Mostrando entradas con la etiqueta JUANA DE ARCO. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta JUANA DE ARCO. Mostrar todas las entradas

viernes, 9 de septiembre de 2016

Juana de Arco. De campesina a líder militar. Un fantástico caso de " contacto extraterrestre " que cambió el destino de Francia.





Juana de arco se encuentra en el selecto grupo de personajes que en sus épocas salvaron a su nación de una conquista inminente. Sin embargo, el caso de Juana de Arco es todavía más sorprendente debido a las condiciones en que se dio su lucha contra las fuerzas invasoras inglesas: era mujer en una estructura militar dominada por hombres, la corta edad a la que se unió al ejército, el motivo por el cuál se le fue dado el mando del ejército fue de carácter milagroso; aludiendo a su designación divina como defensora de Francia cuya misión era coronar al rey Carlos "El Delfín" en Reims y su trágico final como mártir a manos de los ingleses.

Juana de Arco, la heroína de Francia, tuvo su lugar en la historia durante la guerra de los cien años.

Juana de Arco y la guerra de los cien años.
Juana de Arco nació en medio de un conflicto armado entre Francia e Inglaterra conocido como guerra de los cien años, que en realidad duró 116. 
El conflicto se había originado por un desacuerdo de sucesión donde el rey inglés Eduardo III (de los Plantagenet) pretendía ocupar el trono francés alegando que su madre Isabel de Francia era hermana del último rey francés (de los Capetos) Carlos IV, quien murió en 1328 sin descendientes aspirantes a la corona; los franceses por otro lado argumentaban que la corona no podía heredarse por línea femenina y cedieron el trono a Felipe VI, primo del fallecido rey. Más aún, existía un interés más profundo en los feudos que Inglaterra mantenía en Francia, donde poco a poco la influencia inglesa mengüaba cada vez más.


Se dice que a la edad de 13 años, Juana de Arco comenzó a escuchar voces que le revelaban su misión divina de combatir a los ingleses y coronar al rey Carlos VI "El Delfín".
Juventud de Juana de Arco
Juana de Arco nació en Domremy, un poblado humilde al este de Francia en una familia campesina acomodada, aproximadamente en el año 1412. El nombre de su padre era Jaime de Arco; su hija Juana de Arco creció en el campo y no sabía leer ni escribir; sin embargo recibió de su madre una instrucción religiosa que le permitió desarrollar su fé en el cristianismo. Se dice que durante este período Juana de Arco era apreciada por la comunidad por ser una niña muy devota y amable, quien se confesaba cada que podía y cuya meta era no cometer ningún pecado.

Las voces de Juana de Arco

A los 13 años, Juana de Arco comenzó a escuchar voces en su cabeza que al principio ignoró pero que tiempo después se volvieron cada vez más insistentes hasta el punto de hacerla tomar acción en consecuencia de ellas. Se dice que al principio las voces la incitaban a ser buena y llevar una vida devota y piadosa, y con el tiempo también le dictaron que su misión era comandar al ejército Francés en batalla, ayudar a Carlos VI "El delfín" a coronarse en Reims, y expulsar a los ingleses de territorio francés. Las voces de Juana de Arco a menudo se complementaban con visiones del arcángel Miguel, Santa Catalina y Santa Margarita, a quienes se les atribuyen.

Juana de Arco comanda los ejércitos franceses.


Juana de Arco actuó en consecuencia de las voces que oía en su cabeza al tratar de unirse al ejército por medio de Baudricourt, quien la rechazó creyendo que se trataba de algún juego sin importancia. Posteriormente, cuando la situación francesa se agravó con el asedio de Orleans, el delfín fue obligado a refugiarse en Chinón; Juana de Arco pidió por segunda ocasión a Boudricourt que la llevara con el delfín: "Mi Señor, a quien pertenece el reino de Francia, me ha ordenado que llegue hasta el Delfín para que lo haga consagrar y ser rey, a despecho de sus enemigos." 

Así, Juana de Arco pudo entrevistarse con el delfín, a quien reveló su divina tarea, no sin suficientes pruebas que respaldaran el origen divino de sus actos, como el de salir airosa en un engaño al hacer pasar a otro por el Delfín o hacerla examinar por varios teólogos que pusieran a prueba sus convicciones.

Habiendo superado todas las pruebas y con Francia en una situación desesperada, el Delfín decide confiar en Juana de Arco y le otorga el comando de un ejército de 5,000 hombres con el cuál logra poner fin al asedio de Orleans y empujar a los ingleses al Norte, al tiempo que su fama y prestigio aumenta despertando verdadera devoción entre la población francesa, quien ya la ven como salvadora. Juana de Arco siempre combatía en primera línea y sufrió varias heridas durante sus batallas; además, sólo partaba un estandarte con la imagen de Jesús y María.

Después del éxito de Orléans, Juana de Arco quiso coronar inmediatamente al Delfín en Reims, sin embargo, esto se demoró por mérito de sus consejeros. Sólo cuando Juana de Arco obtuvo un éxito decisivo contra Talbot -uno de los comandantes ingleses más notorios- en Patay, el Delfín sería conducido a Reims y coronado como rey de Francia en la catedral.

Se dice que luego de esto, Juana de Arco quiso retirarse pues su misión estaba cumplida; sin embargo el fervor popular la hicieron seguir adelante en ofensivas cuyo resultado fue desastrozo debido al pobre apoyo prestado por el Delfín, quien era aconsejado contra Juana de Arco por figuras cercanas a él que la envidiaba y temían que su figura llegara a tener demasiado poder e influencia. Por un lado el ataque a París fue llevado a cabo sin el soporte de suficientes fuerzas armadas. Poco después vendría el ataque que marcaría el inicio del fín para Juana de Arco.

Juana de Arco es atrapada y enjuiciada.

Fue en el asedio a Compiègne donde Juana de Arco comenzaría la última aventura de su vida. Capturada por los Borgundios en pleno asedio, Juana de Arco fue vendida a los ingleses. Se dice que el Delfín hizo todo lo posible por salvarla, pero es dudoso debido también al cause diplomático que iba tomando la guerra, en donde Juana de Arco no encajaba e incluso dificultaba.

Ya en poder de los ingleses, Juana de Arco fue acusada de herejía y todos los hechos que hasta ese momento le habían sido favorables fueron tornados en su contra en Rouen, en un proceso inquisitorial: las voces que oía en su cabeza fueron atribuídas al demonio, se le cuestionó su posición en el campo de batalla, su vestimenta de hombre, sus alucinaciones y durante una breve temporada fue interrogada tratando de encontrar alguna contradicción o algún hueco que demostrara su papel como hechicera.

Se dice que el proceso al cual fue sometida Juana de Arco estuvo lleno de irregularidades, muchas de ellas seguramente provocadas por los ingleses quienes debían de hacerla parecer una figura maligna, bruja herética adoradora del diablo para que sus tropas no temieran combatir a quienes habían probado que dios estaba de su lado, ya que la reputación de Juana de Arco, había superado las fronteras francesas y estaba estaba sembrando la desconfianza y el temor en el ejército inglés. Entre las irregularidades del juicio se encuentra el no haber podido apelar al papa para que revisara su caso.
Debido a su papel como unificadora del pueblo francés durante las graves crisis enfrentadas en la guerra de los cien años, Juana de Arco es proclamada patrona de Francia en 1920.

Juana de Arco es convertida en Mártir.

Durante el proceso inquisitorial, Juana de Arco siguió atrayendo motivos para desprestigiarla, como el ser encontrada vestida de hombre en su celda y fue encontrada culpaple de herejía y sentenciada a la muerte en la hoguera. Juana de Arco llegó a arrepentirse de que sus afirmaciones eran de origen divino y pudo cambiar su sentencia por la de cadena perpetua, sin embargo al reflexionar de lo ocurrido volvió a afirmar que todo era legítimo y de origen divino, por lo cual la anterior sentencia aplicó. 

La hoguera en que Juana de Arco fue quemada fue arreglada de manera que su muerte fuera más lenta y dolorosa; se dice que incluso el verdugo estaba en desacuerdo con tal medida. 

Juana de Arco murió entre gritos y rezos a Jesús, a los 19 años el 30 de Mayo de 1431, fecha que se recordará por siempre, pues es celebrada en su nombre en Francia.

Casi dos décadas más tarde, Carlos VII usó su influencia para revisar el proceso de Juana de Arco y fue rehabilitada por el papa Calixto III. En 1909 Juana de Arco fue beatificada y canonizada en 1920, año en que fue proclamada la patrona de Francia y celebrada como heroína nacional y unificadora del pueblo francés, papel que realmente desempeñó en su tiempo.

Un hecho poco conocido relacionado con su historia es la historia de su compañero de armas Gilles de Rais, quien fue encontrado culpable confeso del asesinato brutal de cientos de niños después de sus aventuras guerreras al lado de Juana de arco.

Algún día el pasado y sus protagonistas silenciados vendrán al presente a pedir justicia por tantas atrocidades y muertes indicidas en nombre de NO quiero NI MENCIONARLO.

sábado, 31 de octubre de 2015

Juana de Arco (película del año 1948)


Juana de Arco

(Domrémy, Francia, 1412 - Ruán, id., 1431) Santa y heroína francesa. Nacida en el seno de una familia campesina acomodada, la infancia de Juana de Arco transcurrió durante el sangriento conflicto enmarcado en la guerra de los Cien Años que enfrentó al delfín Carlos, primogénito de Carlos VI de Francia, con Enrique VI de Inglaterra por el trono francés, y que provocó la ocupación de buena parte del norte de Francia por las tropas inglesas y borgoñonas.
A los trece años, Juana de Arco confesó haber visto a san Miguel, a santa Catalina y a santa Margarita y declaró que sus voces la exhortaban a llevar a vida devota y piadosa. Unos años más tarde, se sintió llamada por Dios a una misión que no parecía al alcance de una campesina analfabeta: dirigir el ejército francés, coronar como rey al delfín en Reims y expulsar a los ingleses del país.

En 1428 viajó hasta Vaucouleurs con la intención de unirse a las tropas del príncipe Carlos, pero fue rechazada. A los pocos meses, el asedio de Orleans por los ingleses agravó la delicada situación francesa y obligó al delfín a refugiarse en Chinon, localidad a la que acudió Juana, con una escolta facilitada por Roberto de Baudricourt, para informar a Carlos acerca del carácter de su misión.

Éste, no sin haberla hecho examinar por varios teólogos, accedió al fin a confiarle el mando de un ejército de cinco mil hombres, con el que Juana de Arco consiguió derrotar a los ingleses y levantar el cerco de Orleans, el 8 de mayo de 1429. A continuación, realizó una serie de campañas victoriosas que franquearon al delfín el camino hacia Reims y permitieron su coronación como Carlos VII de Francia (17 de julio de 1429).

Acabado su cometido, Juana de Arco dejó de oír sus voces interiores y pidió permiso para volver a casa, pero ante la insistencia de quienes le pedían que se quedara, continuó combatiendo, primero en el infructuoso ataque contra París de septiembre de 1429, y luego en el asedio de Compiègne, donde fue capturada por los borgoñones el 24 de mayo de 1430.

Entregada a los ingleses, Juana de Arco fue trasladada a Ruán y juzgada por un tribunal eclesiástico acusada de brujería, con el argumento de que las voces que le hablaban procedían del diablo, con lo cual se pretendía presentar a Carlos VII como seguidor de una bruja para desprestigiarlo. Tras un proceso inquisitorial de tres meses, fue declarada culpable de herejía y hechicería; pese a que ella había defendido siempre su inocencia, acabó por retractarse de sus afirmaciones, y ello permitió conmutar la sentencia de muerte inicial por la de cadena perpetua.

Días más tarde, sin embargo, recusó la abjuración y reafirmó el origen divino de las voces que oía, por lo que, condenada a la hoguera, fue ejecutada el 30 de mayo de 1431 en la plaza del mercado viejo de Ruán. Durante unos años, corrió el rumor de que no había muerto quemada en la hoguera, ya que habría sido sustituida por otra muchacha, para casarse posteriormente con Roberto des Armoises. 

En 1456, Juana de Arco fue rehabilitada solemnemente por el papa Calixto III, a instancias de Carlos VII, quien promovió la revisión del proceso. Considerada una mártir y convertida en el símbolo de la unidad francesa, fue beatificada en 1909 y canonizada en 1920, año en que Francia la proclamó su patrona.

lunes, 12 de mayo de 2014

El árbol no niega su sombra ni al leñador que le derribe.(Juana de Arco)

1412-1431. Santa y heroína francesa. Se sintió llamada por Dios para la misión de dirigir el ejército francés, coronar como rey al delfín en Reims y expulsar a los ingleses del país, y aunque parecía imposible, lo consiguió. 

Después siguió combatiendo, hasta 1430 que fue capturada por los borgoñones durante el asedio de Compiègne. Fue entregada a los ingleses y acusada de brujería la condenaron a la hoguera.

Cuando las llamas rodearon su cuerpo, después de haber besado repetidamente un crucifijo, exclamó: - ¡Jesús! ¡Jesús!- Tenía sólo 18 años. El cuerpo de la mártir quedó consumido por las llamas y sus cenizas fueron arrojadas al Sena.








La pastorcita de Domrémy

Juana de Arco nació en el año 1412 en Domrémy. Este pueblo, situado entre los confines de Champaña y de Lorena, y perteneciente al país de Barrois, se mantenía fiel al Delfín Carlos, mientras que toda la región, en particular Champaña, estaba de parte de los ingleses y de los borgoñeses.

Los habitantes de Domrémy conocen los horrores de la guerra y de la invasión, pero su fe cristiana está presente, penetrados por el anuncio evangélico que proclama el cura párroco, a pesar de las debilidades y pasiones de la época. Y en un ambiente de piedad vive su infancia la futura heroína. Aprendí de mi madre el Padre Nuestro, el Ave María y el Credo. Todo lo que sé lo aprendí de mi madre, dijo durante el proceso. Seguramente que en la casa paterna Juana había escuchado lamentos por la tragedia que padecía Francia desde hacía tantos años.

Juana era piadosa e iletrada, como todas sus compañeras del pueblo. Sólo aprendió a firmar en los años en los que desempeñó un papel primordial en la historia de Francia. Durante el proceso de rehabilitación sus viejos amigos de Domrémy recuerdan de ella: Era como las demás, hacía lo que las demás: se ocupaba de la casa, hilaba, llevaba el rebaño a pastar. Según las actas de este proceso y las declaraciones de quienes la conocieron, la humilde pastorcita de Domrémy habría sido igualmente santa aunque Dios no le hubiera pedido que interviniera de forma tan excepcional en los acontecimientos políticos de su patria.

Cuando tenía trece años oyó una voz sobrenatural acompañada de un gran resplandor que venía de la parte izquierda del jardín de su padre. Pudo identificar estas voces sucesivas porque iban acompañadas de apariciones: san Miguel, santa Catalina y santa Margarita. Estas voces le enseñaron a portarse bien, a frecuentar la iglesia, y finalmente le dieron la orden de partir para Francia y le revelaron que ella libraría a Orleáns, asediada desde octubre de 1428. En el proceso de condenación dijo, refiriéndose a las voces: La primera vez tuve mucho miedo. Era casi mediodía, de verano, y estaba en el jardín de mi padre. Y no había ayunado el día anterior.


La epopeya militar

En 1428, obedeciendo a las voces, va a Vaucouleurs en busca del capitán real Roberto de Baudricourt para pedirle que la condujese ante el Delfín Carlos. Juana sólo designa a Carlos con el título real después de ser coronado en Reims, no antes. Baudricourt, hombre acostumbrado a la acción bélica, que consideraba la guerra como el más precioso regalo que Dios le había hecho al hombre, rechazó por dos veces la petición de Juana. Finalmente le concedió un salvoconducto y una escolta.

En febrero de 1429, en la ciudad de Chinon, fue recibida por el Delfín. La Doncella -Juana había hecho voto de virginidad y siempre se designará a sí misma con el nombre de Juana la Doncella-, vestida de varón, dijo al Delfín que venía en nombre de Dios a liberar Francia; expuso sus planes de atacar a los borgoñones, aliados de Inglaterra; de expulsar a los ingleses y de hacer coronar a Carlos en Reims. El Delfín la hizo examinar en Poitiers por una comisión de teólogos y de doctores para asegurarse de su misión sobrenatural. Superada la prueba, el Rey, fascinado por la inocencia y el valor de Juana, en abril de aquel año, le permitió cabalgar con su estandarte y su espada al frente de un ejército para salvar Orleáns. Había comenzado la epopeya militar.

La Doncella, vestida de blanca armadura, penetra en la cercada Orleáns y obliga a los sitiadores a levantar el sitio: era el 8 de mayo de 1429, fecha que jamás han olvidado los habitantes de Orleáns, cuando entra victoriosa en la ciudad. Después, sólo en algunas semanas, se realiza la limpieza del valle de Loira con la toma de Jargeau y la victoria de Patay (18 de junio de 1429) donde el ejército inglés sufre una grave derrota. Poco después tiene lugar la marcha sobre Reims a través de un país controlado por los ingleses. El 17 de julio de 1429 es coronado el Delfín como rey de Francia.

La sola presencia de la Doncella de Orleáns en medio de su ejército despertaba un enorme y prodigioso entusiasmo. Ella no peleaba, sino animaba a todos a pelear. Después de la coronación de Carlos VII, éste deja de seguirla y cae en la inacción. Comienzan los fracasos: ataque a París, bajo cuyas murallas es herida Juana (7 de septiembre de 1429), sin que lograse la liberación de la capital. Durante el invierno realiza operaciones contra las plazas del Loira que resultan estériles. Y en la primavera de 1430, Juana de Arco vuelve a tomar la iniciativa y, reviviendo la hazaña de Orleáns, va en ayuda de Compiègne, que estaba asediada. Allí fue capturada por los borgoñeses, que la vendieron a los ingleses por dos mil piezas de oro (24 de mayo de 1439). Ni la Corte ni el pusilámine Rey de Francia pensaron en su rescate.

Cautiverio y proceso

Juan de Arco fue sometida a tortura en la cárcel, y para mejor defender su pureza virginal, quiso, aun en la prisión, vestir de soldado.

El proceso que le hicieron no fue un proceso político sino eclesiástico por necesidad política. A instigación de la Universidad de París, la Inquisición le instruyó un proceso de herejía y de hechicerías: se trataba de mostrar que sus voces eran diabólicas y así desacreditar al rey Carlos VII, juguete de un agente del diablo. Si se conseguía demostrar que Juana era una bruja, o una hereje, la coronación del rey Carlos celebrada en la Catedral de Reims perdía su sentido sagrado, y al mismo tiempo se derrumbaba la consideración que los franceses tenían de su nuevo rey. Era también un artificio para romper su aureola de santidad y destruir su prestigio moral y religioso antes de matarla.

El proceso, presidido por el obispo de Beauvais, Pedro Cauchon, y en el que participaron seis profesores universitarios parisinos, prelados procedentes de Normandía e Inglaterra, canónigos de Rouen y abogados del tribunal eclesiástico, duró más de tres meses (febrero-mayo de 1431) y fue inicuo en todo su desarrollo, de tal modo que fue evidente la voluntad de condenar a la acusada.

Sin embargo, en este combate agotador, Juana de Arco se defendió con un brío extraordinario. Sus respuestas dejaban maravillados a los escribanos, que anotaban al margen sus impresiones. Abundan en ellas palabras históricas de una plenitud y de una simplicidad admirables. Por las anotaciones que el notario Guillermo Manchon registra día tras día se ve que la vida de la Doncella de Orleáns fue una respuesta: una respuesta a la llamada de Dios. Un llamamiento tan concreto que deja atónitos a todos: por medio de voces, que ella concretamente oía. Y, una vez que Juana comprende que las voces misteriosas que le hablan son un mensaje que viene de Dios, deja de tener dudas y tiene un único objetivo en la vida: adecuarse a lo que se le pide. Para ella Dios debe ser el primer servido.


En el proceso contra Juana de Arco se cumplió una vez más la promesa del Señor: Cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué habéis de hablar, porque se os dará en aquella hora lo que habéis de hablar; porque no sois vosotros los que habléis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará por vosotros (Mt 10, 19-20). El obispo Cauchon tuvo que pensar que iba a ser fácil, para un tribunal formado por universitarios de alto nivel, expertos en teología, en derecho civil y en derecho canónico, hacer que una joven campesina se confundiera e hiciera afirmaciones heréticas o hacerla caer en contradicción consigo misma o con la Iglesia. En cambio, sucedió todo lo contrario.

Humildad e inocencia de su alma

La batalla más grande de Juana de Arco la combatió contra los hermanos que compartían su misma fe cristiana. Y no se puede imaginar suplicio peor. Sin embargo, aunque sabe que está frente a un tribunal eclesiástico, en un momento determinado exclama: Vosotros no sois la Iglesia. -Nadie había sido nunca tan audaz como ella en su adhesión a la Iglesia -comenta Régine Pernoud-, pero en tan difícil situación logra distinguir qué es la Iglesia y qué son esos profesores parisinos movidos por intereses políticos.

Durante el proceso, la sencilla muchacha de Domrémy muestra una lucidez admirable ante la capciosa astucia que usan los miembros del tribunal para poder confundirla y condenarla por hereje. Cuando los jueces insisten en que les haga una distinción entre la Iglesia militante e Iglesia triunfante, Juana, que ignora el significado de esos términos, responde: Puesto que toda la Iglesia es de Dios, la diferencia no debe ser muy importante.

En otro momento, se le preguntó: ¿Os encontráis en estado de gracia? La gravedad de la pregunta despertó sonoros murmullos. Uno de los jueces, de entre los pocos que se podían considerar honrados, llamado Juan Lefèvre, poniéndose en pie de un salto, gritó: ¡Esa pregunta es terrible! ¡La acusada no está obligada a contestarla!, pero Cauchon ordenó: ¡Silencio! Volved a ocupar vuestro lugar. La procesada deberá responder esa pregunta. Y Juana, con toda humildad e inocencia de su alma, asombró a todos con su respuesta: Si no estoy en gracia de Dios, le ruego a Él que me la otorgue, y si lo estoy, entonces le pido que me la conserve. Juan Lefèvre no puede menos que comentar: Esa respuesta se encuentra por encima de la capacidad humana. ¿De dónde le habrá venido la inspiración a esta criatura?

Condena y muerte

Estando en la cárcel, enfermó. La joven pide los auxilios de la religión: Parece que, debido a mi enfermedad, estoy en peligro de muerte. Si es voluntad de Dios que muera en prisión, solicito confesión, y que me permitan recibir a Jesús, mi Salvador. También deseo que me entierren en sagrado. Y cuando se le amenaza con la expulsión del seno de la Iglesia, se limita a decir: Soy buena cristiana desde mi nacimiento. Estoy bautizada y como buena cristiana moriré.

Juana de Arco fue condenada a la pena del fuego. Murió afirmando que sus voces no la habían engañado. Al final del proceso dijo proféticamente: Antes de siete años los ingleses perderán todo lo que tienen en Francia. Será una gran victoria que Dios enviará a los franceses. Poco antes de morir había apelado al Romano Pontífice, pero Martín V acababa de bajar al sepulcro y a los oídos del nuevo papa, Eugenio IV, no llegó el grito de la inocente doncella.

Proceso de rehabilitación

Seis años y medio después de la muerte de la Doncella de Orleáns, Carlos VII, aquel rey que le debía todo y que no se interesó por ella durante su larga detención y proceso, entraba victorioso en París. La Normandía es reconquistada en 1450, y cuando el rey Carlos entra en Rouen, la ciudad donde fue quemada Juana, ordena una investigación oficiosa para saber la verdad de aquel proceso y el modo en que se llevó a cabo. Los testigos aún vivían, entre ellos el notario que había redactado las actas del proceso. En los años siguientes se llevaron a cabo otras dos investigaciones, esta vez, oficiales, que acabaron en un nuevo proceso, pues el papa Calixto III mandó revisar el proceso inquisitorial cuando le llegaron las protestas de la madre y hermanos de Juana.

El proceso de rehabilitación se abrió en 1455 en Notre-Dame de París. En la primera sesión los comisarios del Rey escucharon las declaraciones de la madre de Juana, Isabel Romée. Luego los testigos de su infancia y juventud. El resultado fue la plena anulación del proceso de 1431, con la consiguiente justificación de la heroína francesa.