazón de la selva de Petén, Guatemala.
Un templo maya se sitúa en la ciudad de El Mirador, en el corazón de la selva de Petén, Guatemala

El descubrimiento fue realizado gracias al escaneo con un láser de alta precisión del terreno donde se encontraba la ciudad maya de El Mirador, situada en el corazón de la selva de Petén, en la frontera con México.

En concreto, los investigadores han observado acrópolis, pirámides, terrazas, canales, diques, muros y una red de carreteras de más de 240 kilómetros de longitud en la zona. Estas infraestructuras, consideradas como «la primera red de supercarreteras del mundo», se utilizaban principalmente para el transporte de mercancías, según informa la agencia EFE.

Fotografía cedida por Proyecto Arqueológico Cuenca Mirador, tomada a través de un radar de alta precisión.
Fotografía cedida por Proyecto Arqueológico Cuenca Mirador, tomada a través de un radar de alta precisión

Los trabajos realizados en la zona permiten concluir que Guatemala «tiene el privilegio de ser la mera cuna de la civilización maya», con las pirámides más altas y una red de carreteras «única», según el científico estadounidense Richard Hansen, que lidera la investigación.

La zona de Petén en Guatemala es una región selvática que posee numerosas ruinas de la época del esplendor maya. Es además uno de los pulmones ambientales más importantes del continente americano.

Crédito: Proyecto Arqueológico Cuenca Mirador.
Crédito: Proyecto Arqueológico Cuenca Mirador.


fuente/mysteryplanet.com.ar

jueves, 15 de diciembre de 2016

Investigador descubre aterradora profecía de Nostradamus para el 2017

Resultado de imagen de Investigador descubre aterradora profecía de Nostradamus para el 2017


Nostradamus es famoso por las predicciones tan exactas que ha hecho hasta ahora, dejándonos a su paso un legado de profecías que durante siglos ha dejado a los expertos con la boca abierta, ya que siempre han ido más allá de la mera coincidencia.

Pero el tiempo pasa y una nueva generación descubre con más comprensión las frases descritas a lo largo de la historia por Nostradamus. Y además, parece que esto es lo que está pasando en estos momentos, que un nuevo intérprete, Chase, parece haber visto una gran revelación para el año 2017…

La revelación corresponde a un posible ataque alienígena, sí, así parece haber querido dar su mensaje el maestro Nostradamus esta vez, de acuerdo con el intérprete, cuenta que en las profecías de Nostradamus dice que los extraterrestres se están preparando para venir a la Tierra en 2017.

En el Libro de las Revelaciones tiene mucho que aportarnos aun, según el intérprete, los extraterrestres vendrán cuando se inicie la 3ª Guerra Mundial, acto seguido ellos harán acto de presencia. Este evento mide el tiempo en la profecías de la segunda venida de Cristo, que para decir verdad cuentan que será en el 2020.

También cuenta la profecía que los seres extraterrestres vendrán a cambiar nuestro ADN con el fin de hacernos más pacíficos y que tengamos una vida más larga y feliz.

En la profecía se describe a Putin como el hombre responsable de iniciar la Tercera Guerra Mundial.

Chase dijo que en el libro del Apocalipsis 19 se habla de una invasión Ovni, cosa que podréis verificar en cualquier Biblia. Sea lo que sea que vaya a ocurrir, esté escrito o no, estaremos atentos e intentaremos sobrevivir a cualquier tipo de aventura que nos aceche.


fuente/despiertavivimosenunamentira.com




Una noticia que en el año 2006 pasó desapercibida que deberíamos recordar.

Científicos norteamericanos detectan la existencia de dimensiones adicionales.

Las colisiones de neutrinos de alta energía con otras partículas corroboran uno de los postulados de la Teoría de Supercuerdas.

Instalaciones del telescopio Amanda en la Antártida

Científicos norteamericanos han detectado por primera vez indicios de la existencia de otras dimensiones más allá de las tres conocidas. Utilizando datos del telescopio Amanda, enterrado en el Polo Sur, han podido observar una decena de colisiones de neutrinos de alta energía con otras partículas elementales, obteniendo así la evidencia de las dimensiones adicionales sugerida por la Teoría de Supercuerdas. El descubrimiento no es concluyente y encontrará nuevas oportunidades cuando se inicie en 2009 el funcionamiento de otro telescopio 30 veces más potente, el IceCube, en el que participan diversas universidades europeas. Por Eduardo Martínez.

Analizando los datos proporcionados por el telescopio Amanda, enterrado en el Polo Sur, científicos nortemaricanos han observado las colisiones de neutrinos de una energía 10.000 veces más elevada que la de los neutrinos que emite nuestro Sol con otras partículas elementales, obteniendo así la evidencia de la existencia de otras dimensiones.

Los neutrinos son partículas elementales de masa prácticamente nula que se forman por reacciones nucleares. Mientras que el Sol y otros fenómenos cósmicos producen neutrinos de baja energía, los neutrinos de alta energía se producen por cataclismos cósmicos remotos y extremadamente violentos, tales como los agujeros negros, las supernovas y el Big Bang.

Una vez formados por cataclismos cósmicos, los neutrinos de alta energía se desplazan a una velocidad próxima a la de la luz y no se detienen nunca. Al tener una masa prácticamente nula, rara vez colisionan con otras partículas, lo que les permite desplazarse en línea recta hasta los límites del Universo atravesando las estrellas, los planetas, los campos magnéticos y galaxias enteras como si realmente no existieran.

Trillones de neutrinos atraviesan la Tierra cada nanosegundo llevando consigo información crucial sobre una serie de fenómenos cósmicos y sus orígenes. Sin embargo, son muy difíciles de detectar, salvo cuando entran en colisión con un átomo. La colisión desintegra el núcleo del átomo y el neutrino se transforma en otra partícula llamada muon.

El muon así formado continúa su trayectoria y puede ser reconocido por el destello de luz que engendra. Este destello se conoce con el nombre de radiación de Cherenkov y se asemeja a las ondas producidas en el aire cuando es atravesado por una bala de pistola.

Colisiones reveladoras

Científicos norteamericanos, utilizando los datos del telescopio Amanda, han podido observar la forma en que se producen las colisiones de estos neutrinos de elevadísima energía con otras partículas subatómicas, concluyendo que podrían existir en el universo otras dimensiones, aparte de las tres que nosotros conocemos y que conforman la realidad física que nos rodea. Un exceso de neutrinos de muy alta energía, como el que se ha constatado con AMANDA, constituye en sí mismo una señal inequívoca de la existencia de las dimensiones extras, consideran los investigadores.

Aunque de momento no se han captado más que una docena de estas colisones, nunca conseguidas en los aceleradores de partículas, se espera que rastreos posteriores, tanto con Amanda como con su sucesor, el telescopio IceCube, que tendrá una resolución 30 veces mayor que Amanda, registren más colisiones de este tipo y proporcionen así una evidencia más concluyente de la existencia de dimensiones adicionales hasta ahora ocultas para nosotros.

El rastreo de neutrinos de altísima energía en el Universo y de la forman en que colisionan con otras partículas sugiere no sólo que existen realmente dimensiones hasta ahora imperceptibles, sino que admás poseen una energía mucho mayor de la que podríamos imaginar.

Teoría de Supercuerdas

La existencia de estas dimensiones extras son fundamentales para explicar la Teoría de las Supercuerdas. La Teoría de las Supercuerdas afirma que existen estas dimensiones extras, pero que serían increíblemente pequeñas, bastante más pequeñas que un átomo, ya que si fueran de mayor tamaño se habría detectado su existencia.

Pero si realmente existen, estas dimensiones adicionales deberían a su vez dar lugar a una serie de nuevas partículas con alta masa. A estas nuevas partículas se les ha asignado el nombre de “Partículas Kaluza-Klein” (KK): supuestamente se forman cuando campos de ondas se asocian a partículas ya conocidas, y viajan dentro de esas dimensiones adicionales.

Fue para demostrar la existencia de estas partículas que se han diseñado detectores que permitan estudiar a través de ellas los acontecimientos cósmicos. Teóricamente, con estos detectores se podría demostrar la existencia de estas nuevas partículas de dimensión oculta.

Uno de estos detectores es AMANDA (Antartic Muon and Neutrino Detector Array). Consiste básicamente en cuerdas sensoras de luz que se entierran a una profundidad de más de tres kilómetros en los hielos Antárticos y que se han diseñado específicamente para detectar neutrinos de alta energía.

Si la teoría de las supercuerdas es correcta y si existen las dimensiones extras, AMANDA debería detectar estos neutrinos de alta energía provenientes del centro de la Galaxia, del Sol y del núcleo de la Tierra. Y los primeros indicios de esta constatación es lo que ha obtenido de momento AMANDA, a través de las colisiones de estos neutrinos de alta energía con otras partículas elementales.

El registro de las colisiones de los neutrinos de tan alta energía en el Universo podría dar la razón a esta teoría en lo que respecta a la existencia de otras dimensiones, así como constituir una pista de investigación para la Física, ya que cada vez que los astrónomos abren una nueva puerta sobre el cosmos, aparecen cosas de las que ni siquieran sospechaban de su existencia.


El funcionamiento de AMANDA

AMANDA es en realidad un telescopio rastreador de neutrinos instalado por la Northeastern University y la University of California, de Estados Unidos, en el Polo Sur. Su función ha consistido, desde el año 1997, en captar y registrar las presencias en el universo de muones y neutrinos.

AMANDA consiste en un detector formado por 677 sensores ópticos del tamaño de una pelota y circulares. Este telescopio rastreador de destellos de energía se encuentra hundido en el hielo, y los sensores están suspendidos en cables de fibra óptica como si fueran las cuentas de un collar. AMANDA es cilíndrico, mide 500 metros de alto y 120 de diámetro.

Cuando uno de estos poco comunes neutrinos de alta energía choca con otra partícula, como un protón o un neutrón, surge un muón, y entonces se genera una estela similar a un “flash” luminoso, de la mencionada radiación azul de Cherenkov.

Esta radiación es de tipo electromagnético, y se produce al paso de partículas por un medio, a velocidades superiores a la de la luz. Es una onda de choque que produce un brillo azulado. Recibe su nombre del físico Pavel Alekseyevich Cherenkov, que fue el primero en describirla y caracterizarla con rigurosidad. La estela producida en el choque es captada por Amanda gracias a los sensores ópticos que forman el peculiar telescopio.

Los resultados de esta investigación ha sido publicados en la revista Physical Review Letters. La versión íntegra del trabajo se encuentra en Arxiv. La Northeastern University ha publicado asimismo un interesante comunicado sobre el descubrimiento.

Hielo profundo

Para registrar neutrinos de esta energía y sus colisiones con partículas elementales, es preciso vigilar un volumen gigantesco de una sustancia que sea transparente y que esté al oscuro. Sólo así es posible detectar la radiación de Cherenkov que deja a su paso un muon.

En un primer momento se pensó en el fondo del mar para detectar estos destellos cósmicos y se instaló un telescopio en 1980 en las profundidades oceánicas de Hawai. Sin embargo, las condiciones meteorológicas y la inestabilidad marina frustraron el proyecto.

Fue de esta forma que se pensó que el hielo era ideal para el experimento, lo que llevó a la construcción de la primera generación de detector antártico de muones y neutrinos (AMANDA). La Segunda generación es el IceCube, que dispondrá de 5.000 detectores fotomultiplicadores encajados en más de un kilómetro cúbico del casquete polar, entre 1.400 y 2.400 de profundidad.

Este entorno no sólo está en total oscuridad, sino que debido a la presión, todas las bolsas de aire y otros elementos perturbadores han sido expulsados, lo que permitirá disponer de una transparencia igual a la del cristal. Las posibilidades de estudiar así los neutrinos de altísima energía y de verificar la existencia de otras dimensiones se multiplican, al igual que la aparición de posibles descubrimientos inesperados.

El IceCube estará terminado en 2009 y se instala por iniciativa de la Universidad de Wisconsin con fondos (295 millones de dólares) aportados por la National Science Foundation (NSF) de Estados Unidos, junto a diversas universidades europeas de Suecia, Bélgica, Alemania, Reino Unido y Holanda.

fuente/tendencias21.net


Protoelamita. El Lenguaje escrito más antiguo sin descifrar.


Los voluntarios del proyecto del protoelamita, cada uno en su especialidad, se esfuerzan por resolver un misterio milenario

Protoelamita, considerado como el lenguaje escrito más antiguo

El reto de descifrar el protoelamita, considerado como el lenguaje escrito más antiguo de los que están aún sin descifrar, ha llegado a internet, gracias a la digitalización de textos en fotografías de altísima calidad mediante un sistema especial.

El fácil acceso a estos textos ignotos brindado por internet está movilizando a un ejército de voluntarios de todas partes del mundo, en un fenómeno comparable en entusiasmo al de SETI@Home y otros proyectos multitudinarios de ciencia ciudadana.

Lingüistas, criptógrafos, matemáticos, e incluso el nieto de Gustave Jequier, uno de los arqueólogos que desenterraron las tablillas protoelamitas hace un siglo, se han ofrecido a ayudar.

Los voluntarios del proyecto del protoelamita, cada uno en su especialidad, se esfuerzan por resolver un misterio milenario que puede encerrar sorpresas tan contundentes como para obligar a reescribir libros de texto sobre los orígenes de la escritura.


Los Elamitas, que se llamaban a sí mismos Hatamtis, eran protagonistas de una avanzada y brillante civilización en el sur de Persia, entre el cuarto y segundo milenio antes de Cristo. Era un pueblo de origen asiánico y étnicamente nada tenían que ver con los iranios que llegaron a la meseta iraní a mediados del II milenio a.C.

Al parecer, los elamitas tomaron la escritura de sus vecinos, los sumerios, aproximadamente en el 2800 a.C.


Según se puede desprender de algunas inscripciones, como la hallada en la ciudad de Reishahr, cerca de Bushehr (golfo Pérsico), esta civilización llegó a dominar muchas zonas de lo que es hoy el sur y sureste de Persia, llegando a poseer las regiones costeras de dicho golfo. La población elamita más civilizada vivía en la ciudad de Susa y alrededores.

La primera vez que los elamitas son mencionados en la historia fue cuando fueron atacados por el semita Sargón de Acad alrededor del siglo XXV o XXVI, que, a pesar de la resistencia que ofrecieron liderados por su rey Luhhi-Ishshan, fueron finalmente derrotados por el poderoso rey acadio. Después de éste, su hijo Hishep-Rashir se aviene con los acadios y para mantener la paz le hace llegar un tributo.

Escritura protoelamita.

A finales del reino de Sargón, los elamitas fueron reprimidos por su hijo Rimush. Éste es sucedido por Manishtusu que también ataca el norte de Elam y se trae su rey arrastrado hasta colocarlo a los pies del dios acadio Shamash.

Pero la derrota definitiva de los elamitas fue llevada a cabo por el rey Naram-Sin, sucesor de Manishtusu, que logró imponerse sobre los elamitas. En Susa construye templos con ladrillos sellados con su nombre y es durante este período cuando la influencia de la cultura y civilización acadias en Elam es evidente. Naram-Sin es sucedido por Shar-Kali-Sharri, quien también se declara rey de Acad. Tras su reinado, Acad se sume en la anarquía y es devastado por los lulubíes.

El último rey elamita de este período es Puzur-Shushinak, cuya imagen podemos ver en una estela guardada en el Museo de Louvre. Logró algunas victorias pudiendo finalmente arrebatarles el poder que ejercían a los acadios en la región, avanzando hasta Babilonia.

No tardaron en retroceder, pero a la vuelta de las expediciones Puzur-Shushinak es nombrado rey. La gloria del dios elamita Shushinak es ensalzada tras aquellas victorias, su templo es reedificado, los músicos tocan mañana y tarde y se instaura el sacrificio de dos carneros diarios en honor de su dios. 


La importancia de Puzur-Shushinak en la historia de Elam es también debida a que es el único rey del que se conservan inscripciones en caracteres protoelamitas, sistema que empleaba en sus inscripciones junto al acadio. 

El reino de Puzur-Shushinak no perduró debido a los ataques e incursiones de los lulubíes y gutíes, dos poblaciones que vivían en los montes Zagros central y septentrional y que hablaban lenguas emparentadas, tras lo cual la historia de Elam permanece bajo el dominio de estos pueblos hasta que aparece lo que los historiadores denominan III Dinastía de Ur (2200 a.C.?).

Fuentes: Historia Secreta
http://despiertacordoba.wordpress.com/2013/02/12/9067/


Más información:
El período proto-elamita discurre entre alrededor del 3200 a. C. al 2700 a. C. cuando Susa, más tarde capital de los elamitas, empezó a recibir influencia de las culturas de la meseta iraní. En términos arqueológicos se corresponde con el período Banesh tardío. Esta civilización es reconocida como la más antigua de Irán y fue ampliamente contemporánea con su vecina, la civilización sumeria, la más antigua del mundo, que comenzó alrededor de 5200 a. C.

Se sabe que el territorio de Elam está habitado desde el VIII milenio a. C. En el VII milenio a. C. se inicia una civilización agrícola basada en la irrigación fluvial, en VI milenio a. C. se pasa a una irrigación artificial similar a la de Mesopotamia, en el IV milenio a. C. nos encontramos con una comunidad calcolítica muy implantada y con contactos comerciales con Mesopotamia, Beluchistán y el valle del Indo. En este milenio surge también la ciudad de Susa, la cual es tan antigua como las ciudades de Sumeria en Mesopotamia. En el III milenio a. C. se construyen muchas otras ciudades por el territorio de Elam.

La escritura proto-elamita es un sistema de escritura de principios de la Edad del Bronce brevemente en uso para el antiguo idioma elamita antes de la introducción del elamita cuneiforme.


martes, 13 de diciembre de 2016

La Perdida Civilización Marciana.

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¿Hubo una antigua civilización que habito Marte?, ¿Cómo eran aquellos habitantes del planeta rojo?, ¿Qué les ocurrió?, donde están ahora?, Cuales son los vestigios que quedan de ellos?, sobre estas y más preguntas teorizamos en el siguiente programa donde hablamos de los secretos de Marte.

De todo esto y mucho más, hablamos en el siguiente audioprograma.

El audio corresponde al programa Sabiens emitido por la cadena pirenaica (Radio Valira de Andorra), dirigido y presentado por Ferran Prat, en el que intervienen Jose Luis Camacho, de Mundo Desconocido.

Esperamos que os guste.



fuente/Mundo Desconocido.es

El poder de los números.


La reciente historia de los mineros de Atacama, en el desierto del norte de Chile, se convirtió – para sorpresa de muchos – en una suerte de hito de las comunicaciones, gracias al despliegue tecnológico que permitió llevar las imágenes de la operación de rescate a una audiencia estimada de unos mil millones de personas en el mundo. De entre los muchos detalles que rodean la saga de los mineros, uno que ha sido destacado profusamente por la prensa es la extraña coincidencia de un número, el 33, que se repite en distintos momentos a lo largo de esta odisea. Los números siempre han representado un papel especial en la comprensión humana de la vida y la naturaleza, situación que está presente también en la Biblia.

Los números están repartidos por todas las páginas de la Biblia, desde el Génesis hasta el Apocalipsis. En cualquier diccionario bíblico puede hallarse alguna información básica acerca del significado de los números más usados en las escrituras; así sabemos que el 7 era el número de la perfección, el número divino; que el 6 era todo lo opuesto, el número del hombre, de lo imperfecto, de ahí el famoso 666; que el 12 constituyó una suerte de simbolismo del pueblo de Israel (las doce tribus); en fin, hay muchas cosas que podemos consultar sin mayores dificultades acerca del significado de ciertos números que se hallan en la Biblia.

Sin embargo, hay que reconocer que al lector moderno de las escrituras suele escapársele el sentido último de los números dentro del contexto del relato bíblico. Los números están ahí, repartidos entre las historias de la Biblia, pero la función específica que cumplen dentro esa historia a veces nos es más distante incluso que el texto mismo. La cuestión es más compleja, porque normalmente tenemos consciencia del esfuerzo que debemos realizar para interpretar el texto, pero solemos dejar pasar los números por fuera de este filtro hermenéutico, después de todo son sólo números, ¿no es verdad?

El problema que nos plantean los números está relacionado con el papel que cumplían en la antigüedad, versus el papel que les asignamos hoy en día. En la sofisticada civilización occidental en la que vivimos en la actualidad tenemos un concepto bastante preciso de los números, o mejor dicho, de la función cultural que les asignamos. Producto del nacimiento de la ciencia moderna en el siglo XVI, pero más específicamente de su triunfo en los siglos XVII y XVIII, los números son para nosotros fundamentalmente contadores, son los elementos con los que expresamos la naturaleza computable, mensurable, de la ciencia y la tecnología. Los números dan expresión a nuestra necesidad de medir, de cuantificar todo: el mundo, la naturaleza, la sociedad, el espacio, la música, el arte, la riqueza, la sexualidad, las enfermedades, las noticias, la política, la economía, incluso la historia. Entender o conocer son verbos que conjugamos con números, sin cuya ayuda no podríamos aprehender la realidad que nos rodea. Desde los primeros años de escolaridad el sistema de educación formal nos prepara para asociar los números con un lenguaje exacto, con la precisión de las matemáticas. Así, cuando ponemos números sentimos que estamos dimensionando las cosas en su justa medida. Sin el concurso de los números tenemos la sensación de que es imposible captar la realidad de las cosas en toda su multiforme expresión. Sólo en muy contadas ocasiones los números escapan de esta dimensión “aséptica”; es lo que ocurre, por ejemplo, cuando nos topamos con el número 13, fecha que evoca ideas antiguas, asociaciones de malos augurios, supersticiones que se han colado entre nuestra educación científica (martes 13). Salvo este y otros escasos ejemplos, los números han sido “secularizados” por así decirlo, son elementos neutros, usados como meros contadores o dígitos en los procesos científicos o tecnológicos.

En la antigüedad, por el contrario, las cosas eran muy diferentes. “El número es el principio de todas las cosas”. Para los griegos clásicos los números jugaron un papel crucial en su comprensión de la naturaleza y del hombre, sobre todo merced a la influencia de pensadores como Pitágoras y Platón. Así, si viviéramos en la Grecia clásica, lugar fundacional de la matemática occidental, y preguntáramos por un matemático, lo más probable es que la gente pensara que estamos buscando una secta místico-filosófica, la secta de los pitagóricos, a quienes se les conocía como “matemáticos”. El lenguaje nos puede jugar una mala pasada; por “matemático” nosotros entendemos algo muy distinto a lo que entendían los antiguos griegos. Si quisiéramos tener mejor suerte, debiéramos consultar por un “geómetra” y ahí sí que podríamos llegar a dar con lo que nosotros creemos es un matemático.

El ejemplo griego nos puede dar alguna idea de la distancia sideral que separa nuestro concepto de los números del que tenían otros pueblos de la antigüedad, como era el caso de los habitantes del antiguo Medio Oriente. Fue en Mesopotamia donde los números comenzaron su largo camino civilizador. Sumerios y babilonios tienen a su haber la reputación de ser las primeras culturas donde un grupo específico de personas de la sociedad comenzaron a estudiar los números. Tal es así, que ahora sabemos que el famoso teorema de Pitágoras fue conocido y resuelto en Babilonia unos mil años antes del famoso griego. Los habitantes de Mesopotamia recurrieron a los números para resolver una serie de problemas prácticos, como por ejemplo la fijación del calendario y la medición del tiempo. Vale la pena recordar aquí que ellos definieron el sistema sexagesimal (en base al número 60) para medir el tiempo, un sistema que todavía seguimos usando después de varios milenios. Se aproximaron bastante al valor de p y llegaron a resolver ecuaciones cuadráticas. Pero acaso el rasgo más sorprendente del manejo de los números en Mesopotamia esté en su carácter simbólico. Fue el nacimiento de la numerología, práctica que consiste en asociar a los números con significados espirituales, como representaciones de divinidades, personas u objetos. Ello llevó a su vez a la creación de “números sagrados”, esto es, números especiales, asociados con cosas buenas o malas. Para los sumerios y babilonios el número 60 – al que ya hemos aludido – era precisamente uno de esos números sagrados.

Como muchos investigadores señalan hoy en día, es incuestionable que los antiguos hebreos retuvieron parte de esta tendencia a lo numerológico, es decir, a usar los números con un sentido simbólico. Si bien la estadía en Egipto los expuso a un sistema decimal, los hebreos retuvieron en su conciencia colectiva el uso numerológico, herencia ancestral de los patriarcas que habían dejado Mesopotamia muchos siglos antes. En las escrituras el uso simbólico es más que evidente, incluso para un lector no experto. En el Génesis, por ejemplo, el arreglo del texto y el uso de las palabras tienen connotaciones numerológicas. Así, en Génesis 1:1 abrimos la Biblia leyendo “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Esta sencilla frase debe haber tenido para los lectores hebreos una connotación muy especial, pues estaba compuesta por siete palabras.


Comenzar el libro sagrado con siete palabras - en hebreo se lee de derecha a izquierda - en su primera frase no debe haber sido un detalle menor en un libro donde el número siete juega un papel muy importante, por no hablar del papel que desempeña en el primer capítulo de la Biblia (la creación en siete días). Ya de entrada somos advertidos, por así decirlo, de que el autor va a arreglar su material, la historia que nos quiere contar, de modo tal que sus elementos muestren una armonía numérica, una coherencia que numéricamente era atractiva y significativa para su auditorio, el pueblo hebreo. Probablemente esta búsqueda de armonía numérica (o numerológica) esté asimismo detrás de las genealogías de Génesis 5 y 11. Allí hallamos un arreglo bastante claro: hay 10 nombres desde Adán hasta Noé (Adán, Set, Enós, Cainán, Mahalaleel, Jared, Enoc, Matusalén, Lamec, Noé) y luego otros 10 nombres desde Sem hasta Abraham (Sem, Arfaxad, Sala, Heber, Peleg, Reu, Serug, Nacor, Taré, Abraham). En el listado de nombres vemos otra vez simetría numérica, aparte del hecho de que las cifras de años de vida de casi todos estos venerables personajes son… múltiplos de sesenta, o combinaciones de cinco y siete (años o meses). En Génesis 4:15 leemos, por declaración de Dios, que “ciertamente cualquiera que matare a Caín siete veces será castigado”. En Génesis 4:24 Lamec reclama derecho a ser vengado “setenta veces siete”. Podríamos multiplicar los ejemplos y arreglos de este estilo.

En resumen, el texto de las escrituras hebreas nos invita a recordar que los números tenían una connotación simbólica, tanto o más importante que su papel como contadores. Este hecho se ve reforzado por los resultados de la investigación histórica y arqueológica de las últimas décadas, todo lo cual apunta a destacar la trascendencia de lo numerológico para los habitantes del antiguo Medio Oriente. Que duda cabe que los hebreos, descendientes de los patriarcas que habían venido desde Mesopotamia, compartían este bagaje común donde los números jugaban un rol muy especial como representaciones o símbolos de cosas materiales o espirituales. Este es un hecho de la mayor importancia para el lector moderno, pues ya apuntamos antes que nuestra cultura da a los números un tratamiento radicalmente distinto: los ha vaciado de todo significado numerológico, son sólo números. Pero cuando leemos las escrituras, entramos en un contexto histórico y cultural absolutamente diferente; tomar notar de este hecho es un asunto fundamental para hacer justicia al espíritu de los autores bíblicos. También hay que reconocer que incluso en esta materia se han cometido excesos, como nos parece es el tratamiento equivocado de los cabalistas medievales, pero esa es ya otra historia.

fuente/teologiasyciencias.blogspot.com