Imaginar de qué te arrepentirás antes de morir puede resultar bastante útil para diseñar tu futura existencia en sintonía con lo que verdaderamente anhelas para tu camino.
A pesar de los esfuerzos de la ciencia médica por prolongar la vida, y de movimientos tecno-optimistas como el transhumanismo que sugieren una potencial inmortalidad, parece que la única certeza que tendremos en esta vida es, y seguirá siendo durante un buen tiempo, la muerte.
El reflexionar sobre esta contundente ‘verdad’ puede traducirse, sobretodo si somos capaces de replantear nuestra tradicional concepción del morir, en una exquisita oportunidad para aprovechar y valorar esa secuencia continua de ciclos respiratorios que coloquialmente llamamos existencia.
Un año de vida.
Stephen Levine, poeta y popular autor de libros acerca de meditación, muerte, y espiritualidad tanatológica, propone un pisco-experimento que consiste en vivir durante un año como si fuese el último de tu vida. Este épico ejercicio, que requiere de una espectacular entrega, tiene como fin, supongo, el valorar cada microinstante cotidiano como si fuese este parte de un regalo divino –y creo que lo es, sobretodo por que no sabemos cuando dejaremos de respirar–.
“La más profunda influencia (de esta práctica) fue un incremento en el valor. Cuando solo te resta un año de vida, el miedo te hace muy pequeño [...] ¿Qué sucede cuando descubrimos que solo nos queda un año de vida? Cuando sabemos que ya no podemos ser lastimados, que quizá moriremos, nos sentimos seguros.” dice Levine en una entrevista.
Si lo anterior no fuese suficientemente benéfico, y si superamos ese año de vida –pues nadie nos garantiza que estemos vivos siquiera para completar el ejercicio–, entonces tendremos oportunidad de protagonizar un explosivo renacimiento que seguramente nos permitirá valorar de forma inédita nuestra existencia (similar a lo que ocurre con los procesos de iniciación en diversas tradiciones místicas).
¿De que te arrepentirás antes de morir?.
Otro ejercicio interesante, que no implica la épica entrega que requiere el experimento de Levine, consiste en dedicar unos minutos a enlistar, mental o textualmente, aquellas cosas de las cuáles crees que estarías arrepintiéndote en tu lecho de muerte. Más que tratarse de una práctica dramática o de envolvernos en un sofisticado escarmiento, este listado podría desdoblarse en un mapa sobre las cosas que estas haciendo, o dejando de hacer, que no sintonizan con el diseño de vida que en el fondo deseas.
A propósito de esto, existe un libro llamado The Top Five Regrets of the Dying (Los 5 arrepentimientos más comunes entre personas próximas a la muerte). Bronnie Ware es la autora, una enfermera australiana a quien le toco asistir a decenas de personas mayores que se encontraban próximas a la muerte.
Como su nombre lo indica, este libro se enfoca en detectar los más populares arrepentimientos pre mortem –los cuales evidentemente pueden traducirse en benévolas advertencias para los que aún estamos vivos–. A continuación la lista:
1. Desearía haber tenido el valor para vivir de acuerdo a mis sueños y no a las expectativas que otras personas depositaban en mi.
¿Te suena familiar? Dudo que haya estadísticas al respecto pero creo que existen buenas probabilidades de que tu que me lees y yo que escribo estemos, en mayor o menor medida, atrapados en esa red de expectativas que se generan alrededor de nuestra identidad familiar, cultural, profesional, etc
2. Desearía no haber trabajado tanto
¿Alguna vez te has puesto a ‘medir’ cuánto de tu tiempo y energía dedicas a ese modelo existencial que llamamos empleo? Quizá tengas la fortuna de que tu trabajo sea lo suficientemente estimulante y congruente con tu sentido de vida que virtualmente se diluya la frontera entre tu vida personal y profesional. Pero además de que no muchos podrían presumir de lo anterior, de cualquier forma sería bueno repasar que porción de nuestra agenda existencial dejamos para asuntos anti-laborales.
3. Desearía tener el valor de haber expresado mis sentimientos.
Aparentemente pocas cosas generan consecuencias tan nocivas como el dejar de expresar lo que sentimos. Y a pesar de que lograrlo no es tarea fácil en ciertos contextos personales y socioculturales (“I don’t know why nobody told you, How to unfold your love”) seguramente el mejor momento para comenzar a hacerlo –en caso de que aún no te hayas estrenado–, es justo ahora. “Muchas personas suprimieron sus sentimientos para evitar conflictos con otros. Como resultado se estacionaron en una existencia mediocre y jamás fueron capaces de verdaderamente ser ellos mismos” dice Ware.
4. Desearía haber mantenido el contacto con mis amigos.
Podríamos definir a los amigos como aquellas personas que elegimos voluntariamente para compartir la región más entrañable de nuestro camino. “Con frecuencia no apreciaban los verdaderos beneficios de sus viejos amigos hasta que llegaban sus últimas semanas de vida y ya no siempre era posible dar con ellos para despedirse”.
5. Desearía haberme permitido mayor felicidad.
Si cada quien es arquitecto de su propia vida, y de cada uno de nosotros depende la cantidad de felicidad que vertamos encima de nuestra existencia, entonces seguramente, en caso de no habernos auto-proveído con esta esencia, nos arrepentiremos de ello.
Tras leer este breve listado, con un poco de suerte lo primero que llegará a tu mente es revisar, por lo menos superficialmente, lo que estás haciendo de tu vida. Y más allá de consejos dogmáticos o fórmulas alegres, quizá sea buen momento para redefinir el criterio que hasta ahora habías utilizado al momento de tomar las decisiones más importantes en tu camino. Así que relajémonos y afinemos nuestro mapa existencial (a fin de cuentas, si estás leyendo esto, lo más probable es que sea buen momento para hacerlo.)
fuente/ Pijamasurf
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