jueves, 10 de marzo de 2016

¿Qué es el Amor Platónico?


UN INTENTO DE HACER JUSTICIA POÉTICA AL AMOR PLATÓNICO Y REDIMENSIONARLO EN TODA SU MAGNITUD FILOSÓFICA: AMOR QUE ES SED DE INMORTALIDAD, AQUELLO QUE PERMITE AL SER HUMANO ELEVARSE A TRAVÉS DE LA BELLEZA HACIA LO DIVINO.

En la nueva entrega de Cadena Áurea de Filosofía intentamos
dilucidar qué es el amor platónico apegándonos a la tradición. 

Argumentamos que la interpretación moderna del amor platónico no le hace justicia (poética y divina) a la forma en la que Platón entendió el amor. Si hablamos de amor platónico debemos saber que nos referimos a un amor espiritual, anagógico, que sirve como un intermediario entre los mundos superiores y el ser humano. 

El amor platónico no es un amor que no se concreta, casto o tímido, por el contrario es un amor sublime cuyo fin es completar el destino más alto del ser humano, sirviéndose de la belleza de los cuerpos como una puerta para acceder a la naturaleza del alma y hacerse inmortal. El amor platónico es de una riqueza vasta, moral y estética, que eleva a la contemplación de los ideales que en la materia son apenas sombras, pero ante cuya luz todas las riquezas del mundo palidecen. El amor es una fuerza cósmica de integración y generación, una energía alada y arquetípica que nos alza de lo terrenal a lo celeste, de lo individual a lo universal y transforma al amante en lo amado. Así podemos decir que el amor platónico es aquel que lleva a la iluminación, que eleva al alma a un estado superior, siguiendo el hilo de la belleza, y la une con su origen celeste. Si el mundo es una cuerda que se extiende desde la divinidad al mundo, el eros es lo que la hace vibrar. Esta es la versión con la que Diotima inicia a Sócrates y que los filósofos neoplatónicos elegirán como la más afín a la enseñanza y a la teúrgia de Platón y la que podemos postular como el auténtico amor platónico. 

La locura de un hombre que, al ver la belleza aquí en la tierra, y al ser recordado de la belleza verdadera, se vuelve alado...
Sócrates en el Fedón

Porque es la generación la que perpetúa la familia de los seres animados, y le da la inmortalidad, que consiente la naturaleza mortal. Pues conforme a lo que ya hemos convenido, es necesario unir al deseo de lo bueno el deseo de la inmortalidad, puesto que el amor consiste en aspirar a que lo bueno nos pertenezca siempre. De aquí se sigue que la inmortalidad es igualmente el objeto del amor.

...He aquí, Sócrates, cómo todo lo que es mortal participa de la inmortalidad, y lo mismo el cuerpo que todo lo demás. En cuanto al ser inmortal sucede lo mismo por una razón diferente. No te sorprendas si todos los seres animados estiman tanto sus renuevos, porque la solicitud y el amor que les anima no tiene otro origen que esta sed de inmortalidad.

...Préstame ahora, Sócrates, toda la atención de que eres capaz. El que en los misterios del amor se haya elevado hasta el punto en que estamos, después de haber recorrido en orden conveniente todos los grados de lo bello y llegado, por último, al término de la iniciación, percibirá como un relámpago una belleza maravillosa, aquella ¡oh Sócrates!, que era objeto de todos sus trabajos anteriores; belleza eterna, increada e imperecible, exenta de aumento y de disminución.
Diotima en El banquete

Debemos subir del cuerpo al alma, del alma al ángel, y del ángel a Dios.
Marsilio Ficino, "Comentario a El banquete de Platón"

Y ese aspecto divino, o sea la belleza, en todas las cosas lo ha procreado el Amor, o sea el deseo de sí misma. Porque, si Dios atrae hacia sí al mundo, y el mundo es atraído por él, existe una cierta atracción continua entre Dios y el mundo, que de Dios comienza y se transmite al mundo, y finalmente termina en Dios, y como en círculo, retorna ahí de donde partió. Así que un solo círculo va desde Dios hacia el mundo y desde el mundo hacia Dios; y este círculo se llama de tres modos. En cuanto comienza en Dios y deleita, nómbrase belleza; en cuanto pasa al mundo y lo extasía, se llama Amor; y en cuanto, mientras vuelve a su Autor, a él enlaza su obra, se llama delectación.
Marsilio Ficino, "Comentario a El banquete de Platón"

Pero allí donde el amado responde en el Amor, el amante, apenas está en el amado, vive. Aquí acontece una cosa maravillosa, cuando dos se aman mutuamente: él en éste, y éste en aquél vive. Ellos se corresponden de manera recíproca, y cada uno se entrega al otro, para recibir al otro. Y de qué modo ellos se entregan, se ve porque de sí se olvidan: mas no está tan claro cómo reciben al otro. Porque quien no se tiene a sí mismo, mucho menos puede poseer al otro. Antes bien, tanto el uno como el otro se tienen a sí mismos y al mismo tiempo al otro, porque este último se tiene a sí mismo, pero en aquél; en tanto que aquél se posee a sí mismo, pero en éste. Ciertamente mientras que yo te amo a ti, que me amas a mí, yo en ti, que piensas en mí, me hallo a mí mismo; y yo, por mí mismo despreciado, en ti que me cuidas me recupero. Y tú haces otro tanto conmigo.

Marsilio Ficino, "Comentario a El banquete de Platón"

El amor no es más que una cierta virtud de conjugar y unir, la cual induce a las cosas superiores a proveer a las inferiores; y concilia a las cosas iguales en mutua comunión; y además despierta a las inferiores, para que se conviertan en las más nobles. 

Marsilio Ficino, "Comentario a El banquete de Platón"

Cuando Platón dice que el amor nació del encuentro de Penia y Poros en el jardín de Júpiter, durante la celebración del nacimiento de Venus, estando los dioses en su banquete, no se entiende otra cosa que desde entonces nació en la mente angélica el primer amor, esto es el deseo de belleza, ya que en él resplandeció, aunque muy imperfectamente, el esplendor de las ideas. 
Pico della Mirandola

Estos furores no son olvido, sino memoria, no son negligencia de uno mismo, sino amor y anhelo de lo bello y bueno, con los que se procura alcanzar la perfección, transformándose y asemejándose a lo perfecto. No son embeleso en los lazos de las afecciones ferrinas, bajo las leyes de una indigna fatalidad, sino un ímpetu racional que persigue la aprehensión intelectual de lo bello y bueno y que conoce y a lo cual querría complacer tratando de conformársele, de manera tal que se inflama de su nobleza y su luz y viene a revestirse de cualidad y condición que le hagan aparecer ilustre y digno. Por el contacto intelectual con ese objeto divino, se vuelve un dios; a nadie atiende que no sean las cosas divinas, mostrándose insensible e impasible ante esas cosas que por lo común son consideradas más principales y por las cuales otros tantos se atormentan; nada teme y desprecia por amor a la divinidad el resto de los placeres, sin tener cuidado alguno de la vida.

...la mariposa avanza hacia la llama, el ciervo hacia la flecha y el unicornio hacia el lazo que lo atrapa, pero para el amante esa llama es el ardiente deseo de cosas divinas, esa flecha es la impresión del rayo de la belleza

Giordano Bruno, De los heroicos furores

Todos los amores --si son heroicos y no meramente animales-- tienen por objeto la divinidad, tienden a la divina belleza, la cual se comunica primeramente a las almas y resplandece en ellas; y a partir de las almas --o, mejor dicho, por ellas--, se comunica después a los cuerpos: de por ahí que el afecto bien ordenado ame los cuerpos o la belleza corporal, por lo que en ellos hay de indicio de la belleza espiritual. Más aún: lo que del cuerpo enamora es una cierta espiritualidad que en él vemos, que es denominada belleza y que no consiste en que las dimensiones sean mayores o menores, ni en colores o formas determinadas, sino en una cierta armonía y consonancia de miembros y colores. Muestra esta armonía cierta afinidad con el espíritu, que es perceptible a los más agudos y penetrantes sentidos; síguese de esto que quienes están dotados de tales sentidos se enamoran más fácil e intensamente y del mismo modo, más fácilmente se desenamoran.

Giordano Bruno, De los heroicos furores

Fuente/Pijamasurf




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